Vuelve el ciclismo: así será la competición en tiempos de coronavirus
Un calendario muy comprimido, "burbujas" para el pelotón y la Vuelta a Burgos, que comienza este martes, como "conejillo de Indias" para todo el mundo.
El coronavirus frenó en seco a la serpiente multicolor, pero este martes el ciclismo vuelve a la carretera. Tras un parón de cinco meses debido a la pandemia, el pelotón regresa a la competición de primer nivel con un calendario comprimido (todo un calendario internacional en poco más de 100 días) y un buen catálogo de peligros asociados.
Un grupo muy numeroso en contacto estrecho y en movimiento constante durante varias horas, una legión de auxiliares, directores y medios que acompaña a los ciclistas en ruta y atraviesa con ellos una localidad detrás de otra, público a ambos lados de carreteras en ocasiones muy estrechas. Un cóctel de riesgos a los que dar respuesta en plena ola de rebrotes en España y con el covid-19 disparado en el resto del mundo.
En ello llevan semanas los organizadores de la Vuelta a Burgos. Esta prueba, tradicionalmente emplazada en agosto, después del Tour, se convierte ahora en el ‘conejillo de indias’ para el mundo de las bicis. Aunque el ciclismo ya ha vuelto en pequeñas pruebas masculinas y femeninas, esta será la primera gran competición: la correrán los mejores equipos y de ella estarán pendiente en todo el mundo. “Vamos a ver qué ocurre en Burgos, que servirá de muestra para los demás”, explican fuentes de la Vuelta a España, este año pospuesta a finales de octubre. “Para nosotros aún es pronto para definir nuestros detalles, pero como todos, estaremos pendientes de sus aciertos y de sus posibles fallos o problemas que surjan para tomar nota”.
El antes, el durante y el después
Volverán los ataques, las pájaras, los sprints... pero adaptados a los nuevos tiempos. La organización de la cita burgalesa ha publicado un extenso protocolo sanitario que trata de despejar todas las posibles incógnitas.
Hay imágenes que, de momento, no van a volver. Nos podemos olvidar de los autógrafos o el regalo de bidones. Los ciclistas llevarán mascarilla antes y después de cada etapa y no podrán estar en contacto directo con el público. Sí habrá aficionados presentes, a diferencia de otros deportes recién celebrados (fútbol, baloncesto, motor...), pero con limitaciones: deberán guardar la distancia de seguridad, usar mascarilla y respetar los estrictos controles de aforo en los puntos clave del recorrido.
Una vez comiencen a rodar las bicicletas, el desarrollo será bastante parecido a los tiempos pre-covid. Los ciclistas no tendrán que llevar puesta la mascarilla y disfrutarán de plena libertad de movimientos (ataques, abanicos, peleas por la posición...), eso sí, siempre dentro de lo que se ha llamado “burbuja del pelotón”, un margen de seguridad marcado por delante y detrás del gran grupo. No habrá “lluvia” de bidones o lanzamiento de restos del avituallamiento en cualquier punto: solo se permitirá su retirada en las llamadas “ecozonas”, acotadas para limitar el impacto de los residuos. Nada de cazabidones ni coleccionistas de “tesoros” en la carretera.
Quién gane y cómo celebre en meta la primera etapa del “nuevo ciclismo” no puede saberse, pero sí que el podio será mucho más frío (y seguro) que años atrás. Todos los presentes deberán usar la mascarilla, desinfectarse las manos tras cada contacto con los objetos y, por supuesto, no habrá besos ni abrazos. Los trofeos se recogerán de una mesa o embalados y las entrevistas se harán siempre respetando la distancia de seguridad de, mínimo, metro y medio.
La vida en el hotel
En el hotel, los equipos se moverán “en sus propias burbujas”, aclaran fuentes de la Unión Ciclista Internacional (UCI), el máximo organismo rector de este deporte. Cada conjunto deberá alojarse en un único piso o ala del local donde hará vida independiente del resto, con un comedor exclusivo reservado para sus miembros (que pueden rondar las 20-25 personas).
Tanto en el hotel como durante las etapas jugará un papel esencial una nueva figura, el “doctor COVID”, con el que deberá contar cada prueba para gestionar todo lo relacionado con el virus, más allá del resto de sanitarios habituales para atender a quienes sufran un accidente o caigan enfermos.
Las pruebas antidoping apenas se verán afectadas. Se realizarán en una sala grande, ventilada, extremando las medidas de seguridad ya de por sí severas y limitando el número de personas presentes; solo una podrá acompañar al deportista.
La incógnita de los aislamientos
El reglamento de competición parece claro. Ahora bien, ¿qué hacer si un ciclista presenta síntomas o directamente da positivo? Los miembros del sector se muestran descolocados ante cierto “vacío legal”, principalmente por falta de experiencias similares.
David Cantera, director técnico del Burgos-BH, conjunto de la segunda categoría internacional, explica el protocolo de su formación. El equipo está dividido en dos “burbujas” o bloques de temporada. Siguiendo las indicaciones de la UCI, “primero se han realizado las pruebas PCR y de serología a nuestros corredores y PCR a los auxiliares”.
Lo estipula el organismo internacional: “La participación de un ciclista solamente será posible si ha realizado dos PCR negativas entre los seis días y los tres días previos a la llegada al punto de salida de la prueba”.
Ya metidos en carrera, prosigue Cantera, “nuestro médico hará diariamente un cuestionario, una toma de temperatura y control a todos los miembros, ciclistas y el resto. A cualquier mínimo indicio de que pueda haber algo sospechoso, nosotros hemos comprado unos test rápidos para analizar si hay contagio”.
En este caso aún no se tomaría una decisión definitiva, señala. “No. Si da positivo se le manda hacer una PCR para confirmar. En caso positivo, ya sí supondría el aislamiento de esa persona y de su compañero de habitación”. Ello conllevaría sus abandonos de la competición, algo que podría ser trágico en pruebas como el Tour o la Vuelta. “La normativa dice que sí, que abandonen esos dos, pero es todo muy ambiguo. De repente puede llegar la consejería autonómica y decidir que abandonen todos los equipos que se encuentren en ese hotel. Falta claridad”.
En esa ambigüedad de la que habla, no hay nada recogido sobre el riesgo de un brote en el seno del pelotón, donde, metáforas deportivas aparte, los corredores compartirán horas de sudor y contacto físico. Insiste el director de la escuadra española: “Todo está en el aire aún” y lamenta que cada carrera pueda ser un mundo diferente. “Cada comunidad y cada país legislan de una manera y lo que aquí es legal, quizás en la carrera de la semana que viene ya no lo sea”.
Pese a todo, el director se muestra ansioso por volver a la ruta y reconoce “no tener miedo al contagio”. “La vida no se puede paralizar aunque debamos extremar las precauciones. Eso sí, si me hablas de miedo a cortar la temporada ciclista por supuesto que lo tengo”. El miedo no es a que se suspenda una carrera, sino a la propia supervivencia de esta y otras estructuras deportivas: “Somos un equipo y dependemos de la publicidad y de la competición. Y si no hay competición...”.
El primer paso está dado. Vuelve el ciclismo y todos los ojos miran a Burgos.