Así es el retrato demográfico de las víctimas del coronavirus
España está siendo especialmente golpeada por esta crisis.
Por Rafael Puyol, catedrático de Geografía Humana. Presidente de UNIR y responsable de Relaciones Institucionales de The Conversation España, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja:
Muy pocos podrían imaginar que una dolencia exógena, en tiempos en los que la mayoría de la gente se muere de enfermedades endógenas, podría provocar tantos fallecimientos y consecuencias tan graves. La COVID-19 ha hecho estallar una suerte de tercera guerra mundial, que es la primera en la que las personas no se matan entre sí, sino que luchan juntas contra un enemigo común que ataca con rapidez y de manera silenciosa y que pone de manifiesto que si hay enemigo pequeño.
Algunos parientes cercanos ya provocaron episodios mortíferos anteriores, pero no de la envergadura del actual por la tasa de mortalidad que causa y por las serias consecuencias económicas que engendra. Si no fuera tan real, se podría decir que la situación que vivimos se asemeja una verdadera distopía demográfica que provoca en la gente un miedo cerval.
España está siendo especialmente golpeada por esta crisis. Para un demógrafo, preocupado, entre otras cosas, por la vida y la muerte, el análisis de la pandemia se convierte en un objeto casi obligado de estudio y de reflexión. Para ello pretendo ofrecer un cuadro de la situación española referido al día en que escribo (28 de marzo), es decir realizar lo que los estudiosos de la población llamamos un análisis transversal o del momento, en oposición a las aproximaciones longitudinales que ya habrá tiempo de realizar cuando esto acabe.
Mi objetivo es doble: por un lado, situar a nuestro país en el ámbito internacional y, por otro, presentar la situación española de la mortalidad por coronavirus, por regiones, por sexo y edades y hacer un estudio comparativo con las principales causas de fallecimiento que tiene, en la actualidad, la sociedad española.
Con datos de las seis de la tarde del sábado 28 de marzo, España tenía 72 248 casos confirmados que representan el 23 % de los existentes en Europa y el 14 % a nivel global.
En el viejo continente estamos por detrás de Italia (80 539) y por delante de Alemania (42 288) y Francia (32 964) y a mucha distancia de las bajas cifras que presentan los países nórdicos (Noruega, 3 156 casos, Suecia 2 866, Finlandia, 958), todos ellos con poblaciones absolutas muy pequeñas. Al contrario de lo que ocurre en EEUU con cerca de 87 000 contagiados en un censo de 329 millones de habitantes.
En cuanto a los fallecimientos la clasificación la encabeza Italia con el 37% del total mundial, seguida de España (22 %) y China (15 %). Sorprende la baja mortalidad de Alemania con menos del 1% de las defunciones planetarias.
Centrándonos ahora en la mortalidad de España (5 690 fallecidos a 28 de marzo), la Comunidad de Madrid ostenta el nada envidiable récord de muertos, con casi la mitad. Las demás comunidades autónomas están, por el momento, lejos de esas cifras. Cataluña registra un 18 % de las muertes, Castilla-La Mancha, el 5,1%, y el País Vasco el 4,2%.
La clasificación cambia un poco si nos atenemos al volumen de curados. Madrid llega al 54%, Cataluña sube al 25%, el País Vasco alcanza casi el 9% y lo que más sorprende es el reducido valor de Castilla-La Mancha, con solo el 1,6% de personas reestablecidas.
Por sexos (análisis a partir de 34 240 casos notificados con información de edad y sexo), los varones (62%) se mueren en mucha mayor proporción que las mujeres (38%). Si se tiene en cuenta que en la mortalidad general éstas últimas suponen el 49,3% de las muertes, podemos decir que el coronavirus se muestra especialmente benigno con ellas. Es una prueba más de su mayor resistencia que se traduce en sus más elevadas esperanzas de vida.
Por edades, la mortalidad afecta sobre todo a las personas con 70 años y más (86,5 % de los fallecidos) y de una manera muy especial a las que tienen entre 80 y 89 (44,5 %). No son cifras muy alejadas de los que cada año se mueren con esas edades. En 2018 el 80% de los fallecidos tenían más de 70 años y el 38 % entre 80 y 89.
Lógicamente, los fallecidos por coronavirus incrementarán en 2020 los porcentajes generales de esos grupos.
En sentido opuesto, los menores de 50 años solo representan el 2,3 % y, si diferenciamos los tramos de edades por sexos, los varones se mueren más que las mujeres en el grupo de 70 a 79 años y éstas más que los hombres en los tramos de 80 a 89 y 90 y más. En cuanto a las tasas de letalidad, insignificantes hasta los 50 años (0,4 %), se disparan entre los 80-89 años(14,2 %) y a partir de los 90 años (18,5 %).
No sabemos a qué cifra llegarán los fallecidos actuales. Mi intención final es ofrecer algunos datos de los fallecidos en 2018 para que sirvan de elemento de comparación provisional.
En ese año el conjunto de enfermedades infecciosas y parasitarias produjo 6 398 muertes, de las cuales 423 fueron por sida. La gripe solo causó 1 852 fallecimientos, pero las neumonías 10 415, el Alzheimer casi 15 000 y la diabetes casi 10 000. Los diversos tumores se llevaron a casi 113 000 personas y las enfermedades del aparato circulatorio a 121 000.
En cambio, los accidentes de tráfico solo mataron a 1 896 y los suicidios, esa forma de despedirse a la francesa de este mundo, a 3 539. Hoy por hoy los muertos por coronavirus se acercan a los producidos por el cáncer de próstata entre los hombres (5 841) y al de mama entre las mujeres (6 621).
Como decía, no sé a qué cifras llegaremos; lo único seguro es que aumentará la cantidad de muertos provocada por agentes externos y muy particularmente hará escalar a las neumonías en el ranking de la mortalidad. Que no suban a cotas muy altas es cosa de todos.
Solo unidos podemos darle plantón al virus. Y se lo daremos, ya verán. Cuídense mucho.