¿Nos puede importar menos la guerra en Yemen?
El mundo desarrollado sigue construyendo su prosperidad en base al sufrimiento de los más desafortunados, como siempre ha ocurrido en la historia.
Por Kais Aliriani
Hace más de dos años, el 26 de marzo de 2015, el embajador de Arabia Saudí en Washington D.C (Estados Unidos) anunció una operación para "restaurar el gobierno legítimo del presidente Hadi" en Yemen. El 14 de abril, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas publicó una resolución pidiendo a los rebeldes hutíes que habían invadido la capital yemení que se retiraran. Esta resolución "elogiaba" los esfuerzos de los países del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) por "apoyar el proceso de transición" en Yemen.
Esta misma resolución no hacía mención al hecho de que la guerra que está teniendo lugar en Yemen está dirigida, de hecho, por Arabia Saudí y una coalición de 12 países, entre los que se incluyen los países del CCG. Esta resolución ignoraba la declaración del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos que denunciaba el primer asesinato en masa cometido por la coalición dirigida por Arabia Saudí en el que murieron 17 civiles y 35 fueron heridos debido a un ataque aéreo en el campamento para personas internamente desplazadas de Al-Mazraq.
Desde que los saudíes comenzaron esta guerra, han suprimido cualquier intento de hacer públicas sus violaciones del derecho internacional humanitario en su campaña contra Yemen. Han aprendido a callar a los medios y distraer la atención de la trágica guerra que está viviendo Yemen y han conseguido comprar, literalmente, el silencio de países conocidos por su fuerte apoyo a los derechos humanos, como es el caso de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. En Estados Unidos, por ejemplo, Arabia Saudí ha contratado a un gran número de empresas de relaciones públicas para ayudarles a "mejorar la imagen de Arabia Saudí".
Y, en gran medida, los saudíes han conseguido que la guerra de Yemen no tenga cabida en los medios. Irónicamente, muchos medios a nivel mundial la llaman "la guerra olvidada". No obstante, estos intentos por parte de Arabia Saudí no lograron impedir que muchas organizaciones internacionales informaran de los delitos de guerra cometidos en Yemen. Human Rights Watch y Amnistía Internacional, por ejemplo, han informado en repetidas ocasiones sobre los ataques deliberados contra civiles, los asesinatos en masa y la infraestructura civil de la coalición dirigida por Arabia.
Los bombardeos aéreos que esta coalición ejecuta sin piedad y de manera continua (se estima una cifra de entre 70.000 y 80.000 ataques en un año) no ha conseguido destruir las capacidades militares de la milicia hutí, que a día de hoy aún tiene el control sobre la mayoría de las áreas habitadas de Yemen. Sin embargo, ha asesinado a miles de civiles y ha tenido un efecto devastador en la infraestructura del país. De acuerdo con los informes internacionales, han sido asesinados entre 3.000 y 7.000 civiles y han sido heridos alrededor de 30.000, la mayoría como consecuencia de estos ataques aéreos.
Los medios occidentales rara vez informan sobre Yemen, y si lo hacen mencionan el término "guerra civil". En caso de que se mencione a Arabia Saudí en ese contexto, este país es presentado como un héroe que lucha contra la expansión de la influencia de Irán en esa región. Apenas se hace mención a cómo y por qué uno de los productores de petróleo más ricos del mundo está llevando a cabo una guerra contra uno de los países más pobres acompañado por 12 compañeros de coalición, Reino Unido y Estados Unidos. Las catastróficas consecuencias de que esta coalición bombardee y asedie Yemen y el sufrimiento de más de 25 millones de yemenís, en cambio, son ignorados. Según los informes de las Naciones Unidas, más del 80% de la población de Yemen necesita asistencia humanitaria.
Ya han pasado más de dos años desde que esta coalición inició la guerra contra Yemen, y los esfuerzos por investigar las violaciones del derecho internacional humanitario han fracasado debido a la influencia de Arabia. Los intereses económicos y políticos subyacentes en esta guerra son demasiado obvios como para ignorarlos. A lo largo del año pasado, Arabia Saudí ha comprado armas por valor de 12 mil millones de dólares (10,2 mil millones de euros) a Francia, 8 mil millones de dólares (6,8 mil millones de euros) a Reino Unido, 15 mil millones de dólares (12,7 mil millones de euros) a Canadá y 20 mil millones de dólares (17 mil millones de euros) a Estados Unidos. Estos países están demasiado involucrados en la guerra como para tomar medidas significativas. La cuestión no es si Arabia Saudí está llevando a cabo una guerra justa contra Yemen o si está violando las leyes de guerra. No, desgraciadamente, la cuestión es: ¿qué consecuencias tiene oponerse a los saudíes? Países Bajos es el único país que ha prohibido exportar armas a Arabia Saudí.
Esta guerra dirigida por Arabia Saudí contra Yemen no solo ha violado las leyes de la guerra mediante ataques deliberados contra civiles, sino que está poniendo en peligro el futuro de la existencia de un estado yemení, atacando las instalaciones del gobierno, sembrando el caos y abriendo el camino a grupos fundamentalistas como ISIS y Al Qaeda en la península arábiga.
Queremos pensar que vivimos en un mundo civilizado en el que el derecho internacional humanitario rige las prácticas de guerra. Pero esto no es más que una utopía. La ironía reside en que el mundo desarrollado sigue construyendo su prosperidad en base al sufrimiento de los más desafortunados, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia.
Kais Aliriani es estudiante del Máster de Resolución de Conflictos y Coexistencia en Heller School. Le interesa la resolución de conflictos y el papel que desempeñan los intereses políticos en la guerra.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.