Las claves de la semana: Soplar y sorber, no puede ser
Si Rivera ha decidido jugar en el campo de la derecha, y quiere gobiernos de derechas, necesita a las otras derechas. VOX es imprescindible para su estrategia.
La derechita cobarde, la veleta naranja, la derecha moderna… y ahora la derecha tabernaria. Ya están todos. A la gresca y negándose los unos a los otros como si no se necesitaran, pero retratados al fin y a la postre. La guinda la ha puesto esta semana VOX. Lean, si antes no lo habían hecho: “El colmo de la jeta. Dile al acojonado y sinvergüenza de tu jefe que se deje de cordones sanitarios, de lamerle el culo a Macron y que os permita sentaros en una mesa y llegar a acuerdos como gente normal…”.. El entrecomillado salió de su cuenta oficial de twitter y el destinatario era Albert Rivera. ¡Como para tenerlos de aliados!
Con estos mimbres la derecha española pretende hacer el cesto del poder institucional local y autonómico de los próximos cuatro años. Cualquiera recibe semejante mensaje y se carga de razones para negar el entendimiento. No habría mejor argumento a favor de un cordón sanitario. Ni por esas. Después de leerlo la cúpula de Ciudadanos -Villegas, para ser más exactos- se sentó con VOX con intención de salvar la investidura de un presidente de derechas en Murcia. Dirán que Villegas no es Rivera, que un café no es un acuerdo, que solo se miraron a los ojos en una cita discreta de cuatro horas…
Pero a estas alturas Rivera se ha convertido en el máximo exponente de la hipocresía y la incoherencia. Se vale de los votos de los de Abascal en ayuntamientos y autonomías, pero se niega a un acuerdo explícito con ellos. Y mucho menos a una fotografía. Cuestión de tiempo. Abascal no va de farol y de momento ha hecho que la investidura del popular López Miras fuera fallida en su primer intento, después de que un Girauta de verbo suelto soltara aquello de: “Lean mis labios. Ciudadanos no negocia acuerdos programáticos con Vox”.
Ciudadanos logró la engañifa en el Ayuntamiento capitalino y arrastró al ridículo a Martínez-Almeida, que tuvo firmar un pacto con ellos y otro distinto con VOX. Todo para que Villacís pudiera lucir en su tarjeta de visita el cargo de vicealcaldesa. Se equivocaron al negar a los ultras porque ahora se han revuelto y han frustrado la investidura murciana. La Comunidad de Madrid puede ser la próxima plaza en la que Abascal dé la estampida y convierta a Díaz Ayuso en víctima colateral de la engañifa del Consistorio capitalino.
La ultraderecha no va de farol. Y lo de soplar y sorber a la vez, ya se sabe, que no puede ser. Alguien debería hacer ver a Rivera que no se puede hacer dos cosas contradictorias, según le convenga. Si ha decidido jugar en el campo de la derecha, y quiere gobiernos de derechas, necesita a las otras derechas. VOX es imprescindible para su estrategia. Dos más uno son siempre tres y no se puede borrar al tercero cuando sus votos son los que dan el poder, y por más que la política, como el ajedrez, sea un juego de estrategias en el que se muevan fichas, se sacrifican piezas o se intercambien figuras. Al final, lo que parece siempre es.
Hasta aquí las novedades en el juego de sombras en el que se ha convertido la política autonómica. En la esfera nacional, estén atentos porque entramos en tiempo de descuento para la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Arranca el día 22 y todo indica que también será fallida. En otoño, si Sánchez e Iglesias no lo remedian, volveremos a las urnas.
Hemos pasado de la fase de tanteo a la construcción de los relatos y en La Moncloa no irán más allá de la oferta de Sánchez a Iglesias de sentar independientes sugeridos por Podemos en la mesa del Consejo de Ministros. Esta semana estamos más cerca aún del choque de trenes, a tenor de la ironía con la que los morados han recibido la propuesta del presidente en funciones. Y eso que en el PSOE y en el Grupo Parlamentario Socialista hay pavor a la repetición de elecciones.
La distancia entre la calle Ferraz y La Moncloa supera ya en mucho los 3 kilómetros que en el mapa separan la sede socialista de la de la Presidencia del Gobierno. No todo el mundo comparte la lectura del jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, sobre las ventajas para el PSOE de una repetición de elecciones. Los datos del último CIS han venido a dar la razón a aquellos que desde hace semanas hablaban del hartazgo social por una política líquida dispuesta a convertir en gaseosa la XIII Legislatura sin haber arrancado.
El PSOE rozaría, según el “laboratorio Tezanos”, el 40 por ciento en intención de voto, pero los políticos y los partidos se consolidan como el segundo problema de los españoles, solo por detrás del paro. Dos datos, sin duda, a tener en cuenta ya que, pese a que los socialistas serían los más beneficiados por una repetición electoral, el factor hartazgo podría llevar a un alto nivel de abstención que diera al traste definitivamente con la posibilidades de Gobierno para la izquierda. Y es que el enfado es de tal calibre que un tercio de la ciudadanía cita la política como una de sus principales preocupaciones. Cifra récord sin duda que, de pasarse por alto, situarían a Sánchez y al PSOE al borde del abismo.
Por eso son más ya en el Gobierno y el PSOE los partidarios de ponerse a trabajar en serio y con documentos de por medio para la investidura que quienes hasta ahora solo han hecho cálculos partidarios, además de filtraciones interesadas para doblar el pulso un día a Podemos, otro a Ciudadanos y, al siguiente, al PP para que faciliten la gobernabilidad de España.
Se trata ahora de cargarse de razones y contenidos para que a Iglesias no le quede más remedio que decidir entre un Gobierno progresista con dos o tres carteras presididas por independientes cercanos a Podemos o aparecer ante la opinión pública como responsable de una segunda repetición electoral. Esto ya solo va de ganar el relato porque lo de soplar y sorber, en la izquierda tampoco puede ser. Y es a lo que se ha dedicado Sánchez en las últimas semanas con su fallida pretensión de que Ciudadanos apoyara su investidura mientras pedía lo mismo a Iglesias.