Amor Zero
Reflexioné sobre el Amor zero, el libro que escribió el psicólogo Iñaki Piñuel en relación con una entrevista que concedió hace año y medio en Espejo Público a raíz de la desaparición de Diana Quer. De hecho, aquella entrevista llamó mi atención porque, en pleno debate televisivo y periodístico sobre la desaparición de la propia Diana, se especuló mucho sobre su entorno familiar. También captó mi interés porque lo estoy viviendo en tercera persona: amigos que han dado con hombres y mujeres que han terminado por cargarse su autoestima. Piñuel expone de forma sencilla cómo este tipo de relaciones no son casuales: siempre hay alguna de las partes que detecta la vulnerabilidad y las carencias del otro. En el momento en que eso sucede, este psicópata simula estar pendiente de la otra persona, conoce sus flaquezas y se aprovecha de sus momentos de debilidad para beneficio propio.
Invade su espacio en todos los sentidos y la víctima se encuentra aislada con la firme convicción de que su pareja está actuando bien. Los humanos tendemos en muchas ocasiones a sacrificar nuestra libertad y condicionarla a nuestra seguridad. Este tipo de personas saben cómo camuflar sus intenciones, sobre todo en público. Ni siquiera los propios amigos perciben lo que sucede. El maltrato es sutil y primero comienza con palabras seductoras y acercamientos presuntamente altruistas. El psicópata indaga sobre el pasado de la víctima, busca si tiene una buena posición económica o no, y sobre su relación con sus familiares y amigos. Construyen un personaje, empiezan a encantarse y a encantarnos, venden el producto, que son ellos mismos, y una vez han accedido a nosotros es cuando empiezan los problemas. Cuando en una relación hay una pelea, fingen perdonar, simulan que olvidan, pero juegan con el agravio para jugar con el sentimiento de culpa de su pareja. Todo lo que uno haga o no haga es un arma arrojadiza para ellos. La capacidad que tienen estas personas de sembrar dudas abarcan los celos, las medias verdades, los comentarios malintencionados, o afirmar algo y luego negarlo en plena contienda con el fin de hacer quedar a la otra persona de paranoica, acaban desesperando a la pareja.
¿Es consecuencia esto de los tiempos modernos? Para nada. Siempre hubo psicópatas, pero la sociedad contemporánea, tan dada al individualismo y en la que los modelos de familia y de pareja tradicionales se están resquebrajando, la fractura social es cada vez más importante. Las redes sociales nos han hecho ególatras y nos han ofrecido la oportunidad de poder fiscalizar cada aspecto de la vida de nuestra pareja. Cuando una baja autoestima y la posibilidad de controlar al otro se juntan, el resentimiento hace el resto. Es esa animosidad que experimentamos cuando tenemos que competir por un puesto de trabajo y por ese chico o esa chica y no lo conseguimos. En cambio, ¿qué podemos hacer para detectar a esos psicópatas, como nos señala el propio Piñuel? Nada. Todos somos vulnerables, incluso los propios psiquiatras y expertos lo son.
El Amor zero está vinculado con el narcisismo: una de las grandes epidemias de nuestro tiempo como consecuencia del rápido cambio en la sociedad que se produjo en tiempos industriales hasta la actualidad. Las últimas décadas han sido testigo de un cambio social de un compromiso con nuestro "yo". Nuestra vida se han mercantilizado; nuestros sentimientos, también. El mundo exige al individuo una búsqueda constante y cada vez más acuciante de identidad. Ser individuos en una sociedad posmoderna no significa sólo ser simplemente ser buenos consumidores, sino también ser productos competitivos en el mercado. Y eso lo trasladamos al mundo de las relaciones de pareja, que muchas veces se convierten en un ajuste de cuentas de una de las partes con su propio pasado y sus inseguridades.
Nuestras relaciones de pareja o romances responden rápida y eficientemente a las tentaciones del mercado. Es un vicio estructural de la población que causa estragos por la sencilla razón de que cada vez menos toleramos el fracaso. Y quizás sea otro de los grandes problemas del siglo XXI, porque las consecuencias para la sociedad pueden ser devastadoras. Hoy en día las tasas de depresión son cada vez mayores, y muchos de los casos de esta enfermedad están relacionados con la ruptura de una relación de pareja. Por eso, a veces es necesario diferenciar entre necesitar y elegir. Necesitar implica ceder parte de tu parcela de autonomía para que una persona solucione tus problemas, convirtiéndose en tu parche. Elegir, por el contrario, es un ejercicio de libertad: supone entender que no todo es el amor, y que la elección y la voluntad también han de estar presentes.
Y ojalá en los colegios se empiece a hablar del Amor Zero en una época en la que la violencia de género aumenta entre adolescentes, así como educar en valores a una juventud anestesiada y contaminada por ideas y promesas que poco o nada se corresponden con la realidad. Educar en que la soledad es necesaria en muchos momentos de nuestra vida, y que amar y ser amados no tiene nada que ver con buscar la perfección: basta sólo con ser conscientes de nuestras flaquezas y aprovechar las del otro para ayudarla y no someterla.