Así cambió el 15-M nuestras vidas
El mayor valor del movimiento de los indignados es simbólico, pero no por eso deja de ser importante en la Historia
La mecha estaba prendida, pero el 15 de mayo de 2011 se avivó la llama cuando decenas de miles de personas marcharon en Madrid bajo el lema “Democracia real ya. No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. La protesta evolucionó en una acampada de tres semanas en la emblemática Puerta del Sol. Fue el kilómetro cero de una indignación que se extendió por decenas y decenas de plazas de toda España.
Sin apenas organización, ni líderes fijos ni propuestas concretas, el 15-M pasó a ocupar portadas de prensa, nacionales e internacionales. Fue ejemplo para otros movimientos y sacó de su letargo a miles de españoles en un momento en el que parecía imposible influir en la Política. Hay quien sitúa el 15 de mayo como el principio del cambio de la vieja a la nueva política.
El fin del bipartidismo tradicional
Parados, desahuciados, jóvenes sin futuro… Miles de personas confluyeron en el momento perfecto para que el hartazgo hacia la clase política y económica se hiciese colectivo. Uno de los lemas del movimiento fue “PSOE, PP, la misma mierda es”, como crítica al bipartidismo existente desde 1982. Los logros no fueron inminentes: en las elecciones generales de ese noviembre se volvió a imponer el PP. Tuvieron que pasar tres años para que Podemos, un partido surgido de las cenizas del 15-M, lograra cinco escaños en las elecciones europeas. Un preludio de lo que pasaría en los comicios municipales y autonómicos de 2015.
“Si quieren cambios, que se presenten a las elecciones”, comentaron más de una vez desde el PP. Lo que quizá no se imaginaban es que algunos indignados les harían caso. Tras las elecciones municipales de 2015, varios ayuntamientos pasaron de estar regidos por partidos tradicionales a estar liderados por las “candidaturas ciudadanas”. Los llamaron ‘los ayuntamientos del cambio’. Entre ellos, el de Madrid, con la abogada laborista Manuela Carmena y el de Barcelona, con Ada Colau, conocida activista de la Plataforma Antidesahucios (PAH). “Si estamos aquí es consecuencia del 15-M”, reconoció más de una vez la ahora exalcaldesa de Madrid. Otras grandes ciudades en las que estas candidaturas alcanzaron el poder fueron Cádiz, Zaragoza o Coruña.
Meses más tarde, Podemos entró como tercera fuerza política a un ya fragmentado Congreso de los Diputados que había perdido la combinación de rojo y azul. Las rastas, los vaqueros, las camisetas y las bicicletas ya estaban en el Parlamento, otra de las consecuencias del 15-M. En noviembre de 2019, Sánchez ganó las elecciones y contó con los de Iglesias en el poder, formando en enero de 2020 un Gobierno de coalición. Algunos de quienes lucharon contra el bipartidismo y participaron en el 15-M forman hoy parte de ese gobierno.
El aumento de la participación ciudadana en política
“Dormíamos, despertamos”, se podía leer en una pancarta colgada en la bóveda del metro de la Puerta del Sol en 2011, mismo lugar en el que hay hoy una placa en homenaje al movimiento. Y era cierto. Si algo hizo el 15-M fue aumentar el interés de los españoles por la política y cambiar la forma de verla. En enero de 2011, según datos del CIS, sólo a un 7,8% de la población le interesaba “mucho” la política y a un 17,7% le interesaba “bastante”. Cinco años después, en 2016, los porcentajes alcanzan el 10,8% y 29,3% respectivamente. En la población joven, arrasada por una crisis económica que los había dejado sin expectativas de futuro, las cifras aumentaron aún más.(a cuánto? da el dato porque después calzas eso y queda raruno)
En el estudio de CIS tras las elecciones de 2019, un 9,9% de españoles estaba “muy” interesado en política y un 31,9% “bastante”.
Una de las batallas de los indignados fue poner en valor la importancia de la acción colectiva y la participación ciudadana. Pusieron en marcha procesos de democracia deliberativa, con asambleas maratonianas en las que cualquiera podía dar su punto de vista y en las que se votaban las propuestas entre todos. El 15-M puso sobre la mesa la necesidad del acercamiento de la clase política a la sociedad civil, dejando a un lado durante unos meses la dicotomía de izquierda-derecha y dando fuerza a la de “los de arriba” contra “los de abajo”.
Aunque este ciclo también se cerró “a partir de la llegada de Sánchez en 2018, de la llegada de Sánchez y del giro de Podemos a Unidas Podemos”, Entonces, se volvió a construir un “bloque de izquierdas y uno de derechas”, señala Ramón Espinar, exsecretario general de Podemos que militó en el 15-M y en Juventud Sin Futuro. “Entonces, PSOE y PP dejan de ser la misma mierda para convertirse en alternativas, antes con mayoría absoluta pero ahora con bloques”, asegura el también politólogo.
Años más tarde, los ayuntamientos del cambio trataron de canalizar la voluntad de participar en las políticas públicas con debates y buzones de propuestas en su página web, siguiendo el modelo de una democracia más participativa que pedían en el 15-M. Ahora Madrid habilitó en la web del ayuntamiento un buzón de propuestas. Si alguna obtenía el respaldo suficiente, comenzarían a debatirse y tramitarse. También se tomaron medidas de este tipo en Barcelona, Cádiz, Coruña o Zaragoza. Combinaban el debate y la participación virtual con la presencial.
Las redes como medio de movilización y transmisión del descontento
Si algo fue vital para el nacimiento y la fuerza que tuvo el 15-M, fueron las nuevas tecnologías. En especial, las redes sociales y la difusión que se hizo a través de las mismas. Tanto las primeras manifestaciones como el seguimiento del funcionamiento de las acampadas se narraron casi en directo. “Acabamos de acampar en la Puerta del Sol de Madrid, no nos vamos hasta que lleguemos a un acuerdo. #acampadaSol”, fue el primer tuit de la cuenta @acampadaSol, que formaba parte de las vías de comunicación de la acampada.
El fenómeno de los indignados fue capital para que Twitter se convirtiese en una herramienta de comunicación ciudadana en España, tomando como ejemplo la Primavera Árabe. Como indica el investigador de movimientos sociales Víctor Sampedro en su artículo La red era la plaza, “el 15-M demostró la potencia de las redes para autoconvocarse y recabar apoyos sin fronteras”. Además, “las redes aceleran el modo de intervención” de la ciudadanía en estos procesos.
Desde entonces, es raro que las convocatorias sociales de protestas y manifestaciones no tengan eco en las redes sociales. Desde la PAH hasta el movimiento feminista, utilizan Twitter, Instagram y las redes de mensajería como Whatsapp para propulsar sus propias convocatorias, pedir ayuda ante desahucios o informar sobre las acciones de protesta que se llevarán a cabo.
La corrupción y el caso Bankia
La corrupción de la clase política y de algunos empresarios fue una de las cuestiones que propulsaban el hartazgo de la población y una de las claves para que naciese el 15-M. Los indignados trataron de convertirse en el cortafuegos definitivo.
De hecho, en la Asamblea de Barcelona del 13 de mayo de 2012, primer aniversario del 15M, se creó la plataforma 15MpaRato, que presentó una querella contra los consejeros de Bankia costeada con un crowdfunding. El ‘caso Bankia’ acabó con 33 exconsejeros de la empresa imputados, entre los que se encontraban directivos de la entidad como Rodrigo Rato, condenado a prisión o Miguel Blesa, que se acabó quitando la vida.
La “transparencia” fue uno de sus grandes mandatos. Dos años después, en 2013, se aprobó una ley de Transparencia en España que pretende reforzar el derecho de los ciudadanos a acceder a la información sobre actividades públicas y comienza un proceso de limpieza y acceso a la información pública.
Un nuevo discurso político: feminismo, ecologismo…
“Transparencia”, “participación”, “democracia deliberativa”... Estos términos empezaron a formar parte del imaginario colectivo. Así como nuevas formas de hacer política. Aunque el movimiento ecologista o el feminista existían mucho antes del 15-M, fueron dos corrientes que atravesaron todas las propuestas de los indignados y también pasaron a ocupar el centro del debate político tras la irrupción de nuevas fuerzas en el Congreso. Los políticos -cada partido a su manera- cogieron el testigo de algunas demandas principales del movimiento como el acceso a la vivienda, el fin de los recortes sociales, una redistribución de la renta, etcétera y los incluyeron en sus programas.
La aparición de nuevos movimientos: en España y en el mundo
Otra de las influencias de los indignados son las distintas organizaciones que nacieron a partir de su protesta. Por un lado, las asambleas de barrios y pueblos que derivaron los primeros meses tras levantar las acampadas, que concurrían juntas en las diferentes manifestaciones.
De él salieron también las mareas. La Marea Granate, de los expatriados, la Verde, por la Educación o la Blanca, a favor de la Sanidad. Muchos de los indignados forman ahora parte del colectivos antirracistas, por los derechos a la vivienda, contra la precariedad...
A nivel internacional, el 15-M también ha sido ejemplo de otros movimientos. Copiaron en Nueva York, donde cobró importancia el movimiento Occupy Wall Street, que señala al 1% más rico del mundo. Años más tarde, en 2016, estalló en Francia el movimiento Nuit Debout, contra la oligarquía y a favor de la convergencia de luchas sociales.
El poder simbólico que tuvo el movimiento no fue suficiente para que hoy algunas de sus grandes propuestas se hayan cumplido. No hubo cambio en la ley electoral, la corrupción sigue campando a sus anchas -aunque en menor medida-, los desahucios continúan a la orden del día sin acuerdo para una ley estatal de alquiler y no hay un banco público. “Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo”, era otro de los lemas de los indignados que podría formar parte del repertorio de las manifestaciones actuales.
Ramón Espinar explica esta situación continúa y se ha endurecido por la pandemia. “Se ha endurecido el desempleo juvenil, el mercado de la vivienda está disparado, la situación de precariedad no sólo permanece, sino que la franja de edad se ha ensanchado. Ahora no es un fenómeno de jóvenes de 18 a 25 años, sino de más de 40 años”, lamenta. Eso de lo que se quejaban entonces ” se ha convertido en una forma de vida y se ha cronificado, además de que ya se naturaliza esa situación. Nos parece casi normal o natural una forma de vida en la que compartes piso hasta los 40 y el desempleo forma parte constantemente de tu vida”.
A pesar de esta situación, una década después, existe un Parlamento multicolor, un Gobierno progresista de coalición, un tsunami feminista o una nueva generación preocupada por el planeta. No se puede entender la España de hoy sin lo que construyeron los indignados entonces.