Anna Freixas: “La gente censura la capacidad sexual que tenemos las viejas”
Entrevista con la doctora en Psicología y autora de 'Yo, vieja': “Decir ‘los 40 son los nuevos 30’ es de estúpidos”.
Concertar una entrevista telefónica con Anna Freixas de una semana para otra se ha convertido en misión imposible. A sus 75 años, Freixas (Barcelona, 1946) está jubilada como profesora de Psicología, pero su agenda social y mediática está más llena que nunca, y El HuffPost sólo consigue hueco para hablar con ella a un mes vista.
Freixas acaba de publicar Yo, vieja. Apuntes de supervivencia para seres libres, un ensayo prologado por Manuela Carmena que la autora define como “una mirada desenfadada sobre la vejez”, en el que combina “un surtido de pensamientos e ideas para hacer más ligera la vida de las viejas” y una llamada de atención a la sociedad y al Estado para que cambie su forma de concebir la vejez.
Con la cuarta edición ya impresa en apenas seis semanas, en la editorial, Capitán Swing, describen más bien el ‘fenómeno Freixas’ como “una revolución de la vejez sublevada”.
Mis abuelas tienen 84 y 93 años, y hablan de “los viejos” como si fueran los otros. ¿Qué nos pasa para no querer aceptar la vejez? ¿Los viejos siempre son los otros?
Esto nos resulta muy gracioso, pero es un proceso de autoexclusión, y en él caemos todos. La gente que tiene 50 años se cree que tiene 35. Hay muchos estudios que dicen que todos nos sentimos 15 años más jóvenes de lo que dice nuestro carnet de identidad. Este proceso de autoexclusión es muy común, lo practicamos todos.
¿A qué edad se es viejo o vieja entonces?
Ser viejo es estar en un estadio del ciclo vital. Ser viejo es no ser joven, haber cumplido 60, 70, 75. Pero ser viejo no implica nada; implica que no eres joven, que has tenido la suerte de vivir un montón de años y ahí estás. Lo que pasa es que utilizamos de forma equivocada el término ‘ser viejo’.
A veces, la gente dice ‘cuando eres viejo’, y en realidad se refiere a ‘cuando estás hecho un desastre’. Automáticamente se le añade la idea de ‘sentirse mal’, pero para eso no hay una edad. Hay personas con 30 años que se sienten absolutamente desmotivadas con la vida y hechas un desastre, y hay otras personas con 85 y 90 años que se sienten completamente implicadas con la vida. La palabra ‘viejo’ está connotada con una serie de ideas negativas que nos llevan a usar de manera confusa ese término.
¿Qué piensa de esas frases e ideas del tipo ‘los 40 son los nuevos 30’?
Creo que son estupideces de la vida, es de estúpidos. Tú dirás lo que quieras, pero el carnet de identidad sigue p’alante y va marcando la realidad. Tienes la edad que marca tu carnet de identidad y, por lo tanto, lo más inteligente es vivir tu edad en la máxima plenitud. A veces es mucho más difícil sentirse bien a los 38 años, con un mal empleo, con un mal rollo de pareja, con dos criaturas y con estrés a todas horas, que con 68, habiendo liquidado muchos asuntos de responsabilidad familiar, disponiendo de tiempo libre, de una pensión medianamente justa y viviendo tu vida. Creo que eso son cegueras de la sociedad.
En un punto del libro, se pregunta si, con toda la carga que soportan las mujeres, “no es para volverse locas”. Yo también me hago esa pregunta: ¿es posible no volvernos locas? ¿Cómo?
En nuestra sociedad, las mujeres vivimos con una carga tremenda, brutal, y demostramos tener una salud mental maravillosa, porque no nos volvemos locas, mostramos resistencia y capacidad para responder. La resiliencia que tenemos las mujeres es digna de reflexión por parte de la sociedad. Llevamos el peso de la humanidad encima, y aquí estamos, tan elegantes y tan sonrientes, demasiado sonrientes a veces.
Hace unos meses se hizo viral el caso de una señora que apareció en una tele autonómica recitando un poema erótico. ¿Habría causado la misma sensación si la poeta fuera joven?
Desde luego que no. El pensamiento social es que la sexualidad y el interés sexual desaparecen a partir de determinada edad, lo cual demuestra que la gente no tiene ni idea acerca de la sexualidad ni le importa; lo único que le importa es censurar la capacidad que tenemos los viejos, pero especialmente las viejas, en temas de sexualidad. Las mujeres tenemos una capacidad sexual que permanece a lo largo de toda nuestra vida, hasta el último momento. Siempre que nos apetezca, claro.
En un punto del libro, dice: “Yo quiero ser una vieja en la que cualquier persona se pueda reconocer”. Me pregunto si pueden reconocerse en usted viejas que no tienen su capital cultural o intelectual. Pienso en las viejas de mi pueblo, con todo el respeto, y no se parecen demasiado a usted.
Claro, las viejas somos muchas y muy diversas, sobre todo en las que hoy somos viejas. Probablemente, dentro de 20 o 30 años, cuando vosotras seáis viejas, las cosas sean diferentes, pero en este momento en el mercado de las viejas hay una enorme diversidad. Estamos las que hemos tenido la suerte de poder tener estudios y un capital cultural, y luego las que han sido víctimas de nuestra educación histórica. Muchas de las mujeres que hoy son viejas nunca fueron a la escuela, trabajaron toda la vida, nunca tuvieron sueldo, nunca tuvieron reconocimiento, ni emocional ni económico, por parte de nadie.
En este momento, el espectro de viejas es muy amplio, pero todas las transformaciones se realizan a partir de determinados movimientos que surgen, de algún modo, de una élite de pensamiento. En este sentido, creo que empieza a haber ya en nuestra sociedad un abanico de viejas que pueden animar a otras mujeres, viejas y jóvenes, a mostrarse de otra manera en el mundo.
En el libro menciona un estudio que apunta que se es más feliz con 80 años que con 18. ¿Qué conclusiones podemos sacar de ahí?
En los primeros años de la juventud y de la edad adulta, la vida es muy dura, incluso más todavía ahora de lo que lo era cuando nosotras éramos jóvenes. Encontrar trabajo, encontrar una pareja con la que puedas compartir tus ideales de igualdad y tus deseos de tener una carrera profesional que se respete y no tengas que cargar tú sola con la casa, las criaturas, los cuidados... El otro día publicaron un artículo muy interesante en eldiario.es que decía que los hijos empobrecen la vida de las mujeres en todas las situaciones; es decir, que la inversión que supone en la vida de las mujeres tener hijos es brutal.
Si cuando llegas a los 70 tienes una pensión, te has librado de marido, hijos y cargas diversas, tienes una red de amigas y tienes intereses, desde la cocina hasta la filosofía o la física cuántica, evidentemente eres mucho más feliz, sin ninguna duda.
La RAE todavía no incluye la palabra ‘edadismo’ en el diccionario, pero el Ministerio de Sanidad sí, y sugiere que este tipo de discriminación podría ser más generalizado incluso que el racismo y el sexismo. ¿De dónde surge ese desprecio? ¿Cree que está aumentando en los últimos tiempos?
El edadismo es la única discriminación que nos afecta a todos los humanos, porque la edad la tenemos todos, a diferencia de la raza o el sexo. Creo que el edadismo es fruto de la cultura juvenilista en la que vivimos, en la que lo joven recibe una valoración enorme. En una sociedad ultracapitalista, en la que todo es de usar y tirar, los viejos ya hemos sido usados, así que ya podemos ser tirados.
Tengo la impresión de que esa sociedad ultracapitalista ya se ha dado cuenta de que la tercera edad ahora es un sector estratégico perfecto para la inversión, y por eso ya se habla de “economía plateada”, de “senior living”... ¿Qué piensa de todo esto?
Bueno, tiene su parte positiva. Cuando te haces vieja y, por ejemplo, ves que toda la ropa que se hace parece para una Barbie de 15, estás fatal. Si en cambio vas a comprar y encuentras ropa bonita, glamurosa y estilosa que se adapta a ti, me parece perfecto. Si empiezan a pensar en cosas que favorecen la vida de los viejos, me parece bien, siempre que no sea algo que nos vuelva a torturar o a someter a modelos de belleza que nos hagan sufrir otra vez. Toda la vida, las mujeres vivimos sometidas a modelos de belleza absolutamente torturantes. Nos gastamos el dinero que no tenemos en aparentar que no tenemos canas, que tenemos unas tetas espectaculares… y eso ya desde los 13 años. Así que las viejas no queremos sufrir.