Buscando instrucciones para tratar con mi dragón
A pesar de considerarse animales mitológicos, yo debo decir a mucha honra que una vez encontré uno muy cerquita de la costa del Pacífico. Estaba ahí, escondido detrás de una piedra, cerca del malecón a la vuelta de mi casa en Lima. Aunque costó, logré que se acercara un poquito a mí. Al principio, escupió tanto, pero tanto fuego que me quemó el saco y parte de mi pelo. Pero, después de un rato- y varios pelos quemados- se acomodó a mi lado y me miró a los ojos.
Quedé encantada.
Éramos como dos niños mirando el ocaso una tarde de marzo, uno al lado del otro. Suspirando. Hasta que en un momento me miró fijo a los ojos y sonrió, para luego con sus alitas, volar hacia el cielo.
No lo quise retener, tampoco atiné a nada.
Lo dejé ir.
¿Cuántas personas en el mundo pueden decir que han visto dragones? Luego investigando un poco, especialmente por el barrio chino en Belgrano de Buenos Aires, averigüé que a los dragones uno los puede encontrar en los lugares menos pensados. Que ellos se hacen visibles cuando uno está preparado para verlos.
Hace poquito nomás, una tarde de sol, caminando por la Plaza Arenales me pareció ver a un dragón. Cuando me acerqué, vi que era un dragoncito bebé que apenas caminaba. Sus alitas parecían estar falladas y su mirada era pícara. Al querer tocarlo, escupió fuego y puso cara de malo, por lo tanto, decidí dar un paso atrás. Pero al ver mi cara de terror, cambió su gesto y me sonrió.
Se ve que no está acostumbrado a tratar con chicas y no sabe como hacerlo. Así que desde ese momento adoptamos una rutina semanal de encontrarnos en la plaza y estudiar nuestros movimientos y nuestros gestos.
Creo que con el tiempo, quizá logre que nos sentemos uno al lado del otro y si tengo suerte, vendrá a casa a conocer a mis amigas.Yo no estoy acostumbrada a tratar con dragones, pero no sé porque tengo el presentimiento de que este dragón y yo vamos a ser muy amigos.
Que el tiempo diga.