Aprende a pedir
Aprende a decir «no». O lo que es lo mismo, aprende a pedir. Hace tan sólo cuatro años, 8Belts tenía solamente tres empleados. Hoy somos más de cien. Aquí viene lo curioso. Era mucho más difícil gestionar una empresa de tres personas que una de cien. ¿Cómo es posible? Porque cuando tienes tres empleados, tú tienes que encargarte de todo. Cuando tienes cien, tú que eres el CEO, puedes decir «no» a más tareas, y la ventaja de esto es que puedes encargarte sólo de aquello en lo que más aportas, lo cual marca una enorme diferencia.
Decir «no» no equivale a trabajar menos, sino a trabajar de manera más inteligente.
En las más de trescientas conferencias que he tenido el privilegio de dar en los últimos años, muchas de ellas a grandes multinacionales, me he encontrado con muchos directivos que con frecuencia manifestaban la misma queja: «no tengo tiempo».
Pero...
#LaInteligenciadelÉxito
«No tengo tiempo» siempre es falso.
El tiempo no se tiene. Se encuentra.
@Anxo
Si no hay una sola persona en la faz de la Tierra que tenga ni una más ni una menos de 24 horas cada día y aun así unos con ese tiempo mejoran el mundo mientras otros no mejoran ni su vida, no puede ser por una cuestión de tiempo. Los primeros no tienen más tiempo. Simplemente aprendieron a decidir a qué no regalárselo. Cuando los directivos de los que hablaba hace unas líneas me dicen que van con la lengua fuera, lo que les digo es que deberían aprender a pedir, y eso les permitirá aprender a no hacer. No para trabajar una cantidad menor, sino para trabajar con una eficiencia mayor. Mi primer consejo para ellos es: si no tienes tiempo, aprende a decir «NO». Aprende a identificar de entre todas las reuniones a las que asistes, a cuáles deberías NO asistir; de entre todas las tareas que realizas, cuáles deberías NO realizar; y de entre todas las llamadas que haces, cuáles deberías NO hacer.
Casi todos los emprendedores hemos pecado de un exceso de control en nuestras empresas, denominado micro-management, por el que, si pudiéramos, hasta redactaríamos los emails palabra por palabra que nuestros empleados envían (yo he cometido este y otros muchos errores). Sin embargo, al ir soltando control sobre diferentes parcelas y permitiendo que ese control lo gane otra persona, sucede algo muy curioso en su mente: se vuelve el máximo responsable de esa área, lo cual a su vez lo hace dueño de esa parcela, y automáticamente provoca una situación en la que él o ella encuentra soluciones en las que tú no habrías reparado. ¿Por qué? Porque antes en esa parcela era un mandado. Ahora el que manda es él. Y esta es la gran ventaja de aprender a pedir. Pedir algo a alguien le otorga poder.
La clave para empoderar a la gente está en no dar las soluciones. Está en no dar las respuestas, sino realizar las preguntas que las provoquen.
Llegan con esta pregunta:
—Anxo, tenemos un problema con los servidores. ¿Qué hacemos?
Si respondo a esa pregunta, he mordido el anzuelo. El problema pasará de sus manos a las mías. Si le devuelvo la pregunta,
—¿Qué solución propones tú?
Restituyo el poder en sus manos, y con ello, obviamente, también la responsabilidad.
La ventaja de esta pregunta es que no le permites volver a la posición cómoda del mandado, sino que lo sigues manteniendo con la mentalidad del que manda y es dueño de sus propios problemas y, necesariamente, también de sus propias soluciones. Esta técnica es aplicable no sólo a jefes con gente a su cargo, sino a padres, profesores, instructores, o cualquier posición con cierto ascendente sobre su interlocutor. Si le das la solución, lo debilitas. Si se la exiges, lo empoderas.
El no lidiar con las batallas que no deberían ser las tuyas, te permite ganar aquellas que sí lo son, ya que ahora tienes una cantidad de tiempo mayor para un número de problemas menor. Tienes foco, y eso te hace fuerte.
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