Aquellos que dicen que los refugiados no son nuestro problema, son el problema
Hace un mes que volví de una preciosa parte del mundo. El continente del que he estado enamorado desde que viví allí con veintipocos años. Esa vez estuve en Zimbabue. En esta ocasión, la maravillosa gente de World Vision, para quienes aporto una pequeña ayuda, me pidieron que fuera al norte de Uganda a visitar un sitio llamado Bidi Bidi.
Allí descubrí el asentamiento de refugiados más grande del planeta. 280.000 refugiados sursudaneses que habían huido de una situación de extrema violencia en sus lugares de origen. Esa es la población de Newark en Nueva Jersey, o de Nottingham en Reino Unido.
Hace un año, el asentamiento de Bidi Bidi ni siquiera existía. El mes pasado ya estaba lleno. Se han instalado a toda prisa nuevos campamentos.
En total, casi 900.000 refugiados sursudaneses viven ahora en Uganda, de los cuales 500.000 son niños. Es la crisis de refugiados que crece más deprisa en el mundo. Uganda está lejos de ser un país rico, pero ha abierto sus fronteras a una afluencia masiva de personas que huyen del conflicto. No estoy siempre de acuerdo con el gobierno ugandés, sin embargo tienen una de las políticas de refugiados más progresistas y compasivas del mundo. Proporcionan parcelas de tierra para cada familia para construir una casa, cultivar y alimentarse. Los refugiados pueden viajar libremente, trabajar, iniciar sus propios negocios y acceder a servicios como el cuidado de la salud y la educación. Comprensiblemente, Uganda se esfuerza bajo la presión de acomodar a tanta gente. Pero continúan mostrando preocupación por sus compañeros africanos.
Organizaciones como World Vision, el Comité Internacional de Rescate y Unicef están haciendo lo que pueden para ayudar también; pero es una tarea difícil cuando solo tienen alrededor del 15% de los fondos que necesitan para responder. Como consecuencia directa de ello, el Programa Mundial de Alimentos anunció recientemente que se habían visto obligados a recortar las raciones de alimentos.
He visto a la guerra cansada y hambrienta de Sudán del Sur llegar a una acogedora Uganda. Son imágenes que no olvidaré en mucho tiempo.
Insto a la comunidad internacional a moverse rápidamente para compartir la responsabilidad de esta crisis. Los que dicen que no es nuestro problema, son el problema.