"La culpa la tenemos todos": la dura reflexión tras este vídeo de la aleta seccionada
Hay que hacer un ejercicio de autocrítica.
Estás a punto de ver un vídeo que te romperá el corazón. Si tienes un poco de sensibilidad con los animales y con el medio ambiente, la historia que Francis Pérez vivió el 27 de marzo y compartió en redes el 16 de abril te removerá la conciencia. ¡Nos estamos cargando el planeta!
“Fue uno de los días más duros que he vivido en el mar”, arranca la publicación de su cuenta de Facebook, con seis fotos y un vídeo. Tuvo que fotografiar y grabar a una cría de calderón tropical con la aleta caudal seccionada y ver cómo lo ejecutaban después.
Según escribe, pensó al principio que los cortes fueron causados por mordidas de un tiburón, pero luego supo que “fueron causadas por un animal irracional: el hombre”. En concreto, por un objeto afilado, tipo la hélice de una embarcación.
Las fotos y el vídeo, con más de 77.000 reproducciones, van acompañados de una reflexión que tardó días en hacer porque tenía que asimilar lo que había vivido para poder contarlo con cabeza, superada ya la rabia y la impotencia. “Es el momento de hacer reflexión y no de buscar culpables”, añade.
Tras este duro mensaje de autocrítica, Pérez pasa a dar los detalles de cómo sucedieron los hechos en la zona sureste de Tenerife.
— “Recibí una llamada de Jacobo Marrero, de la Asociación Tonina: ‘Nos han avisado de los barcos de avistamiento de que han encontrado un calderón tropical con un corte importante en la aleta caudal, estate atento por si lo ves, voy para allá’. (...) No fue difícil encontrarlo, no iba a llegar muy lejos sin propulsión”.
— “Lo primero fue lanzarme al agua para fotografiarlo y ver realmente lo que tenía, ya que desde superficie es difícil ver el alcance de las heridas. Lo que vi y oí lo pueden apreciar en el vídeo adjunto”.
— “Desde el barco y aún mojado enviamos las fotos al Centro de Recuperación de Fauna del Cabildo, La Tahonilla. La espera fue larga, no sabíamos qué iba a pasar pero no podíamos dejar allí sólo al animal mutilado, durante la espera los dos barcos nos manteníamos alejados del calderón un poco para no ponerlo nervioso y no oír sus continuos sonidos”.
— Y después, llegó lo peor: “El veterinario responsable, de forma decidida, nos dijo a todos: ’Código deontológico de veterinaria: Animal con heridas físicas que comprometen su vida y síntomas de sufrimiento por causas antropogénicas, Protocolo= Eutanasia”.
— “Venía la parte más dura y complicada. Improvisamos una camilla con una red, y después de varios intentos logramos posar al calderón, éste no hacía sino emitir sonidos de llamada a la familia que andaba por debajo del barco, era una situación agónica, todos sufríamos con cada sonido, con cada exhalación de aire salida por el espiráculo”.
— “Nunca antes había tocado a un calderón, pero puse mi mano sobre su enorme cabeza y sentí cómo su vida se iba apagando poco a poco, no lo olvidaré jamás. Detrás de mí, sensación de alivio y llantos de los compañeros, en mí, una sensación de culpabilidad tremenda. Era una cría de entre 6 y 8 meses, la llamamos Hope”.
Su relato termina con una llamada a la reflexión: