Cataluña, partida en dos
El triunfo de Ciudadanos es tan histórico como estéril frente a la solidez del bloque independentista
Las elecciones catalanas más tensas, viscerales y extrañas de la historia se saldan con una radiografía que provoca escalofríos: una Cataluña partida en dos. Con un histórico 82% de participación, en unas elecciones autonómicas con aroma a referéndum, cuatro millones de catalanes han acudido a las urnas para demostrar que viven en dos realidades distintas, casi imposibles de conjugar. Ganan de nuevo los independentistas en escaños (70), ganan de nuevo los no independentistas en voto popular (más del 50%). Y una fuerza no catalanista, Ciudadanos, se erige como ganadora en votos (25%) y escaños (37), por primera vez en la historia. La fuerza naranja de Inés Arrimadas ha canibalizado al PSC, a Catalunya en Comú-Podem y al PP, y su triunfo es tan histórico como estéril para el propósito que buscaba: frenar el tsunami independentista.
El expresident Carles Puigdemont ha capitalizado con creces su arriesgada huida a Bruselas. Multiplicándose a través de plasmas, tuits y videoconferencias, ha sido omnipresente en la campaña y ha pulverizado los sondeos que apostaban por ERC como fuerza hegemónica del independentismo. El pedigrí de los republicanos no ha conseguido imponerse al hándicap de tener a su líder, Oriol Junqueras, en prisión, con una número dos tan poco solvente como Marta Rovira. Acudir en listas separadas a estos comicios les ha salido a cuenta: cuatro escaños más. La CUP, debilitada, pierde seis escaños y, por tanto, el grupo parlamentario propio: pasará al grupo mixto... ¡con el Partido Popular!
Desde el bloque constitucionalista, ha sido Inés Arrimadas quien ha pulverizado todos los récords. La aventura naranja que Albert Rivera comenzara contra viento y marea hace sólo 11 años se ha impuesto con claridad en votos y escaños, atrayendo a las urnas a un porcentaje importante de ciudadanos que jamás se habían sentido apelados por la política catalana. Pero Arrimadas no será presidenta, como aspiraba: su triunfo ha dejado boqueantes y en la orilla a quienes necesitaba para gobernar.
Entre ellos, el PSC. Con Miquel Iceta han obtenido un escaño más (17), muy lejos del resultado al que aspiraban. Apostó por el diálogo, con ocurrencias tan arriesgadas como pedir el indulto para los independentistas encarcelados, pero una Cataluña hiperpolarizada no estaba para matices. Algo similar han sufrido quienes aspiraban a tener la llave de la gobernabilidad: Catalunya en Comú-Podem. Con su líder natural, Ada Colau, casi desaparecida en campaña, las tensiones internas han pasado factura y Xavier Doménech se ha dejado en el camino tres valiosos escaños. La transversalidad no cotiza en Cataluña.
Pero la auténtica debacle es la del Partido Popular de Cataluña. Con tres tristes escaños, la fuerza política que gobierna en España se desvanece en Cataluña. El descalabro de Xavier García Albiol se visualiza rápidamente en Badalona, la ciudad de la que fue alcalde: allí el PP ha pasado de ser el partido más votado en 2015 a ocupar la sexta posición.
Las consecuencias van mucho más allá del propio Albiol, porque los resultados de este 21-D son letales para Mariano Rajoy. La intervención de la Generalitat vía artículo 155 y el proceso judicial contra los autores de la DUI han consolidado a los independentistas y borrado al PP de la vida política catalana. Ciudadanos le come terreno entre sus votantes y le arrebata la bandera del nacionalismo español. ¿Qué más puede ir mal?
Este viernes, cuando despertemos todos con el sonido de los bombos de la lotería y los villancicos, el dinosaurio seguirá aquí. Ni el 155, ni la unilateralidad, ni los tribunales van a solucionar un problema político que está enquistado. Los soberanistas no van a renunciar a su aspiraciones de independencia, cueste lo que cueste, pero no tienen fuerza suficiente para imponer su república frente a la otra mitad de catalanes. Y los constitucionalistas no pueden seguir escudándose exclusivamente en la ley para defender este país. ¿Qué mensaje lanzará ahora el Rey en su discurso de Nochebuena?
Ni en Cataluña ni en el resto de España podemos permitirnos que se siga fomentando el enfrentamiento civil: necesitamos urgentemente políticos que encuentran caminos transitables que nos devuelvan la convivencia. A partir de ahí, nada es imposible.