Brasil vota: el retorno ilusionante de Lula promete barrer la decepción del ultra Bolsonaro
El expresidente, sin cuentas con la justicia, reaparece como esperanza ilusionante desde la izquierda, tras una legislatura marcada por la división y el negacionismo.
Lo que supone este duelo
El fantasma del fraude
Los problemas
Las propuestas
Las campañas han sido de bloques, más que de propuestas, como decía Moreno. Bolsonaro ha atacado las instituciones democráticas, restado importancia a la gravedad del covid-19 y mofándose de las protecciones ambientales, además de reviviendo las divisiones de la era de la Guerra Fría para pintar a los opositores como “comunistas”. Es uno de esos términos que no faltan en sus mítines.
Nada que ver con la campaña de Lula, que ha tratado de ampliar su coalición electoral nombrando al centrista Geraldo Alckmin como su compañero de fórmula en una candidatura titulada “Unidos por Brasil”, un intento de superar las dudas de muchos brasileños hacia su izquierdista Partido de los Trabajadores, debido a sus vínculos pasados con escándalos de corrupción.
Esas son las líneas generales. Bajando a la arena, el candidato ultraderechista propone eximir del impuesto a la renta a quienes ganen hasta cinco salarios mínimos (que está en unos 235 euros). Asimismo, promete mejorar la infraestructura en las regiones menos desarrolladas, además de ampliar el proceso de privatizaciones.
En su programa, afirma que “buscará acelerar el desarrollo de acciones de reducción y mitigación de gases de efecto invernadero”, al tiempo que reconoce la lucha climática como “parte inexorable” de la solución para el futuro del planeta, afirmaciones vistas con escepticismo por los especialistas.
Bolsonaro también defiende nuevos acuerdos “bilaterales” y “multilaterales”, y apuesta por concluir el proceso de ingreso de Brasil a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para atraer inversiones, capital y fortalecer los lazos con los países industrializados.
Además, promete aumentar la inversión en órganos de seguridad pública, como policías estatales y Fuerzas Armadas. Así también, defiende una flexibilización aún mayor del acceso a las armas, para ampliar “el derecho fundamental a la legítima defensa y la libertad individual”.
Lula, por su parte, promete lanzar un Bolsa Familia “renovado y ampliado”. Indica que agregará a los 600 reales mensuales otros 150 (USD 28) por cada hijo menor de seis años. Tiene un plan para combatir frontalmente la minería ilegal, los incendios y la deforestación en la selva amazónica, a través del fortalecimiento de los órganos de preservación y control, debilitados durante la gestión de Bolsonaro.
A su vez, indica que cumplirá con las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero asumidas en el Acuerdo de París, así como que asegurará la “transición energética” del país. Lula afirmó que es necesaria una “nueva política sobre drogas” que sustituya el actual modelo “bélico” de combate al narcotráfico, con estrategias que privilegien la “investigación” y la “inteligencia” para desarticular las organizaciones criminales.
Promete defender “los derechos y territorios de los pueblos indígenas” y quilombolas (descendientes de esclavos), y se comprometió públicamente a crear un ‘Ministerio de los pueblos originarios’, encabezado por un/a indígena. Y, finalmente, prevé políticas de salud, educación, empleo y seguridad para la comunidad LGTB+, y la ampliación de cupos sociales y raciales en universidades.
Ahora, los 156 millones de electores deciden en las urnas el futuro del país más extenso, poblado, rico e influyente de Latinoamérica.