Amnesia mediática
¿Se puede criticar al cuarto poder? ¿Se puede denunciar a la prensa y a los medios de comunicación sin ser despedido en el intento? Me parecen preguntas pertinentes, aunque no comparta las tesis de quienes consideran, sin matices, que estamos vendidos al poder. Una vez más, la entrevista me parece el mejor formato para tratar de encontrar respuestas. He hablado con Laura Basu, autora de Media Amnesia, un libro sobre la (insidiosa) cobertura mediática de la crisis financiera. Lean hasta el final y no se queden en el titular de este artículo:
ANDRÉS LOMEÑA: Usted llama amnesia mediática a cómo las noticias reescriben la historia para apoyar a una oligarquía corporativa. La economista francesa Julia Cagé o el politólogo holandés Joost Smiers estarían de acuerdo en que el principal problema es la concentración del mercado y los oligopolios mediáticos. El diagnóstico parece fácil…
LAURA BASU: Sí, creo que la concentración del mercado de los medios y los oligopolios mediáticos son una gran parte del problema. El modo en que esto influye en el contenido de los medios es directo e indirecto. Algunos propietarios de los medios son conocidos por tomar partido y forzar una línea editorial determinada. En otros casos, se nombran editores en quienes se pueda confiar. En el libro El Establishment: la casta al desnudo, Owen Jones describe varias ocasiones en las que los periodistas fueron coaccionados de ese modo. Sin embargo, lo que resulta aún más persuasivo entre los periodistas es la autocensura. Cuando un periodista empieza en un medio, sabe qué identidad política tiene y se adapta para encajar y así complacer a los jefes. Esto influirá en las historias que publica y el modo en que las contextualiza. Casi todos los periodistas que entrevisté para el libro Media Amnesia reconocieron que la autocensura era la norma entre la mayoría de los periodistas del rango superior de la plantilla.
A.L.: Su libro atrapó mi atención después de recordar que Obama habló de la refundación del capitalismo durante la crisis económica. Y después no ocurrió nada. En realidad, los medios sí que difundieron el pánico moral por todas partes hasta el punto de que en España el mantra fue el de: “Nosotros o el caos”. ¿Sabría cómo periodizar esa amnesia mediática? ¿Guarda relación con la llamada doctrina del shock, según la cual el miedo justifica medidas que benefician a las élites?
L.B.: En las primeras fases de la crisis, cuando todo el sistema se venía abajo, hubo un montón de propuestas sobre cómo reformar el “capitalismo de casino”. Luego, cuando los gobiernos se hicieron cargo de la deuda de sus bancos, llegó la recesión, y la crisis financiera se transformó en una crisis de deuda pública. El relato empezó a cambiar. La culpa se alejó de los bancos y de los problemas estructurales del sistema económico y fue redirigida hacia el sector público, lo que legitimó la austeridad y otras medidas neoliberales, como recortar impuestos a las grandes empresas. Este cambio de “narrativa” es lo que acuñé como “amnesia mediática”. La crisis estaba tergiversándose y reescribiéndose. Por cierto, la amnesia mediática no solo se aplica a la crisis económica; también puede observarse en las noticias de todo tipo de hechos. Por ejemplo, en Reino Unido y Estados Unidos hubo una gran amnesia mediática con la guerra de Irak. La crisis económica y sus consecuencias proporcionaron una magnífica oportunidad para rastrear la amnesia de los medios durante un periodo ininterrumpido de varios años.
La idea de la doctrina del shock es completamente relevante. La crisis fue una oportunidad para intensificar el modelo neoliberal y transferir recursos a los más poderosos a través de la austeridad y el ajuste estructural. La amnesia mediática fue parte de ese proceso.
En términos de periodización, creo que hubo una gran lucha política para tratar de definir la crisis. El austericidio venció allá por 2010, cuando el Fondo Monetario Internacional cambió el estímulo fiscal por la austeridad. Esa victoria duró muchos años. Puede que ahora estemos en una nueva fase, al menos en Reino Unido, pero probablemente en muchos otros lugares; las consecuencias sociales de la austeridad han quedado patentes y las personas están hartas del deterioro de sus condiciones de vida. La cantinela de haber vivido por encima de nuestras posibilidades se está agotando.
Laura Basu.
A.L.: Algunos críticos le afearán su teoría señalando que hay numerosos libros sobre la crisis o que economistas de la talla de Paul Krugman o Joseph Stiglitz escriben con frecuencia en medios de gran repercusión. ¿No cree que haya suficiente resistencia dentro del periodismo?
L.B.: Es cierto que se han publicado muchos libros sobre la crisis, algunos de ellos muy críticos con la propia economía. No obstante, podemos hacer diferentes tipos de análisis y críticas y también podemos proponer diversos modelos económicos alternativos; lo que descubrí a través de la cobertura de los grandes medios (algo que seguramente sea válido en otras industrias como la editorial) es que la principal posición alternativa apostó un poco menos por la austeridad y algo más por la inversión gubernamental y por la regulación financiera. Esta posición estuvo presente, aunque no era dominante en los medios principales (la austeridad fue la posición dominante). Las perspectivas más ambiciosas quedaron marginadas, perspectivas que muestran los problemas estructurales de nuestro modelo económico o un nuevo modelo que permita vivir a las personas de forma decente sin sobrepasar los límites ecológicos.
Esa es la clave: todas las voces estaban ahí vociferando, pero solo unas pocas lograron ser significativas en los grandes medios. Además, el tipo de debate que plantearon tuvo un alcance muy limitado.
A.L.: ¿Podría precisar qué echa en falta en los periódicos y en el resto de los medios?
L.B.: Esta pregunta nos lleva a otras preguntas fundamentales sobre la naturaleza del periodismo y qué queremos de él. ¿Qué sentido tiene estar inundados de acontecimientos si no tenemos ningún contexto para esos acontecimientos y no comprendemos cómo se conectan entre sí? Quizás necesitamos repensar la función básica del periodismo. Entretanto, creo que se necesita una cantidad mínima de contexto.
Por ejemplo, en la cobertura inglesa del déficit del gobierno, con frecuencia se omitió por qué teníamos déficit. El vacío explicativo se llenó con desinformación sobre el despilfarro del sector público y el gasto excesivo. La crisis financiera no se identificó como el detonante de la recesión y del déficit público, y desde luego las raíces de la crisis económica apenas se mencionaron tras la primera fase del crash. La cronología de la crisis se borró y se reescribió. Una simple y breve cronología de la crisis hubiera bastado para remediar eso… no se necesitaban páginas y páginas de texto.
A.L.: Mi amnesia mediática es muy clara: usted me ha recordado el significado de churnalismo [periodismo de copiar y pegar]. Lo había olvidado por completo. ¿Es el churnalismo un gran enemigo a batir o solo una pequeña distracción?
L.B.: Sí, el churnalismo tiene importancia. Surgió de la intención de lucrarse y de lo que Robert McChesney llama la “hipercomercialización” asociada a nuestro modelo económico actual. Al buscar beneficios, las empresas intentan reducir costes y aumentar los ingresos. Esto es incompatible con el periodismo de calidad y desemboca en el churnalismo. Debido al recorte de gastos y al aumento de ingresos, los periodistas trabajan con una enorme presión y “escupen” noticias cada vez más rápido (llegan a escribir hasta doce artículos al día). Esto puede llevar a que no se contrasten los hechos, a incluir cada vez más materiales publicitarios con las noticias, y a que aquellos con buenos departamentos de comunicación y relaciones públicas (políticos, ejecutivos y otras élites) tengan una influencia desproporcionada sobre las noticias. Esto supone una parte importante de la amnesia mediática.
A.L.: Como antiguo estudiante de periodismo, siento cierta amnesia mediática en cuanto a los llamados criterios de noticiabilidad. Se me antoja una clasificación salida de la nada y sin ningún trasfondo teórico. ¿Qué se debería hacer en facultades y universidades para restaurar un tipo de periodismo preocupado por la objetividad y el interés público?
L.B.: Las instituciones educativas tienen una gran responsabilidad en esto. Ahora mismo parece que el lado práctico de los estudios de la comunicación y el aspecto más analítico están muy apartados. Deberían abordarse conjuntamente para que todo el que esté preparándose para ser periodista logre un buen nivel de comprensión acerca de ciertos asuntos de calado que se imbrican con el periodismo y con su función dentro de la democracia y la sociedad entendidas como un todo. Los futuros estudiantes necesitan aprender cómo opera la ideología y la propaganda y cómo se relacionan con el negocio y con las estructuras organizativas de las empresas mediáticas. Se les tiene que empujar para que piensen creativamente sobre cómo contribuir a solventar algunos de los problemas del periodismo de forma práctica.
Sin embargo, hay bastantes cosas que las instituciones educativas no pueden hacer por sí solas. Los licenciados en periodismo estarán equipados con un gran conocimiento y con buenas herramientas críticas de análisis, y aun así tendrán que enfrentarse a un mercado desalmado donde tendrán que adaptarse si quieren sobrevivir. Necesitamos una reforma de la industria de los medios de comunicación. Necesitamos leyes para separar los oligopolios mediáticos y hace falta inversión pública a gran escala para que emerja un ecosistema de medios independientes.
Por último, si el periodismo significa servir a la sociedad, tendrá que ser independiente tanto del estado como de la influencia de las empresas. En Reino Unido, la Media Reform Coalition tiene algunas buenas ideas sobre cómo reformar los medios y estoy segura de que hay organizaciones haciendo este tipo de tareas en España y en otras partes del mundo.
A.L.: ¿Con qué conclusión nos quedamos? Espero que la amnesia mediática no haya hecho que me olvide de alguna pregunta...
L.B.: Quisiera terminar con algo de esperanza. Está claro que vivimos tiempos difíciles debido al crecimiento de la extrema derecha en todo el mundo. Muchos analistas han relacionado esta tendencia con la destrucción y el sufrimiento causados por la crisis financiera y con las medidas que se tomaron en la última década para afrontarla. Aun así, hay un movimiento global en expansión repleto de personas que unen sus fuerzas para pensar qué alternativas hay frente al modelo económico actual, alternativas que permitan vivir bien sin vulnerar, como ya he dicho, los límites ecológicos. En mi opinión, la esperanza en el futuro recae en este movimiento.
Esperemos que así sea, Laura.
¡Y ojalá esta entrevista sirva para combatir la amnesia mediática!