Carta a los reyes magos
Os repito que este año he sido (muy) bueno.
Este año que termina marcado por la guerra en Ucrania ya está a punto de bajar el telón. Otro año que se pasa volando y, otro año que parece que la Navidad empieza antes que la de su año predecesor. El alcalde de Vigo y su obsesivo encendido de luces que intenta convencernos orgulloso de ser divisado hasta desde la Estación Espacial Internacional, junto a los villancicos premeditados de los centros comerciales, cada año está más claro que son los principales culpables de ello.
Yo por si acaso también me voy a apresurar con la carta a los Reyes Magos, no vaya a ser que me quede rezagado y vuelvan a dejarme carbón en la puerta. Siempre empiezo la carta con eso de que un año más me he portado bien (es cierto que siempre podría ser mejor) y por eso me merezco (casi) todo lo que quiero que me traigan. Entinto la pluma y me ausento un momento para seguir escribiendo la carta:
Reconozco que no va a ser fácil que me concedáis todos mis deseos, teniendo en cuenta que todavía mueren personas de covid y que parece que la ultraderecha sube en las encuestas. De hecho, ya tenemos en Europa una primera ministra en Italia que se niega a acoger a inmigrantes y blinda sus puertos para que se vayan a otra parte. Y son solo un par de detalles de todo lo que pasa en un mundo con ocho mil millones de personas, más agitado si cabe, que en el Paleolítico cuando se cruzaba un nómada con un caballo salvaje mongol.
Pero como continúo creyendo en vuestros superpoderes, me atrevo a sugeriros que me traigáis varias cosas que me harían muy feliz. Algunas de ellas me gustaría que me las trajerais sí o sí, si no es mucho pedir, ya sé que sois caprichosos y luego hacéis lo que queréis.
Como primer deseo en la lista me gustaría que no volvieran a conceder la sede del Mundial a un país que no respeta los derechos humanos, relega a las mujeres y castiga al colectivo LGTBI+. Esto lo tenéis que hablar con la FIFA y sus miembros, uno por uno, que eligen las sedes de los mundiales. Por cierto, la elección de Rusia tampoco me hizo tilín para que lo tengáis en cuenta si hay una próxima ocasión.
Hablando de Rusia, me gustaría que dejara de una vez a Ucrania en paz y se sentara en el banquillo para responder por los crímenes de guerra que ha cometido. Para esto tenéis que hablar con el señor Putin, ese que hace magia como vosotros y misteriosamente consigue que desaparezca gente a su alrededor.
También me gustaría que el resto de guerras del mundo terminaran, pero creo que ni vosotros podéis conseguirlo. Me temo que es un mal endémico que no terminará nunca. Como tampoco la prepotencia de China y Estados Unidos… a ver si conseguís que dejen de mirarse el ombligo.
No quiero abusar porque sé que tenéis muchas casas con tantos niños que hay en el mundo, pero es importante que paréis cuanto antes el calentamiento global. No les mandéis más carbón, pero sí echadle la bronca a China, Estados Unidos, India y demás países que más CO2 expulsan a la atmósfera. De lo contrario, por muchas cumbres sobre el clima que convoquen los principales países del mundo a las que acuden sus líderes en aviones (¿no podrán hacerlo por esa cosa llamada Internet?), nos iremos al hoyo antes de tiempo. Incluido vosotros, entrañables viejecitos.
Por último, aunque hay muchas más cosas que apuntaría en la lista, os pido que cuidéis a nuestros sanitarios y a la Sanidad pública, un servicio universal tan indispensable en nuestras vidas que está completamente denostada y dejada en manos de políticos incompetentes. Pero de verdad el regalo que más feliz me haría es que todos los niños del mundo fueran felices y recibieran por lo menos un regalo.
¿Conseguiréis hacer los deberes? Os repito que este año he sido (muy) bueno. ¡Ah! y como último deseo os pediría una licuadora de vaso. En casa hacemos a menudo gazpacho y con eso de la obsolescencia programada nos ha durado la nuestra lo que duran dos hielos en un güisqui sabinero on the rocks.
Os mando un abrazo virtual y os recuerdo que os he dejado unos vasos de copa de balón y tenéis hielos del chino en el congelador. No os olvidéis de los dulces, que están dentro de mis apestosas zapatillas de casa. Bajadme la inflación y sed buenos.