China desempolva el marxismo
El bicentenario del nacimiento de Karl Marx ha servido al Partido Comunista de China (PCCh) para auspiciar un ejercicio de reivindicación de su ideario de origen. A muchos puede sorprender tal proceder a la vista del rumbo seguido por China tras la muerte de Mao (1976) y la adopción de la política de reforma y apertura (1978) con tantos trazos asociables al capitalismo incluso salvaje en determinados momentos.
Pero lo cierto es que el marxismo, con sus altibajos, siempre ha estado ahí y en un acto conmemorativo que reunió a los máximos líderes del país, incluyendo entre ellos al vicepresidente Wang Qishan, Xi Jinping elogió su papel como garante del éxito económico que le catapultó desde la condición de una de las economías más pobres a la de segunda economía del mundo con un modelo mixto que mezcla planificación y mercado.
Estas iniciativas, que a muchos desconciertan y a otros sorprenden, no suponen un giro ideológico sino una reafirmación. Lo realmente novedoso en los últimos años han sido las innovaciones promovidas por el PCCh y que se han sumado a ese marxismo ab initio que marcó su origen en 1921, de la mano, sobre todo, de Li Dazhao (1889-1927). Los comunistas chinos, aunque admitan la propiedad privada o el mercado, no por eso dejan de serlo ni formal ni realmente.
A ello han sumado otras categorías como fruto de la adaptación a sus peculiaridades culturales de los idearios extranjeros (tanto el marxismo como el leninismo lo son) derivando en un eclecticismo ideológico que no hace ascuas tampoco al confucianismo o el legismo, movimientos propios que se han conducido de forma antagónica a lo largo de la historia y que el PCCh ha sumado a su ideario en cuanto contribuyen a fortalecer y blindar su liderazgo.
Bien es verdad que Xi se muestra más activo que sus predecesores en la defensa y promoción de lo que llama sinización del marxismo, es decir, de una adaptación que tenga en cuenta las innovaciones teóricas que son producto especialmente de su combinación con la realidad de China, reiterándolo como la ideología directriz pero que no obstante debe tener en cuenta que han pasado 170 años desde la publicación del Manifiesto Comunista. Xi reiteró que no existe un modelo único e inmutable de socialismo y que sus principios básicos deben integrarse con la realidad, historia y cultura de cada país.
Calificado por Xi como "el pensador más brillante de los tiempos modernos", Marx y el marxismo han sido siempre objeto de estudio en las diferentes etapas de la China del PCCh (1949) y constituyen un elemento central del proceso formativo y académico y también de la capacitación político-burocrática. Bien es verdad que lustros atrás, cuando se trataba de atraer capital exterior para desarrollar la economía, sus retratos desfilaron de las paredes al desván probablemente como signo de la misma estrategia que Deng ideara en el orden internacional y que aconsejaba "esperar el momento". Pues bien, el momento de desempolvar, como también de alzar la voz en el concierto internacional, parece haber llegado.
Si bien no falta quien piensa que el PCCh dejó de ser comunista prácticamente desde el abandono del maoísmo, la realidad es más compleja y quizá esta sea una conclusión precipitada. No es un partido revolucionario, es un partido de gobierno, pero el marxismo y su reafirmación constituyen aun una seña de identidad a la que nunca renunció y hoy, su revitalización, es un trazo singular del xiísmo.