Andy Warhol en el Whitney
En la primera gran exposición retrospectiva desde la muerte de Andy Warhol titulada Desde la A a la B y vuelta a empezar, el Museo Whitney de Nueva York presenta hasta finales de marzo en su nuevo edificio de la calle Gansevoort un conjunto ordenado de 350 obras y una reinterpretación de su significado, proyectándolo sobre el arte y la cultura del siglo XXI.
El río Hudson desde una de las ventanas del nuevo Whitney. Fotografía del autor
En los textos con que reciben al visitante los comisarios señalan que Warhol se adelantó al mundo digital de nuestro tiempo poniendo en cuestión la confianza en las imágenes y el valor de los iconos culturales, al denunciar la manipulación, la distorsión, el camuflaje y la insistencia machacona y reiterativa con que se nos ofrecen, hasta obstruir mediante la técnica de la repetición la capacidad reflexiva del observador, al modo que él mismo había empleado previamente para crear la "personalidad" de productos comerciales, lo que le permitió cuestionar la forma en que las imágenes crean significados.
Andy Warhol: Triple Elvis (Ferus Type): Fotografía del autor
Hay también en su obsesión por las celebridades una enorme ambivalencia, como casi todo en el vida de Warhol. Su tratamiento y deformación constituyen ya de por sí una aproximación crítica, pero al mismo tiempo esto se convirtió en modus vivendi para él cuando, para ser reconocidos como celebridades, sus personajes se veían impelidos a hacerse retratar por Warhol, quien no solo entregaba el retrato al comitente sino que, con la aquiescencia de éste, guardaba el original para su tratamiento posterior, reproduciéndolo y magnificándolo. El gabinete de imágenes con que se presenta la exposición en la primera planta del museo constituye un verdadero catálogo de los ídolos retratados por Warhol, contribuyendo a convertirlos en mitos icónicos de la evanescente cultura popular del momento (aunque cuando los retrató ya eran celebridades), haciendo de su galería un cierto "retrato de la sociedad" en que vivió.
Gabinete de retratos de Andy Warhol en el Whitney. Fotografía del autor
Lou Reed, el líder de la banda Velvet Underground a la que patrocinó y ayudó a lanzar, afirmaba que lo que Warhol hacía con imágenes él y su banda lo estaban haciendo con sonidos (tú, turú, turú turú tú... tú, turú, turú turú tú). Pero uno y otros empleaban también palabras, de modo que cabría aplicar ese mismo razonamiento a lo que el mundo de las redes sociales del siglo XXI está haciendo con los relatos, convirtiéndolos en un simple vehículo de manipulación repetitiva, igualmente evanescente y desvinculado de la más mínima correspondencia con cualquier interpretación racional de los hechos.
Otra vertiente de la reinterpretación que emana de esta retrospectiva consiste en la apropiación para el arte culto que hizo Warhol, a la cabeza del movimiento Pop, de objetos, gestos y comportamientos populares que hasta entonces pertenecían al mundo de los anuncios comerciales, al mismo tiempo que dignificaba las técnicas de elaboración y reproducción de sus mensajes, que él conocía perfectamente por su dedicación profesional previa a la publicidad: la serigrafía y la fotocomposición a gran escala, la impresión sobre cristal, las técnicas audiovisuales...
Vermeer: Mujer pelando manzanas (foto del autor).
Vermeer: Chica en el aseo con la criada (foto del autor).
En lo que se refiere a los sujetos que protagonizan esta segunda vertiente de su obra el salto que significó Warhol se asemeja a lo que hizo la pintura holandesa en el siglo XVII, al tiempo que llevaba a cabo la guerra de ochenta años para independizarse de España, como pone de manifiesto la selección de obras maestras holandesas que presenta el MET hasta 2020 bajo el título "Elogio de la pintura" (In Praise of Painting), con secciones tan interesantes, como "la vida doméstica de las mujeres" —o el maravilloso cuadro de Vermeer "Señora y criada" de la Frick Collection—. Su temática, desde la actividad de pelar manzanas a la de la higiene corporal, o la lista de la compra dictada por la señora a su criada, contrasta vivamente con los motivos cortesanos, eclesiásticos o de deidades mitológicas, habituales en la gran pintura española, italiana y francesa de aquella época, por no hablar de la oposición entre los personajes de las dos escuelas: burgueses y personas populares de todas clases en el caso holandés, y miembros de la realeza, la nobleza y el alto clero, investidos de su posición y estatus, en el caso español.
Andy Warhol: Toda la gama de sopas Campbell. Fotografía del autor.
La irrupción del paquete de detergente, la botella de refrescos o las latas de sopa como motivo único del cuadro o la instalación en el gran arte contemporáneo, repetido hasta la saciedad, es algo distintivo en la obra de Warhol, pero no a modo de apología sino como denuncia de la vaciedad y la manipulación propias de buena parte de la cultura popular en la sociedad de consumo de nuestro tiempo, que contrasta vivamente con la familiaridad con que esa misma sociedad "consume" la muerte, el desastre e incluso la brutalidad policial contra los defensores de los derechos civiles.
Andy Warhol: Detergente Brillo. Fotografía del autor.
Andy Warhol: Disturbios raciales en Birmingham. 1964 Fotografía del autor.
Finalmente, Warhol pasará a la historia por la franqueza en la manifestación de su propia homosexualidad y por la homosexualización de toda la actividad y el entorno que lo rodeaba, y esto ya desde sus comienzos en 1948, al convertir a Truman Capote en el gran icono gay y al parodiar a Superman para revelarse contra el "machismo heroico" del expresionismo abstracto entonces vigente. La culminación de esta vertiente de su obra fue la serie "Ladies and gentlemen", de 1975, dedicada a drag queens y transexuales anónimos de Nueva York, y también a algunas figuras pioneras especialmente relevantes en la lucha por la igualdad de los derechos de los colectivos incluidos en el acrónimo actual LGBTI, como Marsha P. Johnson o Wilhelmina Ross, cuyo maquillaje pictórico realizaba él mismo con sus dedos.
Andy Warhol: Marsha P. Johnson, Wilhelmina Ross y drag queens de Nueva York. Fotografía del autor.
En suma, algo más de treinta años después de su desaparición prematura resulta difícil encontrar una personalidad artística de la segunda mitad del siglo XX que soporte mejor que Andy Warhol la proyección hacia grandes tendencias culturales vigentes en el segundo decenio del siglo XXI.