Ataque a los inmigrantes en el metro... y también en la Asamblea de Madrid
Díaz Ayuso se hizo la víctima culpando a diferentes regiones de madrileñofobia durante el verano… culpas y más culpas a echar, pero nunca a asumir.
Esta última semana se ha hablado de la inmigración en la prensa, y en las redes sociales.
Una de las noticias tuvo que ver con las desagradables imágenes de un ataque por parte de tres menores de edad a una pareja de ciudadanos en un vagón de metro de Madrid, que quizás sean tan españoles como ellas, y que son ciudadanos que ya de momento aportan mucho más a nuestro país que esta pandilla.
Este ataque demuestra fallos en muchas áreas diferentes, desde la educación a los valores que nuestra sociedad inculca en los menores, y evidentemente en las familias.
Mucho se puede mejorar, y yo me pregunto cómo es posible que solo una señora que graba la escena sea la que se enfrenta a estos ataques… qué hace que la gente se esconda y no den un paso adelante para dejar claro que la mayoría estamos en contra de estos comportamientos.
No solo no hay cambios de actitudes, sino que una de las implicadas, regodeándose en la fama de mala de barrio, grababa desde su móvil un vídeo en el que aparte de insultar, recalcaba que así es como piensa y punto… sus padres, lejos de castigar, requisar el móvil y corregir sus actos, estarán ahora sentados en el sillón de casa culpando a la sociedad lo mala que les ha salido su hija.
El problema en este caso es la actitud de los que mandan.
La señora Díaz Ayuso entró al ruedo tropezando con un tuit en el que yo no entendí ninguna ironía, y desde su posición, se refirió a la pareja agredida como “panchitos”, perpetuando o legitimando que se usen términos despectivos.
Boris Johnson, político de su palo (misma ideología y “moralidad”) ya hablaba de los picanninies, término racista y despectivo para hablar de hijos de ciudadanos negros, o de las “sonrisas de melón” dirigidas a la misma minoría.
La corrección política por parte de los líderes marca líneas en el suelo que los ciudadanos suelen respetar, y solo cuando ciertos términos desaparecen de primera línea, entonces van desapareciendo de las conversaciones a pie de calle.
A mí me sorprendía cuando volvía a España ver algunas series de televisión en las que las sonrisas enlatadas respondían a un jefe fascista llamando “Machu Pichu” a un actor… poco se ha mejorado, y Pablo Motos hace preguntas de carácter sexual a una niña de nueve años…
El Twitter de Díaz Ayuso combinado con su locuacidad no son su mejor arma, pero más grave, mucho más grave, es lo que en la Asamblea de Madrid, con luz y taquígrafos y en un texto escrito por ella o sus secuaces, trataba de poner la presión en la crisis del coronavirus, en los modos de vida de los inmigrantes.
¿Inmigrantes que hacen las cosas de manera muy diferente?
¿Inmigrantes que no salen como los muy y mucho españoles de Núñez de Balboa a inundar una calle con cacerola en mano? ¿O que quizás no se sientan en las terrazas de la capital sin 2 metros de separación y sin mascarilla? ¿O quizás los jóvenes y no tan jóvenes que van a los toros, a ver a Taburete o hacen botellón?
Ella habla de los distritos del sur porque en las zonas pudientes de Madrid, evidentemente la propagación es diferente… le falta hablar de rasgos genéticos diferentes o del RH+ de ciertas zonas.
Ya culpó al Gobierno central por imponer un estado de alarma, luego culpó al Gobierno central por no imponer un estado de alarma, se hizo la víctima culpando a diferentes regiones de madrileñofobia durante el verano… culpas y más culpas a echar, pero nunca a asumir.
Madrid lidera en Europa la liga de infecciones de covid-19, pese a quien le pese, y el último capítulo en el que el nuevo culpable es el inmigrante y “sus modos de vida” toca la fibra a muchos que somos inmigrantes en nuestros países de acogida y que vemos como hay políticos de cierta calaña, como Nigel Farage, Priti Patel, Boris Johnson, Trump, Salvini y una larga lista, que nos utilizan para culpar a sus sociedades de los fallos, crisis, y problemas que surjan.
El ataque a los jóvenes en el metro, que Díaz Ayuso generaliza en la Asamblea de Madrid, es un ataque a todos los que migramos, y demuestran la bajeza moral de aquellos que mandan y pactan con la peor ultraderecha que hemos tenido en España desde la Transición.
La Ley de Memoria Histórica que se está comenzando a discutir esta semana podrá corregir y restituir derechos que nunca debieron perderse, pero hay que tener en cuenta que los discursos y nivel de debate está trayendo un componente muy peligroso, y esa ley de memoria histórica quizás tenga que plantear qué se hace con los que defienden posturas preconstitucionales en el presente y qué se hace con quien esparce odio y utiliza colectivos desfavorecidos como chivo expiatorio.
Nadie en Reino Unido, en plena guerra dialéctica sobre el Brexit, ha tenido el valor de cruzar la raya que la presidenta de la Comunidad de Madrid ha cruzado. Sí, los xenófobos nos usaron como excusa para votar una salida de la Unión Europea, y el “exceso de inmigrantes” fue usado en plena campaña previa al referéndum, pero nadie ha bajado tanto como Díaz Ayuso, apuntando con el dedo a la inmigración en plena pandemia cuando ella sola, bueno ella y su ineptitud, han logrado en las 2 olas de la COVID-19 ponerse a la cabeza en datos negativos en Europa.
Los inmigrantes usamos mascarillas, trabajamos desde casa, no vamos a los toros ni a Núñez de Balboa a manifestaciones pueriles ni exigimos pasar de fase a ningún gobierno. Los inmigrantes en España y en Reino Unido somos muy parecidos a los nacionales, mucho; de hecho, somos iguales y no varía la manera de enfrentarnos a una pandemia.
Díaz Ayuso, la que echa de menos el tráfico y la que dice que ha tenido que ir “en contra” de sus “principios” obligando lo que ella denomina “corte inasumible” en el ocio nocturno, culpa al resto del mundo.
Pues a mí, el cuerpo me pide una dimisión.