Andreu Van den Eynde: "A mí me gusta mucho Marchena"
Entrevista al abogado de Junqueras: "He hecho mucho 'coaching' para poder soportar el juicio".
“Mi madre me dice que cuando tenía diez años ya decía que quería ser abogado penalista. Y los abogados penalistas estamos mal de la cabeza todos. O estamos muy bien o un poco mal, pero algo nos pasa, porque dedicarse a esto no es normal. Lidiar con los dramas más grandes de la vida de una persona ya sea por afrontar prisión o por ser víctimas de un delito, eso es una cosa que es vocacional. Hay un punto también masoquista”.
Palabra de Andreu Van den Eynde. La ola de calor carcome cualquier rincón de Madrid y el abogado de Oriol Junqueras y Raül Romeva ha venido a la capital este domingo para terminar de hacer la mudanza de su apartamento en Madrid. La noche anterior tocó con su banda de trash metal en un local de moteros. Se ha convertido en uno de los letrados más famosos de España y uno de los grandes protagonistas del juicio del procés en el Tribunal Supremo. Ya son míticos sus ‘cara a cara’ con el juez Manuel Marchena.
El juicio ya está visto para sentencia y se espera la decisión final para después del verano. Es hora de hacer balance de estos meses, sin toga y sin evitar ninguna pregunta. “Técnicamente ha sido muy interesante y apasionante, estar aquí en el Supremo ha sido provechoso, pero a nivel personal ha sido muy duro”. “Ha habido algunas cuantas cosas a las que no estamos acostumbrados, como que los abogados sean estrellitas”, reflexiona.
“No creía que funcionara esto así, que la exposición mediática implicara lo que ha implicado, esa crítica, esa destrucción ad hominem del abogado, todo lo que hacía se veía alabado por un lado y criticado por el otro. Eso ha sido muy duro, no me esperaba que fuera tan bestia lo que han hecho los medios”, se confiesa Van den Eynde.
Desde que comenzara el proceso judicial a Van den Eynde le han perseguido las cámaras y su rostro empezó a acaparar portadas junto a los acusados. Apenas ha dado entrevistas. A sus clientes Junqueras y Romeva la Fiscalía les pide 25 años y 16 años de prisión, respectivamente. Todas sus palabras en el juicio han sido escrutadas y analizadas.
¿Se considera una estrella él mismo? “No, la verdad que no. A mí me gustaría volver a lo que hacía antes. Esto es un caso más técnicamente, lo que me hace ilusión ahora es volver a llevar otro tipo de asuntos. No me gustaría que me convirtieran en un abogado político y politizado. Soy un profesional y tengo ganas de dar un paso atrás”, desnuda sus sensaciones.
Y en eso insiste durante la conversación: dice que no ha hecho política desde el banquillo de las defensas. “A mí me llaman político. Reto a cualquiera a que me diga en qué soy político yo cuando hay una Fiscalía que dice que hay un golpe de Estado, una cosa que no se aguanta, y piden 25 años de prisión, eso sí es hacer política”, “yo lo que intento es hacer técnica y defender los derechos humanos”, “no considero que haya hecho política durante el juicio”, reitera.
Flashback. Así llega Van den Eynde a tener relación con Esquerra. Hace unos cincos años desde la formación republicana se ponen en contacto con este abogado, con despacho en el Paseo de Gracia, con una misión: hacer un proyecto de compliance penal. “Es decir -explica-, un programa de prevención de riesgos penales. Querían dotarse de un sistema de investigación interna y prevención de delitos para asegurar su marca de partido con menos casos de corrupción”.
Fue el arranque de su relación: “Necesitaban un abogado de fuera, estuve un año conociendo a Esquerra y montando el programa. Y pasé a ser un poco su consultor en materia penal, eso hace que cuando pase todo me encarguen el tema”. De repente, tras el 1-O, se ve acompañando a los miembros del Govern y de la Mesa del Parlament de ERC ante el juez.
Echa la vista atrás: “Cuando entro en la Audiencia Nacional y van pasando uno detrás de otro a prisión… Un momento muy duro”. Al día siguiente fue a verlos a la cárcel y muchos llevaban todavía sus trajes: “Te das cuenta ese día de que la cosa no era cómo lo habíamos imaginado, nadie pensaba que la reacción sería de esa virulencia”. “A partir de ese momento aprendimos que el ‘todo eso no va a pasar’... pues sí, puede pasar cualquier cosa”.
Ahora todos piensan ya en el fallo que emitirá el Tribunal Supremo dentro de unos meses. ¿Cree el abogado que ya está escrita la sentencia? No quiere entrar en especificidades: “Tengo que evitar esas conjeturas. Tengo millones de rumores todos los días sobre qué va a pasar. Ha llegado un momento en el que paso de todo porque no me sirve para nada si está escrita o no, trabajo sobre la posibilidad de que existe un debate y el tribunal está deliberando sobre muchas cuestiones. Yo no pienso que esté decidido”.
Han sido unos meses en los que se han acumulado además esos momentazos con el presidente del tribunal. “A mí me gusta mucho Marchena”, contesta cuando se le pregunta cómo es el magistrado. “Hay gente -continúa Van den Eynde- que dice que el Tribunal tiene un criterio muy sesgado. Yo no lo sé. Si lo tuviera, es lo que me daría miedo. Y no puedo descartar que lo tenga. Aparte de esto, que es lo único que me preocupa, en lo otro, yo he estado encantado de estar ahí”, explica.
Y añade: “A Marchena lo conocía antes, lo había visto cuando daba alguna charla y me parecía un juez muy inteligente, práctico, didáctico y lo ha demostrado. Lo que pasa es que al mismo tiempo que es tan buen director de orquesta, tan afable y de tan buen trato, en el fondo tenemos unas discrepancias técnicas tan grandes que no estamos nada de acuerdo”. Pero no se ha tomado “a mal” ninguna discusión con el juez.
Uno de esos choques fue cuando el magistrado le dijo que tenía que tener preparadas de casa sus preguntas. Ahora contesta el letrado a ese episodio: “Estoy en desacuerdo, un abogado no puede traer las cosas de casa preparadas completamente porque el juicio se está produciendo en este momento, la mitad tienes que improvisar”.
Y da su versión también de por qué se quedó callado en ese momento: “Un premeditado bloqueo que intenté hacer, todo el mundo en los medios lo interpretó como quiso, pero se produjo porque el tribunal estaba haciendo demasiados comentarios y aspavientos, que no salieron en la tele. Como abogado tengo que proteger a mis clientes, incluso a través de estrategias de este tipo. Una fue como enfadarme y quedarme callado. Cada uno tenemos nuestras tácticas”.
Un juicio en el que ha habido de todo, hasta alguna vez el tribunal se partió de risa en directo cuando Van den Eynde preguntó a un capitán de la Guardia Civil si la gente que iba con Oriol Junqueras eran “guardaespaldas o personas”. Recuerda el momento con cariño y el abogado señala: “A la gente le gusta hacer memes y cosas así… pero es que claro no se sabe lo que es un juicio. En uno normal, hay momentos improvisados risas, equivocaciones, lloros, bloqueos, discusiones. Lo que pasa es que la gente quiere ver el juicio que concuerda con su idea, el sesgo de confirmación”. “En el juicio había gente que me venía como el mejor y otros, como el peor”, apostilla.
Cuatro meses que han sido como un Gran Hermano con un juicio retransmitido en directo. “Las formas se han mantenido a un nivel casi de excelencia”, sostiene Van den Eynde, pero lamenta que las “vulneraciones de los derechos han sido soterradas”. “Cuando Marchena ordena el debate y dice eso está bien pero no lo vamos a discutir ahora o no deja explicar su protesta… es un debate formalmente muy correcto pero encierra vicios. En la tele todo ha quedado muy bien, el problema es lo que no se ve”.
Entonces surge la pregunta: ¿Y qué no se ha visto? A lo que Van den Eynde da respuesta: “Nos han puesto trabas para ejercer el derecho a la defensa durante la investigación”, “nos han privado de tener toda la información”, “no se han dejado algunas periciales”...
Largas jornadas por las que pasaron por el Supremo más de 422 testigos. Los “más difíciles para sacarles”, en su opinión, eran algunos policías durante los interrogatorios. No duda en decir que los momentos más tensos fueron con agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad: “Sobre todo estar interrogando a alguien que te está explicando una versión falsa de lo que tienes grabado, esa situación es muy dura”.
Otra sensación le embargaba, en cambio, cuando tocó interrogar a los máximos responsables del Gobierno durante el 1-O (Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Juan Ignacio Zoido y José Antonio Nieto, entre otros). Lo describe así: “Es muy complicado, estás interrogando como abogado y de golpe, a las tres o cuatro preguntas, te desorientas porque empiezas a escuchar como ciudadanos y te desesperas”. “Te das cuenta de que estás en un país en el que puede pasar que venga un político y que no dé respuestas, que tire balones fuera, que no dé u oculte información. Muy distinto a otros Estados”, recalca.
Todo en el universo de las togas es también cuestión de estilos, reconoce. “Yo tengo uno muy determinado, soy muy directo, no hago filigranas, no acostumbro a introducir mis preguntas, voy muy a saco, a veces improviso. Eso provoca muchas críticas. Lo tendría que haber limado un poco, algunos compañeros me decían que no se me viera tan enfadado”.
Hay que mirar también a los lados, al banquillo de las defensas junto al resto de letrados. Contesta con un “muy bien” sobre su relación con los otros abogados. ¿Chocaron en algún momento? ¿Estrategias diferentes? “No hubo ningún choque real”, sostiene, pero añade: “Algunas veces me sentía incomprendido porque no solo estaba batallando si había rebelión o no, sino si la investigación había sido legal, si había habido violación de los derechos fundamentales…” Por lo tanto, a veces esas defensas no iban “tan en paralelo”. Aunque quita hierro y comenta: “Este tipo de defensas son las que seguramente cada uno de sus clientes tenían que ser”. “Diferentes, pero bastante complementarios”, argumenta Van den Eynde
Y al otro lado de la sala noble del Palacio de Justicia se situaban los fiscales y la Abogacía del Estado. “La batalla técnica es nuestro trabajo. Ni ellos ni nosotros nunca hemos vivido mal esa confrontación”, subraya, y va más allá: “En lo personal, y es mi estilo, he mantenido mucho las distancias. A mí no me gusta nada contaminar mi trabajo a través de tener mucha relación personal con la otra parte ni con el tribunal. Al final nos hemos respetado, entendido y hemos quedado muy amigos”. En el último día del juicio, revela, se pararon en los pasillos y se felicitaron mutuamente por el trabajo.
Pero lamenta que la Fiscalía se ha empecinado “en la personalización”, “como si fuera la víctima de los hechos” y lo argumenta señalando que se pusiera como título en el ordenador a la querella el “más durá será la caída”. “¿Cómo puede ser que una institución del Estado que tiene que ser independiente y neutral haya llegado a ese punto? La Abogacía del Estado va por una senda más racional”, indica.
La Fiscalía calificó de golpe de Estado lo que pasó el 1-O durante sus alegatos finales. Sobre lo que reflexiona el abogado: “Es que ellos lo viven así, pero eso no puede determinar una sentencia. Entiendo que mucha gente lo crea, pero en Cataluña también hay mucha que lo cree cuando no se aprobó el Estatut. La gente puede usar las palabras que quiera e incluso intentar explicarlos, pero cuando voy a un juicio penal, tengo que dar una respuesta jurídica”.
Lo que confiesa es que sus palabras también estaban ya pensadas para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: “Es que es mi deber. Piensa que la jurisdicción se fundamenta en un principio de subsidiariedad. En el sentido de que no puedes ir a Estrasburgo a decir motivos nuevos, tienes que llevar cosas que se han estado batallando en sede interna”. ¿Esto significa que ya da por hecho una sentencia dura a recurrir? Directamente: “No tiene por qué. Como profesional tengo el deber de prever situaciones. Si hiciera lo contrario, sería peligroso porque daríamos por hecho que va a ser buena. Tenemos que abrir las posibilidades de la defensa y tapar los huecos para maximizar la posibilidad de ganar”.
El juicio más importante en décadas se centra principalmente en lo que pasó en los últimos días de septiembre y primeros de octubre en Cataluña en 2017. Él mismo cuenta qué hizo el 1-O: “Estaba en un colegio, como retén legal. Hubo muchos abogados voluntarios, que nos movilizamos para atender situaciones legales: consultas, detenidos, problemas… Íbamos a trabajar en definitiva. Era domingo, yo iba con traje y corbata. Dio la casualidad de que vino la policía cuando estaba. Entonces salí a hablar y ya no quisieron hablar más conmigo porque les sobraba. Me echaron fuera y me golpearon”.
“Yo creo que sí hay presos políticos”, afirma durante la conversación. “Como cualquier palabra es ambigua. Creo que lo son desde el momento en el que las responsabilidades que se les exigen están relacionadas con su actividad política”, y denuncia, por ejemplo, “el abuso de la prisión provisional, la aplicación de la ley con interpretaciones impredecibles y la generalización de las injerencias en derechos fundamentales”. “Hay una serie de criterios que hacen pensar que hay riesgo de que esta gente sean presos políticos”, resume.
Lleva unos días sin hablar con sus representados por el traslado a las cárceles catalanas. Durante esos meses se ha reunido casi todas las semanas con ellos para preparar la defensa. Muchos años tratando con gente encarcelada, y cree que ahora van a sentir un “vacío” tras el juicio y llegará la “incertidumbre” y la “ansiedad” de esperar la sentencia. “Ellos están muy fuertes, pero no he podido ver cómo les va a sentar eso”, incide. Y tampoco quiere hacer vaticinios sobre si seguirán en prisión preventiva: “No lo sé, es lo que parece o nos han dado a entender”.
Detrás del abogado también está la persona. Y uno se pregunta sobre su ideología. Van den Eynde hace este dibujo: “A ver, mi familia fundó un partido trotskista. Mi cultura política es marxista y, por lo tanto, de izquierdas. Me considero, por tanto, internacionalista, nada nacionalista. Pero, desde la perspectiva de izquierdas internacionalista, evidentemente me siento más próximo a las ideas republicanas de izquierdas y puedo empatizar mucho con los que son mis clientes. Como dice Romeva, no es independentista, está independentista, es un estado transitorio en el que necesitamos defender el derecho a que decida la gente de Cataluña para ver a dónde vamos”. Acto seguido, aclara sus dudas como muchos ciudadanos: “No me sabría situar, no soy de ningún partido ni voto habitualmente al mismo. De hecho, te diría que no sé a quién votar”.
Los Van den Eynde tiene origen belga, flamenco, pero viajaron por el mundo: “Mi abuelo nació en Guanajuato, México, y mi padre en Astillero, cerca de Santander. Mis familiares se establecieron tradicionalmente en Madrid y Cantabria, aunque algunos como mi padre se fueron a Barcelona a estudiar, y allí conoció a mi madre que es catalana”. E irónicamente ilustra: “Lo que pasa es que mi padre estaba metido en historias subversivas. La policía empezó a buscarle por hacer alguna fechoría, alguna manifestación. Se fue a París y dio la casualidad de que nací allí. Al año y medio vine aquí y he vivido en Cataluña”.
Y la vida da muchas vueltas: su tío Eduardo Van den Eynde es el portavoz del PP en el Parlamento de Cantabria. “Cuando voy a Santander, y veo a mi familia de allí, no hablamos de política. Nos respetamos mucho, tenemos algo en común, todos somos muy de rock and roll. Mi tío toca la guitarra con mi primo en un grupo y tenemos mucho de lo que hablar. Mi familia me da ánimos pero no entramos en el fondo del asunto. Nos llevamos muy bien, y siempre que puedo me voy para allá”.
Durante esos meses, relata, se le ha acercado mucha gente en la calle en Barcelona y en Madrid. “En general me han dado ánimos, me han reconocido. Aquí en la capital siempre me han parado para discutir desde un terreno en el que me siento cómodo. Me dicen ‘cómo lo ves’ y podemos hablar. No encuentran en mí a ningún talibán nacionalista y no pretendo que nadie me compre lo que pienso. Estoy muy sorprendido por la empatía que he encontrado en Madrid”, dice.
“El único problema real”, desvela, fue el 2 de noviembre cuando llegó acompañando a Carme Forcadell: “Nos tuvimos que ir corriendo de Atocha porque casi nos linchan. Seguramente fue porque nos esperaban grupos de extrema derecha, fue un momento complicado, pero no representan nada. Cuatro zumbados”.
La extrema derecha se ha sentado también en el banquillo, pero de la acusación de la mano de Vox y de su principal letrado y ‘número dos’, Javier Ortega Smith. “Técnicamente no nos ha supuesto ningún recto, manifesta Van den Eynde. Eso sí, piensa esto sobre ellos como partido: “Representan de lo peorcito que hay en política. Uno de los problemas más grandes: ese populismo que habla desde el estómago y puede enfrentar a gente entre sí, simplemente por ser de otro color o país, que ningunea a las mujeres, que quiere poner valores retrógrados”.
Van den Eynde se ha centrado estos meses en este caso. Le paga su cliente, dice, pero se niega a revelar sus honorarios. “Somos profesionales, ninguno lo ha hecho por una cuestión personal o de militancia. Pero hay una parte que va más allá que hace que podamos llevar este juicio, porque ni casi por todo el oro del mundo se podría pagar”, señala. “La dedicación es absorbente y brutal, “nos hemos dejado la vida allí”, lanza echando la vista atrás.
A pesar de la popularidad dice que no va a abrir despacho en Madrid. Quiere volver a otros casos penales, a temas como el ciberdelito, además de dar clases. “Recuperar la vida anterior”, avanza. Su pensamiento: “Los abogados somos como Mary Poppins, ayudamos a una familia y luego a otra”.
Se amontonan las emociones y los datos en la cabeza. Cuando llegaba de esas sesiones al apartamento alquilado en el centro de Madrid había que bajar la presión. Se trajo su guitarra y un ampli de Barcelona: tocaba temazos en la soledad. Lo suyo ahora es el trash metal, “estoy ahora en un proyecto más metalero”. El nombre es Vientos de poder, todo un tributo a la banda argentina Hermética.
Y es que el estrés era constante. “Me he preocupado mucho de mi salud personal y mental. He hecho mucho coaching para poder soportar el juicio”, confiesa. También salía a correr e intentaba hacer el cubo Rubik en menos de dos minutos. No lo logró, pero se quedó cerca. Su récord: dos minutos y diez segundos. A ello sumaba alguna serie de televisión: Juego de tronos, Muñeca rusa y Killing Eve. “No veía de abogados, no me gustan nada porque me recuerdan al trabajo”, señala entre risas. Y en este tiempo también engulló el documental sobre Metallica.
Cae la tarde en Madrid. El calor sigue siendo asfixiante. Confesiones del juicio sobre la mesa. Y dos recomendaciones musicales del abogado metalero del procés antes de irse: Lamb of God y Berri Txarrak. Solo aptos para los que les va la marcha dura.