Cuando el "granero" del PSOE se derechiza: por qué ha cambiado el voto de los andaluces
Una cosa es lo que se vota y otra lo que se es: los andaluces se declaran centristas pero responden al desgaste de 37 años de socialismo o la desunión de la izquierda.
Andalucía siempre ha sido sinónimo de progresista, porque mejora, avance, es lo que busca su sociedad. Lo canta hasta en su himno, donde dice paz y esperanza, donde pide tierra y libertad, en el que sus hombres y mujeres desean ser luz para el mundo. Son anhelos y principios irrenunciables. Durante décadas, tras la dictadura, la izquierda monopolizó ese ansia de desarrollo, tras un abandono histórico. Pero ahora hay coyunturas y escenarios que han hecho que la balanza electoral se haya inclinado hacia los conservadores, que vote a la derecha.
¿Se ha producido un viraje ideológico? ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo se ha llegado a un 19-J en el que el PP aspira a ganar de nuevo y casi con mayoría absoluta? Hay consenso entre los expertos: los andaluces se declaran centristas, pero el desgaste del PSOE, la atomización de la izquierda y su enorme desmovilización de base, las sucesivas crisis económicas y el papel aparentemente moderado del presidente popular, Juanma Moreno, han llevado a un nuevo tablero.
Así es ideológicamente el andaluz
En las diez elecciones autonómicas celebradas hasta 2018, la suma de los partidos de izquierda (PSOE, PCE, IU, Partido Andalucista, Podemos, Adelante Andalucía) siempre había sido mayoritaria en el Parlamento andaluz. Sin embargo, hace tres años y medio se produjo un vuelco, con la alianza PP-Ciudadanos, con apoyo externo de Vox, a la que ahora hay que relevar.
Si tomamos las principales encuestas publicadas estas semanas por el CIS, el Centra o empresas como 40DB -que ha hecho sondeos para El País y la Cadena SER-, los andaluces se posicionan en el centro; dependiendo de la fuente, están unas décimas por debajo del 5 (esto es, centro ligeramente inclinados a la izquierda) o por encima del 5 (ligeramente inclinados a la derecha). El CIS lleva constando desde 1999 un mayor centrismo, por lo que no es tan nuevo, en los últimos tiempos el proceso ha sido más acelerado.
Aún así, prácticamente la población está repartida en tres tercios: un tercio de izquierdistas, un tercio de centristas y poco menos de un tercio de derechistas. No hay, por tanto, una mayoría que se refleje en el reparto de escaños que hoy se llevaría la derecha, de 47 a 49 escaños para el PP y de 17 a 21 para la ultraderecha de Vox, sobre 109 diputados en el Parlamento macareno.
Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla, constata que en términos de posicionamiento ideológico “se detecta una especie de viraje al centro”, marcado por un “elevado pragmatismo” y que es “transversal”, que “se detecta un consenso social sobre la alternancia en el Gobierno que parece aceptado y se desea” y que se ha visto acompañado de un “liderazgo sorprendente” de Moreno que ha acentuado todo lo anterior.
Cuando se le pregunta a los andaluces si votan siempre a la misma formación o depende del momento, a la que más le convenza en cada instante, el 56% da la segunda respuesta. “Antes la hegemonía de la izquierda era mucho mayor, pero ahora es como si esa unidad estable que había con el PSOE se ha roto”, indica el profesor.
Alejandro Romero Reche, que imparte también Sociología en la Universidad de Granada, diferencia entre la cita con las urnas y la ciudadanía. Constata que “todas las encuestas apuntan a una victoria conservadora y una mayoría absoluta del PP con Vox, y una mirada histórica a los resultados electorales andaluces muestra una corriente de fondo de derechización gradual del voto”. No obstante, dice, esto “no implica necesariamente una derechización gradual de la sociedad”.
“La estrategia de Juanma Moreno, buscando el voto útil progresista, y la imagen moderada que ha cultivado, evidencian que en Andalucía no se puede ganar con un discurso netamente de derechas, como el de Vox. La derechización de los resultados electorales tiene que ver, entre otros fenómenos, con una desmovilización del voto de izquierdas, el que ahora Juan Espadas quiere recuperar y Moreno atraer, presentándose como única opción plausible para detener a la extrema derecha”.
No hay muchas diferencias ni entre hombre y mujeres, ni entre jóvenes ni mayores, ni entre ciudadanos de las urbes y del campo, añade Bericat. Hay más partidarios del PP entre las mujeres y la tercera edad, es cierto, pero tampoco es muy muy acentuado, desgrana. También los apoyos del PP son “bastante uniformes” si reparamos en el nivel de estudios.
Romero Reche afina que “el cambio nunca es uniforme, y tanto en Andalucía como en España hay patrones en el comportamiento electoral que, aunque se van modificando, muestran importantes inercias”. En el caso del eje urbano-rural, “a pesar de las profundas transformaciones socioeconómicas en el campo, se ha mantenido una cierta ventaja rural para el PSOE en la medida en que tanto el voto del PP como el de partidos nuevos como Podemos y Ciudadanos era claramente urbano”. Sin embargo, hace ver que “el nuevo partido en auge, Vox, tiene una mayor capacidad de penetración en entornos rurales”, algo de lo que hace especial lucimiento el partido de Santiago Abascal.
Los sondeos auguran que el bloque de PP-Cs-Vox subirá de 49 al 57% de los votos y que prácticamente todos los partidos transferirán electores a los de Moreno, con una potente capacidad de atracción. Por ejemplo, al PP se irán un 10,5% de los socialistas y hasta un 4,6% de votantes de Unidas Podemos, si no hay fallo en las proyecciones. El PP, además, es el partido que más apoyos fija: sólo tiene un 2,7% de indecisos, frente al 14,1% del PSOE, el 17,2% de Ciudadanos o el 14,9% de Vox.
En cuanto a percepción, casi el 70% de los socialistas encuestados para los medios de Prisa, por ejemplo, califican de buena / muy buena (19,8) o regular (50,2) la gestión del actual Gabinete. Esto es, no la censuran. La cifra es 14 puntos inferior a la de los socialistas que piensan lo mismo del Gobierno central del socialista Pedro Sánchez, su correligionario.
De dónde veníamos
“Los andaluces siempre han querido mejorar su tierra y, con el tiempo, se han quitado de encima la tradicional resignación a la que fue sometida la región. Progresista sigue siendo, pero otra cosa es el anclaje político del eje izquierda-derecha, que es otro juego”, diferencia Bericat, coautor, entre otras obras, de El cambio de valores en la sociedad andaluza.
Se remonta al pasado reciente para explicar cómo hemos llegado hasta aquí. “Ha habido grandes cambios estructurales. Andalucía partía a principios del periodo democrático con lo que se llamaba atraso andaluz, y una estructura social muy muy desigualitaria, con la población muy polarizada y donde todavía pervivía esa idea del señorito, del terrateniente; era una sociedad condenada a la inmovilidad por la gran diferencia y desigualdad existente”, explica.
Luego se asentaron los gobiernos democráticos y, con ellos, “la modernización, el desarrollo económico, el estado del bienestar y la igualación de la sociedad”. Es en ese contexto en el que el PSOE “se llega a identificar con estos elementos de una manera mucho más intensa que los demás”. “Era el partido del bienestar, de la democracia, de la modernización, del cambio y del desarrollo y así se ha sentido durante muchos años”, remarca. A eso ayudó también que el socialista era “un partido centralista” y “Andalucía necesitaba de la solidaridad interterritorial para incrementar sus posibilidades de desarrollo”.
Y tampoco es nada despreciable en la consolidación del lazo de Andalucía con el PSOE el hecho de que líderes nacionales absolutamente claves, como Felipe González y Alfonso Guerra, procedieran de Andalucía. “Todo eso ha generado un poso que fundamenta la identidad PSOE-Andalucía y que ha funcionado durante 37 años, pero ya no”, insiste, apuntando a la fatiga, que ha acabado con etiquetas como que la comunidad es “el granero de votos del PSOE”.
¿Y por qué? Porque los tiempos cambian y las sociedades cambian, básicamente. “Donde antes había una estructura socioeconómica desigualitaria, ahora han emergido muchísimas clases medias, ha habido un proceso de modernización, de crecimiento, hablamos de cambios estructurales que han hecho que los andaluces hayan dejado de identificar a la región con el PSOE o la izquierda. Había una conciencia de que era el PSOE el que había dado a Andalucía cosas como trabajo o progreso, pero la idea de que un partido da a una sociedad ha desaparecido y, por lo tanto, el juego político se ha abierto”, remarca.
El porqué del cambio
Aunque es ahora, en los últimos años, cuando el PP ha llegado a la máxima institución andaluza, que es la Junta, la templanza en el voto viene de lejos. El profesor Bericat recuerda que “durante mucho tiempo, ha ido gobernando grandes capitales andaluzas, por ejemplo, donde ha ido adquiriendo una práctica de gestión en una región que no le era muy favorable en ese sentido”. Ya en 2012, además, Javier Arenas ganó por primera vez para su partido unas elecciones en Andalucía, que no llevó a nada porque llegó al Ejecutivo la suma de PSOE e IU. El entonces líder popular arrastraba aún la imagen de señorito y, aún así, venció.
Esta progresión se debe a distintos factores. El primero de ellos es ese “desgaste” socialista, especialmente en la última década, tras tantos años de gobiernos monocolor. “Se ha incrementado el deseo de alternancia política, que es el único mecanismo que hace que una democracia sea democracia”, indica el profesor de la Hispalense. A ello se suma “un cambio cultural de perspectiva” que considera fundamenta: la comunidad compara el presente con el pasado y constata que está mucho mejor que antes, “pero ahora que se han conseguido avances, similares a los de otras regiones, los andaluces han empezado a mirar también hacia el futuro”, dice, y eso cambia las tornas. “No están satisfechos solamente con que se les diga: ‘estamos mejor que hace 40 años’, sino que las ansias y el deseo de progreso se han instalado en las nuevas clases medias y saben que, o se gana el futuro, o no se progresa”.
Y en eso el PSOE, entiende, no ha sabido conectar, ha mirado demasiado a lo que fue. De ahí que su alianza con los votantes “ya no sea inquebrantable, tan firme y tan sólida”. “La izquierda estructuralmente tiene el desgaste de la alternancia, que es el más lógico, pero también el de los ERES, con dos presidentes condenados, o el del liderazgo. Pero es que, sobre todo, suma el hecho que su discurso político estaba basado en el pasado, en lo hecho, y estas nuevas clases medias quieren que les hablen de futuro, porque vivimos en sociedades pesimistas y lo que nos produce ansiedad es el futuro; quien nos dé tranquilidad en el sentido de aportar más probabilidad de afrontar el futuro con unas ciertas garantías, pues más eco tendrá. Quien hable del pasado no tiene muchas posibilidades de ser el escuchado”, ahonda.
El PSOE, por haber reinado tantos años, es central en el análisis, pero no el único. Toda la izquierda ha afrontado “la problemática de las coaliciones”, que en términos políticos “se paga”. No se ha visto, dice Bericat, “ni un partido ni una coalición sólida, donde lo importante son los programas y no los puestos”. Y, sumado a todo lo anterior, ha llegado un Gobierno cuya gestión el catedrático califica de “políticamente valorable, sin entrar en posicionamientos ideológicos”, con lo que los partidos de izquierda se han encontrado “desorientados con arreglo a lo que era necesario ofertar o han dado a veces un, entre comillas, espectáculo político que no reporta votos en las urnas”.
Su colega Romero Reche incide en algunas de estas claves. “El PSOE no consigue volver a movilizar a una porción decisiva de su electorado, los partidos a su izquierda han fragmentado su espacio de tal forma que inevitablemente se van a ver penalizados en el reparto de escaños, y el PP ha sabido conjurar el miedo a la derecha, a pesar de haberse apoyado en la extrema derecha para llegar a San Telmo, haciendo ver que sus concesiones a Vox son más cosméticas que de fondo y que se mantiene la continuidad con los aciertos de los gobiernos socialistas, mientras se rompe con la herencia de corrupción y clientelismo”.
Sobre la atomización de la izquierda y sus efectos en estos cambios, expone que, “por pura matemática electoral, la atomización de la izquierda supone una división del voto que ayuda a optimizar los resultados electorales de la derecha, cuyo voto se concentra en dos partidos que se encuentran en un momento especialmente favorable”. Además, coincide en que hay cosas, más allá de la multiplicidad de siglas, que no han empujado para bien, como “el accidentado espectáculo de la formación de la coalición, o los ataques entre partidos de izquierdas, como el intento de excluir a Teresa Rodríguez del debate electoral”, episodios que “contribuyen a desanimar a un electorado ya de por sí poco movilizado”.
Y es que ese es un dato clave: la enorme desmovilización de la izquierda, en la que la indecisión es cuatro veces mayor que en la derecha. Por eso se multiplican los mensajes para sacar a esos andaluces de sus casas y ponerlos en el colegio electoral. “Si votamos, ganamos”, resume el lema del PSOE. En 2018, 400.000 andaluces que siempre votaban socialista se quedaron en sus hogares, prefirieron no votar antes de hacerlo por otra opción política, pero la sangría no fue de un día para otro: en una década, el partido de Espadas se había dejado por el camino 1,1 millones de votos, el 50% de sus apoyos.
Los tiempos tampoco ayudan: los socialistas han tenido que esprintar para dar a conocer un candidato muy nuevo, tras Susana Díaz, con un grado de conocimiento bajo fuera de Sevilla, aún más raudo en el caso de Inmaculada Nieto (Por Andalucía), elegida in extremis, y con Rodríguez como rostro más familiar de ese flanco, pero teniendo que explicar que ahora no va con los que fue en las últimas elecciones.
La derecha ya no asusta
En la experiencia última del Gobierno PP-Cs “encontramos rasgos de éxito”, sostiene Bericat, cuando se entendía que había un alto riesgo de que una Administración de derechas “intentase romper o quebrantar el pacto social que fundamentaba Andalucía”. Entiende que no ha sido así, “para sorpresa de muchos ciudadanos”, porque ese gran pacto “por el desarrollo, el crecimiento, el bienestrar o la apuesta de atender a los más vulnerables” se mantiene. “No se han alterado grandes principios”, zanja. En resumen, el miedo a la derecha se ha esfumado.
Explica el sociólogo que existe una idea generalizada de que Moreno “ha gestionado razonablemente bien la crisis”, sin “contestación social o conflicto” de importancia, con el valor que tiene la llamada paz social. Este Gobierno, además, “no ha utilizado guerras culturales, no ha cogido los principios ideológicos de la derecha y los ha puesto por delante del carro”, lo que también ha evitado choques y desgaste, “y luego políticamente ha sido muy estable, no ha habido un choque interno” entre los socios.
Romero Reche, que pertenece al Grupo SEJ 131 de Análisis de la Vida Social en el campus granadino, es claro al afirmar que “Moreno gobierna gracias a los errores de la izquierda más que por méritos propios”. “Pero si revalida [el cargo] el 19 de junio, será al menos tanto por los errores de la izquierda como por méritos propios, como indican sus cifras de valoración entre el electorado progresista”, apunta. A su entender, “la mayoría no le votará, pero muchos de ellos tampoco se sentirán suficientemente motivados para votar a la izquierda por temor a que gobierne la derecha: Moreno Bonilla no da miedo ni inspira grandes antipatías”.
Bericat habla también de liderazgo, insiste en el valor de la figura de Moreno, un candidato en el que no confiaba ni su propio partido, que parecía de transición, y al que hoy las encuestas dan “un nivel altísimo”, del 6,5, “muy raro ver en estos tiempos de desprestigio político”. Destaca su “personalidad suave, dialogante, sin estridencias, que parece que ha sido bien recibida y avalada por los andaluces”, esos mismos rasgos que sus opositores denuncian como una fachada.
Y está de fondo también el debate territorial: el ascenso de la derecha más acentuado coincide con el referéndum de autodeterminación en Cataluña, que sirvió al PP para hacer campaña. Ese marco de unidad nacional, salpicado luego con algunos gestos pseudoandalucistas, han cuajado un discurso que a Moreno le funciona.
¿Cuál ha sido el papel de Vox?
Vox se estrenó por primera vez en un Parlamento hace tres años y medio, y fue en Andalucía. Su labor en el Hospital de las Cinco Llagas ha sido digamos que discreta pero ha logrado introducir en la agenda algunas de sus prioridades y apuestas ideológicas. ¿Influye todo eso en el giro?
Para el profesor Romero Reche queda claro que los de Macarena Olona no tienen opciones, en lo puramente político. “Vox no puede ganar unas elecciones en Andalucía con su discurso y, particularmente, con su candidata, que ha demostrado tener serias limitaciones en este contexto”, zanja. Pero augura que “probablemente será decisivo en la formación de Gobierno, en un choque de estrategias que hay que leer inevitablemente en clave nacional”.
“Vox necesita mostrar que es clave para que la derecha gobierne en España, y el PP, que busca recuperar la centralidad, necesita mostrar su independencia con respecto a la extrema derecha. Moreno Bonilla, que fue el primer barón que pactó con Vox e hizo impracticable cualquier cordón sanitario, gobernará con Vox si es necesario. La pregunta es si podrá marcar distancias con respecto a Vox tal como ha podido hacerlo mientras le apoyaba desde fuera del Gobierno”, señala.
Desde Sevilla, Bericat reflexiona sobre el papel que tiene la ultraderecha en las sociedades actuales. “Estas extremas derechas están recolectando frustraciones, ansiedades, desesperanzas, pesimismos, que pululan por ahí, en una sociedad que cambia muy rápido y que se enfrenta a muchos problemas, cuyo futuro es negro. Estos partidos coleccionan este tipo de sentimientos, se nutren de ellos”, explica, a modo de marco.
En Andalucía, como en otros lugares de España, la salida de las crisis continuas no ha sido con bien: 2008-2012, coronavirus, Ucrania... “Hay gente que no tiene futuro, que es muy vulnerable, pero por alguna razón esta gente no piensa como antes que esto lo van a resolver los principales partidos, la estructura institucional de una sociedad”, señala. Buscan, así, otras respuestas.
“Se produce un caldo inmenso de desafección política, hay muchas personas que lo que quieren es protestar, patalear de alguna forma. El aparato institucional actual no da salida a determinada gente que está en la frustración y el pesimismo, con la sensación de quedarse atrás sin remedio… La globalización es muy bonita pero para el que tiene recursos y planificación, pero las personas cuyos sectores productivos desaparecen o se ven afectados se quedan a la intemperie. Y en la intemperie hace mucho frío y hay que comprender ese frío que se pasa en la intemperie. Si hay muchos que votan a Vox, quiere decir que tenemos mucha intemperie, y por lo tanto haríamos bien en analizar con detalle y con cuidado ese tipo de actitudes y esa conducta de voto”, concluye con contundencia.
El domingo, la respuesta la tienen los andaluces.