Anatomía de la inseguridad de Feijóo ante Sánchez
Para resurgir, Feijóo necesita dos horas de calentamiento y no es hasta el final del debate cuando logra serenarse.
Feijóo mengua en los cara a cara con Sánchez y trasluce una inseguridad que le resta talla de futurible presidente de Gobierno. Para resurgir necesita dos horas de calentamiento y no es hasta el final del debate cuando logra serenarse. El curioso tic de Alberto Núñez Feijóo resume el enfrentamiento con Pedro Sánchez en el Senado.
El popular había hecho el paseíllo antes de las cuatro de la tarde con un pesado taco de papeles bajo el brazo mientras los periodistas comentaban el valor que le debe infundir ir por la vida cargado de folios, que luego se dedica a pasar compulsivamente sin leerlos cuando Sánchez desde la tribuna le pone nervioso. Una inseguridad soportada por su ambigüedad, que le impulsa a hablar atropelladamente en su turno, quizá porque alterar los datos a sabiendas le incomoda.
El presidente no ha hecho una alusión directa a Feijóo en los 50 minutos de su intervención inicial, pretendía tratarle con guante de seda y dejar que le atacara a gusto. Así tendría justificación para responderle después. El líder del PP se lo ha puesto en bandeja.
Sánchez no quería dar argumentos al PP para que rechace de nuevo pactar la renovación de la Justicia o fastidiar el buen rollito que se ha creado al pactar PP y PSOE el retraso en la tramitación de la Ley Trans. Solo en el minuto 35 de su discurso ha cargado contra la gestión de Rajoy, recordando que gravó el autoconsumo con el impuesto al Sol y se recortó la Sanidad con 30.000 sanitarios menos.
Feijóo, al que se acusa de mentir constantemente, ha señalado a Sánchez por utilizar cifras falsas para poder pronunciar la frase que llevaba clavada en el alma desde el primer cara a cara hace un mes, que el presidente le lanzó indistintamente: “¿Insolvencia o mala fe?”. Y ha acusado a Sánchez de que exprime “a las clases medias con el impuesto más injusto e inflexible, la inflación”. Como si la guerra de Putin no existiera y la subida del IPC fuese una decisión de Sánchez en lugar del impacto por la subida internacional de precios.
La encuesta del CIS, que por primera vez desde hace meses señalaba a Sánchez por encima de Feijóo, ha influido en la excitación del líder de la oposición; también le había hecho mella ver que va a lograr la aprobación de los presupuestos. Para Sánchez no era necesario ir a degüello, se podía ser más elegante y esperar que fuese ahora el presidente del PP quien perdiera los nervios y se retratase. Como cuando ha insistido en que la sanidad está transferida a las comunidades autónomas y ellas son las responsables de la vacunación del covid o de los trasplantes que se realizan. Una afirmación que contradice el relato de Isabel Díaz Ayuso de que los recortes o la orden de la presidenta en plena pandemia de no aceptar a ancianos con covid en los hospitales había que achacárselo al Gobierno central.
Sánchez ha desgranado los nueve paquetes de medidas tomadas en estos meses para insistir hasta la saciedad en que “un reparto equitativo de las cargas de la crisis es su principal objetivo”.
Se trata de contraponer la política social, la protección de los trabajadores, con la defensa de los intereses de los ricos que el PP ha desplegado en los últimos meses como si le fuera la vida en ello. Primero el presidente de Andalucía perdonando a los señoritos andaluces 900 millones de euros en impuestos para pedir acto seguido 1.000 millones al Gobierno central para que todos los españoles mantengan intactas sus fortunas y luego la presidenta de Madrid amenazando con llevar al Constitucional el impuesto a los ricos. Cuando obligar a los ricos a compartir sus ganancias vía el impuesto de solidaridad supondrá un ingreso de 1.600 millones de euros, que Sánchez ve de necesario cumplimiento. Feijóo le ha respondido que cree que “no hay que ir contra el que prospera”, empecinado en mantenerse en la cruzada del PP a favor de los millonarios.
Quienes no conocen Madrid quizá no sepan que a unos pasos del Senado está el convento de la Encarnación, que acoge una de las reliquias más famosas de España, la sangre de San Pantaleón. Cada año atrae a miles de feligreses para ver si se licúa. El año que esa sangre no se licúe, es que algo muy grave va a pasar apunta la tradición cristiana. Feijóo acudió este martes al Congreso acogido a la bendición de Pantaleón, pero sin tener claro si el próximo 27 de julio conviene que la sangre se licúe o no. Si no se licúa ¿significa que el Gobierno de Sánchez perderá las elecciones?, ¿eso es un drama? No está claro, depende de quién y qué se interprete como desgracia. Feijóo ha reprochado a Sánchez que todo lo haga pensando en las elecciones, y Sánchez ha ironizado con que el gallego “solo piensa en las próximas generaciones”.
Entre las idas y venidas del discurso de Feijóo a la cascada de datos del presidente del Gobierno, el gallego ha respondido retorciendo las cifras, como en el caso de la inflación, acusando al actual Gobierno de situarlo entre las inflaciones más altas de Europa. Sánchez, pese al tono más moderado, no ha resistido y sin acusarle de mentir directamente sí que le respondido con el hecho de que IPC está por debajo de la media europea. “Son tres puntos y medio lo que estamos conteniendo el alza de los precios, si no tendríamos el 12,5%”, le ha contestado Sánchez.
Feijóo, que por momentos ha subido sus decibelios, ha reprochado al presidente del Gobierno no haber llegado a un pacto de rentas —hasta tres veces se lo ha dicho— y le ha acusado de no creer ya en España. “Los españoles han dejado de creer en usted”, le ha espetado a Sánchez; mientras este le ha pedido que “no hable usted de pufos…” y le ha recordado los 35.000 millones del banco malo de Rajoy y Luis de Guindos, perdidos. Eso sí es un pufo “y es la misma cantidad que nosotros estamos desplegando para paliar las consecuencias económicas y sociales” de la guerra de Putin.
El presidente del Gobierno ha tratado de acorralar a Feijóo preguntando que recortarían ellos, qué ayudas quitarían de las medidas sociales que el Gobierno ha adoptado. Por concretar algo, ante la indefinición y la ambigüedad que achaca al líder del PP.
Al final, Sanchez se ha vuelto incluso paternalista. ”Sería bueno que usted contextualizara” y no hagan más “el rídículo”, ha recomendado al líder de la oposición que renueve el argumentario —hace 40 años que hay democracia y los del PP siguen teniendo el mismo— y aparque los bulos y los pufos. Vamos, que Sánchez no ha podido evitar algún sopapo a Feijóo, aunque ha intentado moderar el tono frente a la última vez.
Alberto Núñez Feijóo ha pasado de cuarto menguante a cuarto creciente en la última parte de su intervención, tirando de las bondades de partidos como PNV, ERC o el mismo Feijóo en Galicia, que ya tenían un mínimo vital. Pero no ha salido de esa “indefinición calculada” de que le acusa el presidente del Gobierno, quien le ha recordado cómo apoyaron los populares al lobby de las eléctricas contra las medidas que el Gobierno ha llevado a la UE.