Anversos y reversos de Manolo Prieto
Es fácil encontrar en esta exposición tanto el exultante anverso de la medallística oficial como un reverso mucho más personal, alternativo y crítico
La medalla es un objeto que para los no iniciados suele resultar sinónimo de tradición y perpetuación de cánones: altivas y hieráticas efigies de grandes personalidades y acontecimientos históricos conmemorados con grave solemnidad, siempre enmarcados por esa circularidad que asociamos a la fría y dura perfección.
Sin embargo, una pieza de Manolo Prieto como la titulada Gol (1969) enseguida da al traste con todos estos prejuicios: en el anverso, la red de una portería se abomba ante el impacto del balón –el metal parecería blando–, y en el reverso, como si se tratara de un cartel o de una viñeta de cómic, unos rostros de perfil se combinan con la palabra que vociferan, el triunfante “gol”. Enraizando la forma y el contenido en la cultura popular, y apelando a la emoción, el humor y la sorpresa, esta cálida medalla rápidamente se presenta como una propuesta muy alejada de tantas convenciones. Del mismo modo –y no es poca cosa–, la exposición Manolo Prieto y la medalla (hasta el 17 de abril de 2022 en el Museo Casa de la Moneda) acerca la medalla tanto al gran público como a nuestra cotidianidad.
Para conseguir tal aproximación no se podría pensar en un artista más adecuado que Manolo Prieto (El Puerto de Santa María, 1912-Madrid, 1991). Autor no solo de una de las obras publicitarias más aplaudidas e icónicas del siglo XX –nos referimos, por supuesto, al toro de Osborne que desde mediados de los cincuenta flanquea con atávica majestad tantas carreteras españolas–, sino pintor, dibujante e ilustrador siempre con un ojo en el pasado y otro en su más rabioso presente. Su colaboración desde 1957 con la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda como medallista lega una impresionante colección de obras que, reunidas y contextualizadas en forma de exposición, siguen asombrando por su capacidad para interpelar y conectar con los públicos más variados. Probablemente, porque cuando las diseñó pensó más en el latido de la vida que en los altares de la eternidad.
En este sentido, del mismo modo que las medallas y las monedas cuentan con su anverso y su reverso, es fácil encontrar en esta exposición tanto el exultante anverso de la medallística oficial como un reverso mucho más personal, alternativo y crítico. También, el anverso y el reverso de una España que, coincidiendo con uno de sus periodos más oscuros –el franquismo–, encuentra en el arte y la cultura vías de escape y de modernidad, aunque más o menos veladas. La socarrona inteligencia de Manolo Prieto, unida a un talento especial para imbuirse de imaginarios preexistentes conocidos y transformarlos en propuestas propias y originales, junto con su devoción por el trabajo bien hecho –«el oficio», según el mismo Manolo Prieto–, devienen la aleación precisa para unas medallas capaces de convencer a los que leen solo la letra impresa y de sugerir a los que saben leer entre líneas.
Con qué sorna describe en la medalla Tratado de Tordesillas (1983-1987) tan importante acontecimiento histórico –en su reverso, el globo terráqueo es partido en dos por el gigantesco cuchillo papal–, y con qué compromiso alude a las luces y las sombras de la llegada a América en No fue triunfo ni derrota (1983), en cuyo anverso forcejean un conquistador español con un indígena americano y que continúa en un reverso donde el texto “Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo” acompaña el difícil alumbramiento. Y con qué desparpajo trata el cuerpo humano zafándose de mojigaterías, censuras e hipocresías: desde los escorzos insólitos sin miedo a la genitalidad –ahí están Mujer / Hombre (s/f) o Fauno indeciso (bebiendo leche) (s/f)– a los traseros elevados a la categoría de monumento –en Eva y las manzanas (1968), por ejemplo–, pasando por una representación del sexo inmune, afortunadamente, a lo más chusco del destape y tanto en clave de ardiente celebración –es el caso del erotismo de La casada infiel (1974/1984)– como de denuncia –la violación en El manantial de la doncella (1976)–.
Del mismo modo que la mayor parte de las medallas de Manolo Prieto no están completas hasta que se hace el gesto de mirar el reverso, con esta exposición –como con todas– hay que considerar el equipo que tiene detrás. Manolo Prieto y la medalla, posible gracias a la colaboración entre la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda (FNMT-RCM), la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), la Fundación Manolo Prieto y la Fundación Osborne, ha sido comisariada por Guillermo Navarro Oltra. Profesor, diseñador gráfico y artista con la rara habilidad de resaltar la modernidad que otros no reconocerían, y estudioso de los mecanismos con los que el poder se apropia de las imágenes para construir relatos, justificaciones e ilusiones –es autor de la tesis doctoral Autorretratos del Estado y editor de la serie de libros con el mismo título–.
Al mismo tiempo, experto en los complejos mecanismos con los que lo visible y los discursos se interrelacionan, la sintonía de Guillermo Navarro Oltra tanto con el rigor como con la ironía de Manolo Prieto explican la exitosa polisemia de la muestra. Y su lúcida relevancia, porque en medio del atontamiento, la rapidez y la vacuidad, se agradece una exposición que provoque tanto la sonrisa traviesa como la reflexión sosegada.