La guerra de Ucrania reaviva el temor a la amenaza nuclear
Nueve países suman cerca de 13.000 armas de este tipo, en un contexto en que la invasión rusa ha hecho saltar unas alarmas que no se disparaban desde la Guerra Fría.
La amenaza nuclear vuelve a estar encima de la mesa. La guerra de Ucrania ha hecho saltar las alarmas de un peligro que no se sentía en el mundo desde el fin de la Unión Soviética y la Guerra Fría. Pero no se trata solo de que alguien vaya a pulsar el botón rojo, un error militar puede provocar una catástrofe sin precedentes incluso en suelo europeo.
Prueba de ello ha sido lo ocurrido durante esta madrugada en Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa y la tercera más importante del mundo. Según las autoridades ucranianas, un ataque ruso ha provocado un incendio en la planta nuclear. Una cuestión de la que ya había venido alertando el Gobierno de Volodímir Zelenski, a medida que las tropas rusas se acercaban a esta instalación. De hecho, los ciudadanos se habían organizado para cortar con barricadas, vehículos pesado y sus propias vidas el avance del Ejército ruso a Zaporiyia.
Tras la Guerra Fría, las potencias apostaron por un desarme progresivo, si bien Rusia y Estados Unidos siguen teniendo en sus arsenales herencias de una estrategia militar que concebía arrasar con el enemigo a cualquier precio. No solo ellos, nueve países suman un total de 11.000 armas nucleares, según cálculos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
La activación de las fuerzas de disuasión nuclear
No solo eso. La decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de poner en alerta las fuerzas de disuasión nuclear ha devuelto a la escena política internacional un tipo de armamento que se consideraba tabú. No se trata de unas tropas militares más, hacen honor a su nombre.
Las Fuerzas Ofensivas Estratégicas que integran este cuerpo cuentan en su arsenal con complejos de misiles intercontinentales y aviones de largo alcance y están formadas por las fuerzas estratégicas nucleares, que incluyen a las Tropas de Misiles Estratégicos.
Un día después, diversos medios de comunicación alertaban de la decisión de Moscú de emprender una serie de ejercicios militares con submarinos nucleares en el mar de Barents, acompañado de maniobras de lanzadores de misiles móviles en los bosques de Siberia. Una demostración de fuerza en el peor momento posible.
La escalada en el lenguaje
En los últimos días, el lenguaje también ha sufrido una escalada sin precedentes. Con lecciones como la de la crisis de los misiles de Cuba, la comunidad internacional había entendido el peligro de tan solo mencionar la palabra “nuclear”.
Hace solo dos días, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, protagonizaba unas declaraciones que constituían una amenaza velada. El jefe de la diplomacia rusa aseguraba que el presidente estadounidense, Joe Biden, sabe que la única alternativa a las sanciones contra Rusia es una Tercera Guerra Mundial y que sería “una guerra nuclear devastadora”.
De la misma forma, desde Moscú también habían contestado al ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, dejándole un mensaje en esta línea tras asegurar que iban a hundir a Rusia con las sanciones impuestas. Las guerras económicas pueden convertirse en guerras al uso.
Dmitri Medvédev, ex primer ministro de Rusia y actual vicepresidente de su Consejo de Seguridad, aseguraba en un mensaje en Twitter: “Un ministro francés ha dicho hoy que nos han declarado una guerra económica. ¡Cuidado con lo que dicen, señores! Y no olviden que en la historia de la humanidad, las guerras económicas se han convertido a menudo en guerras reales”.
¿Cuántas veces se ha usado armamento nuclear?
Las armas nucleares sólo se han utilizado en guerra en dos ocasiones, ambas por las fuerzas de Estados Unidos. Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y sus decenas de miles de muertos llevaron en el escenario del postconflicto a repensar dónde debían estar las líneas rojas en caso de enfrentamientos armados.
La primera resolución aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1946, estableció una Comisión para tratar los posibles efectos colaterales la energía atómica, y a partir de ahí la comunidad internacional trabajó en favor de compromisos tangibles de los que, sin embargo, las grandes potencias siempre han sido recelosos.
El Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) es la piedra angular de estos esfuerzos globales: entró en vigor en 1970 y cuenta con la firma de 191 países, entre ellos Estados Unidos y Rusia. También se han adoptado otros textos como el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPAN), que entró en vigor hace algo más de un año y está considerado el primer instrumento de Derecho Internacional Humanitario para mitigar las consecuencias humanitarias catastróficas derivadas del uso y el ensayo de armamento atómico.
Naciones Unidas estima que se han realizado más de 2.000 ensayos nucleares y ha insistido históricamente en dejar este tipo de armas fuera de cualquier pulso político. En enero de este año, de hecho, las grandes potencias nucleares –Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia– firmaron un comunicado inédito para subrayar que las guerras nucleares “no pueden ganarse ni deben librarse”.
Un desarme lento
El desarme internacional ha avanzado al albor de la geopolítica, con idas y venidas marcadas principalmente por las relaciones y suspicacias entre Estados Unidos y Rusia. No en vano, quienes fuesen rivales durante la Guerra siguen copando la capacidad armamentística global en materia atómica.
El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) estima que los nueve países que tienen –o al menos se sospecha– armas nucleares sumaban entre todos más de 13.000, un ligero descenso en relación a los datos de 2020.
Y un rearme rápido
Sin embargo, la tendencia se invierte si se tiene en cuenta únicamente las armas desplegadas en fuerzas operativas, ya que en 2021 aumentaron ligeramente, hasta superar las 3.800. De ellas, unas 2.000 –prácticamente todas en Rusia y Estados Unidos– permanecían en lo que se conoce como un estado de alerta operativa alta, es decir, más fácilmente desplegables en caso de recurrir a ellas.
En el caso de Rusia, el SIPRI apunta que aumentó su arsenal nuclear general en unas 180 ojivas, principalmente por el despliegue de más misiles balísticos intercontinentales terrestres con múltiples ojivas (ICBM) y misiles balísticos de lanzamiento submarino (SLBM).
La esperanza del Nuevo START
El instituto sueco ha aclarado que, pese a estas cifras, las fuerzas atómicas estratégicas desplegadas por las dos grandes potencias aún están dentro Tratado para la Reducción de Armas Estratégicas Ofensivas (Nuevo START), firmado en el año 2010 por Barack Obama y Dimitri Medvedev, quienes por aquel entonces eran presidentes de Estados Unidos y Rusia, respectivamente.
El actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, ha admitido que el último paso dado por Putin en plena ofensiva militar en Ucrania es “peligroso”, aunque no definitivo. En este sentido, se pronunció asegurando que, por ahora, no se percibe ninguna amenaza de índole nuclear y su Gobierno ha apostado por la vigilancia sin elevar el nivel de alerta.