Carlos Fonseca: "En la Transición hay muchas sombras que se tienen que contar"
Entrevista al escritor y periodista: "A veces uno tiene la sensación de que siguen existiendo las dos Españas".
Dos disparos en la cabeza a sangre fría en un descampado de San Martín de Valdeiglesias (Madrid). Horas antes había sido secuestrada la víctima: Yolanda González, una estudiante de izquierdas bilbaína de 19 años que vivía en ese momento en la capital. Los autores eran un grupo de la ultraderecha que la llevaban vigilando desde hacía tiempo y la matan como venganza por el asesinato de ETA de seis guardias civiles en Ispaster (Vizcaya) el 1 de febrero de 1980.
El periodista y escritor Carlos Fonseca (Madrid, 1959) se ha pasado años investigando el asesinato de esta joven, que marcó a toda una generación en la Transición. El resultado es el libroNo te olvides de mí, publicado por Planeta. Un retrato de no una época no tan modélica como la venden los políticos, donde mucha gente se jugó la vida en la calle para reconquistar la libertad en España.
¿Por qué se ha volcado en escribir sobre el caso de Yolanda González?
Entonces tenía yo veinte años, estudiaba Periodismo por la noche en la Universidad Complutense porque trabajaba por la mañana en un banco. Aunque es cierto que en aquella época hubo muchos estudiantes que perdieron la vida en manifestaciones, pero este caso me impactó de manera muy especial por las circunstancias que lo rodean. Es una chica que secuestran en su domicilio, la llevan a un descampado y le pegan cuatro tiros. Como un paseo de los que daba la Falange durante la guerra. Es un símbolo de una generación de jóvenes que en aquella época de la Transición se echa a la calle para traer las libertades y la democracia después de cuarenta años. En muchos casos se jugaron la vida y la perdieron.
Una de las conclusiones que saca es que la Transición no fue un periodo tan modélico como nos venden.
No pretendo echar por tierra los logros de la Transición, pero nos la han vendido como un periodo de absoluto consenso y de que no pasaba nada, que las libertades caían del cielo y de la actuación del rey y de Adolfo Suárez. Pues, mire, no fue así. La democracia no fue otorgada, sino conquistada. A parte del protagonismo de los políticos, se ganó también en la calle, en las huelgas laborales, en las reivindicaciones estudiantiles, hubo una generación que luchó por asentar unas libertades.
No es que se muriera Franco y España ya es una democracia. Antes del asesinato de Yolanda, tenemos la operación Galaxia y un año después está el golpe de Estado del 23-F. Ni la dictadura se terminaba de ir ni la democracia de llegar. Fue un periodo tremendamente inestable y había miedo e inseguridad, además de temor a una marcha atrás. Fue un periodo importante, pero además de las luces hay muchas sombras y hay que contarlo. Había un Franquismo sociológico que intentó hacer descarrilar el camino a la democracia.
¿Tenía poder entonces esa ultraderecha?
No nos equivoquemos, había sectores de las fuerzas y cuerpos de seguridad, de la judicatura y en el Ejército que eran claramente involucionistas. Protagonizaron campañas de desestabilización y el preámbulo del golpe de Estado, había que trasladar a la gente que esto era un desorden. Y, por otro lado, teníamos a una ETA que a pesar de la amnistía del 77 se convierte en un importantísimo factor de desestabilización, se llevaba por delante a ochenta o cien personas al año. Es una etapa muy interesante, pero hay muchas sombras que hay que contar. No pasa nada.
¿Queda todavía en España esa ultraderecha con tentaciones violentas?
No. Eso no significa que no haya nostálgicos de la dictadura, pero aquí no tenemos un partido de ultraderecha como puede haber en países de nuestro entorno, que han cogido como bandera la xenofobia. Hay una parte de la extrema derecha en la dictadura que continúa por esa vía en Fuerza Nueva y hay una parte que se incorpora a la Alianza Popular de Manuel Fraga. Fuerza Nueva fracasó en su carrera electoral y solo consiguió un único diputado en 1979 en la figura de Blas Piñar, y luego pasa a ser una fuerza extraparlamentaria. Lo que puede haber de extrema derecha lo tenemos hoy imbrincado en las formaciones de derechas.
¿Qué es que lo que más le ha impactado escribiendo sobre el caso de Yolanda?
Los testimonios. Estuve Navarra con Alejandro Arizcun y me comentó que habían discutido, habían regañado y habían medio hecho las paces. Me contó que les habían entrado en la casa unos meses antes y no se habían llevado nada, pero que estuvieron dudando de si denunciar o no: 'Pero me quedé con la copla de que teníamos que cambiar de casa'. Tenía ese pesar de 'y si nos hubiéramos ido'. También hablé con la otra compañera de piso. Te lo cuentan como si hubiera pasado ayer. Amaya, su hermana, recuerda cuando le dieron la noticia en casa y ese viaje en tren a Madrid durante la noche para velar el cadáver, con la angustia y desesperación de los padres.
¿Cree que hay arrepentimiento por parte de los asesinos de Yolanda?
No lo puedo saber, intenté recoger el testimonio de Emilio Hellín y me recibió en su despacho. Me dijo 'este es un tema del que no se sabe toda la verdad'. Le contesté que para eso estaba y me señaló: 'Ni siquiera yo la conozco'. Muy enigmático y no quiso darme su testimonio. Lo que se demuestra en la investigación es que miente de manera contumaz, cambia varias veces su versión. No sabes cuándo dice la verdad y cuándo miente.
El libro también nos deja un tema muy interesante: cómo Paraguay se convierte en refugio de la ultraderecha europea.
Por ejemplo, allí estuvo Mengele, que también fue a Brasil. Las dictaduras en aquella época, sobre todo en el cono sur, Brasil, Chile, Argentina y Paraguay, acogieron gente de toda Europa de extrema derecha. Fuerza Nueva tenía abierta una delegación en Asunción en aquella época. Lo que en ellos llaman el Archivo del Terror he encontrado mucha documentación sobre otros ultraderechistas buscados aquí y que se refugiaron allí. En el 89, el consuegro de Stroessner da un golpe y lo derroca. Quería dar una pátina de recuperar las libertades y coincide con que un periodista de Interviú descubre que Hellín se oculta allí. Y terminaron aceptando la extradición.
El Congreso de los Diputados ha aprobado el decreto para la exhumación de los restos de Franco. ¿Supone esto reabrir heridas como dice la derecha?
Ese argumento me resulta tan pueril... No, en absoluto, aunque a veces uno tiene la sensación de que siguen existiendo las dos Españas. Esto se tendría que haber hecho en los años ochenta o principios de los noventa. Lo debería haber hecho Felipe González. Es absolutamente anacrónico que en un país democrático haya un monumento a mayor gloria de los vencedores de una guerra civil producto de un golpe de Estado y que esté ahí el señor que durante cuarenta años estuvo al frente de la dictadura. ¿Abre heridas? Pues a lo mejor a los nostálgicos del franquismo alguna. Pero lo siento mucho, me parece que es un acto de salud democrática.
El líder del PP, Pablo Casado, habla de derogar la ley de memoria histórica y aprobar una de concordia. ¿Existe la tensión de volver hacia atrás en este tema?
No es que haya heridas que se reabran, sino que hay algunas que no se han cerrado. Lo que no es normal es que haya miles de personas enterradas en las cunetas. Tampoco es normal que haya un monumento a mayor gloria de un dictador ni que no tengamos en todo el país ningún museo ni centro que hable de un episodio tan importante como la guerra civil y la dictadura. Ni es normal que importante documentación que reclaman los historiadores para explicar con datos esta historia más reciente siga estando sometida a oscurantismo, por lo que hay que irse a archivos de otros países para indagar.
He escrito varios libros que tienen que ver con la memoria histórica y con la gente que he hablado, que vivió en la guerra, no he encontrado nunca ánimo de venganza o revancha. Lo que pasa es que la historia de los que perdieron la guerra no había habido ocasión de contarla. No tengo ningún ánimo de revancha, sino de que se cuente lo que no se ha contado. Pero da la sensación de que la historia de la dos Españas sigue estando ahí. No entiendo las abstenciones de PP y Cs. Se tenía que haber hecho hace un porrón de tiempo.
¿Utilizan los dirigentes el pasado para hacer política de presente?
Estamos viendo que sí. Cuando los partidos de izquierda pretenden hacer política de memoria que resarza el silencio que se ha mantenido durante muchos años, la derecha automáticamente recurre al argumento del enfrentamiento, de las dos Españas, de reabrir heridas y se niega a ello. Fíjate la polémica y el follón que tenemos montado con los restos de Franco, como pasó con el cambio de nombre de las calles de Madrid. Todo lo que tenga que ver con nuestra Historia reciente es un follón, no lo termino de entender. En la gente más joven hay un enorme desconocimiento. Hay que explicarlo sin voluntad partidista. Con el tema de la memoria, estamos a hostias.
Leyendo el libro uno ve la importancia de la investigación en el periodismo en un momento que vivimos a golpe de tuit.
Empecé en periodismo en el año 82 y, sobre todo, he hecho información de Interior. Tengo grabado el primer atentado que cubrí, el 4 de noviembre de 1982, que fue el asesinato en la Ciudad Universitaria del general Víctor Lago Román. A partir de ahí he seguido la historia de ETA hasta su desaparición. Yo tenía tiempo antes para tomar un café con un policía que a lo mejor ese día no me daba nada pero terminabas entablando una cierta relación y a las dos semanas resulta que esa persona va a tener acceso a algo o un dato. Los periódicos no mandan a la gente a los sitios, cada vez hay menos enviados especiales porque sale caro.
Tengo cincuenta y nueve años y perdí mi trabajo en periodismo hace año y medio, supongo que se me considera muy mayor para las nuevas tecnologías. Creo que el periodismo, sea en Internet o en papel, consiste en contar lo que pasa y, sobre todo, lo que el poder no quiere que se sepa. Eso es así, y tener fuentes, recursos y curiosidad. Internet ha hecho hasta ahora daño al periodismo. Lo que prevalece es la inmediatez, hay que contar lo que pasa en el mismo momento. No hay tiempo para indagar o ver si lo que se ha dicho es verdad o mentira. Se está haciendo un grave daño al ejercicio del periodismo, se ha bajado en calidad de la escritura y en profundidad. Nos estamos olvidando del periodismo de más calidad y con más sosiego. Todos contamos, salvo excepciones, lo mismo, con un título más o menos acertado. Unido a que el periodista hoy está más barato que el pollo, esta es la peor etapa de la profesión desde que la conozco.