Amas de casa, una figura menguante y condenada a la precariedad
Los últimos datos de la EPA muestran que las mujeres "inactivas" que se dedican las labores domésticas han bajado de los 3 millones. Son un 40% menos que hace 20 años.
Alfonsa y otras siete mujeres de la Asociación de amas de casa de Almendralejo (Extremadura), quedaron el jueves de la semana pasada por la mañana en el local que el grupo tiene frente a la parroquia del pueblo. Prepararon adornos de ganchillo para las fiestas populares. “Venimos aquí a entretenernos y darnos un poquito de vida, aunque ahora estamos de vacaciones”, bromeaba en una conversación telefónica con El HuffPost.
Estas mujeres son parte de las 2.979.000 que la Encuesta de Población Activa (EPA) contabilizó como “inactivas” en el Segundo Trimestre del año, la segunda vez que la cifra bajó de los tres millones. La primera fue en el cuarto trimestre de 2021. La mayoría de ellas, 1.593.900, tienen más de 60 años. Alfonsa tiene 67: “Hay mujeres de más de 80 años, pero en general somos de 50 y tantos para arriba”.
Aunque el dato general muestra una caída continuada y sostenida en el tiempo, a excepción del subidón del segundo trimestre de 2020, con el confinamiento duro de la pandemia, lo que sí que sube es la edad de estas mujeres. Mientras que su cifra en la franja de edad de entre 16 y 29 años es cada vez más marginal, las mayores de 70 años ascienden y superan por primera vez la barrera de las 800.000.
Para Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, los datos muestran un cambio social claro. ”[Los datos de la EPA] reflejan muy bien cómo han cambiado las expectativas de vida de las mujeres. Venimos de generaciones de madres y abuelas cuya misión era dedicarse al cuidado de la familia como responsabilidad principal y lo de trabajar fuera de casa era algo adicional, accesorio”, sostiene Soleto.
La entrada de la mujer en la actividad laboral se ha debido en buena parte a que ser una figura económicamente dependiente ya no representa algo “atractivo” para las mujeres jóvenes, según Soleto: “Hace 20 años ya veíamos que para las mujeres trabajar y ser autónomas estaba dentro de su expectativa vital desde el instituto. Ahora eso se deja ver en los datos de la EPA”.
La tasa de actividad de las mujeres, que también mide la EPA, no deja lugar a dudas. En 2002, el 42,08% de las mujeres se consideraban activas en el mercado laboral, en el segundo trimestre de este año roza el 54%, casi 14 puntos de subida.
Desde Almendralejo, el testimonio de Alfonsa apuntala las dinámicas que expone Soleto. “Cuando tuve a mi primer hijo empecé a ser ama de casa. Pedí una excedencia en el trabajo, pero al final... era otra época y teníamos poco dinero”, cuenta Alfonsa. Después llegó su otro hijo y ya nunca volvió a trabajar fuera de casa: “Si me hubiera tocado ahora sí hubiera seguido trabajando, pero no fue posible”.
Tuvo a su primer hijo con 26 años, ahora va camino de cumplir 67. Casi 40 años de “hacer de todo”: “Cuidar a mis hijos, llevarlos al médico, cuidar la casa, ir al banco a hacer papeleos, cuidar a mi madre cuando vivió con nosotros... Si se pagara todo eso como se pagan ahora las cosas...”.
Precariedad en la tercera edad
El principal problema de estas mujeres, una vez que llegan a la edad de jubilación, es que no tienen derecho a ella. Al dedicar toda o gran parte de su vida al trabajo doméstico, no alcanzan los niveles de cotización necesarios para poder acceder a una pensión.
Para Carolina Vidal, secretaria de Mujeres, Igualdad y Condiciones de trabajo de Comisiones Obreras, hay tres factores que lastran la actividad laboral de las mujeres: la división sexual del trabajo, que las aboca a desempeñar funciones peor remuneradas, la penalización de la maternidad y la traducción de los dos primeros como un peso que se arrastra toda la vida.
“Reducimos nuestras carreras profesionales por el motivo de los cuidados y llegamos al final de nuestra relación laboral con bases reguladoras más bajas o con carreras profesionales más cortas, lo que hace que nuestras pensiones sean menores”, denuncia Vidal.
Negro sobre blanco. Alfonsa dejó de trabajar con su primer hijo, pero antes había trabajado desde los 17 años en una fábrica de aceitunas y de cuidadora en un hospital donde cocinaba, ayudaba a los pacientes, limpiaba los quirófanos...
En total, trabajó alrededor de nueve años, su vida laboral es papel mojado. “No tengo nada. Alguna vez he intentado averiguar algo pero con esa vida laboral no tengo derecho a ninguna prestación”, cuenta Alfonsa. Vive de la pensión de su marido.
Los datos de las pensiones, actualizados a julio de este año, muestran una distancia de 14,3 puntos entre las pensiones a mínimos que reciben las mujeres (38,6% de las pensionistas) con respecto a los hombres (24,3%). Son aquellas que tienen que recibir un complemento por parte del Estado debido a que no llegan a la cuantía mínima establecida de 810,60 euros.
Desde la Fundación Mujeres, Soleto expone que esta situación podría suponer todavía un riesgo para cientos de miles de mujeres: “Es preocupante que por debajo de los 50 años quedan unas 700.000 mujeres inactivas por esta causa. No es una situación tan estable como antes, pero es preocupante que esas mujeres, en la plenitud de su vida activa, estén en situación de inactividad”.
Visibilizar lo invisible y fomentar la corresponsabilidad
Toni Calvo es la presidenta de la asociación de amas de casa de Almendralejo, y asegura que el trabajo de las amas de casa ha estado completamente “invisibilizado”, a pesar de que las tareas que lleva ligadas son “esenciales”. “Ser ama de casa implica ser una consumidora, tomar decisiones constantemente, las amas de casa no estamos todo el día jugando o pasando el tiempo, como se ha dicho a veces”.
Para la presidenta, la lucha de las próximas generaciones pasará por conseguir el reconocimiento de esa realidad. Para Vidal las tareas que realizan estas mujeres “no figuran en las estadísticas oficiales”, pero sí que tienen “un valor económico”.
Para evitar que las mujeres se vean discriminadas laboralmente, para la sindicalista urge un cambio social y legislativo contundente: “Necesitamos que se potencie la división de los trabajos de los cuidados entre hombres y mujeres y políticas públicas que ayuden a que esa corresponsabilidad sea real”.
Para Soleto, el Estado debe reconocer las tareas que las mujeres hacen por él, como el cuidado de personas dependientes, algo que ya ocurre en los últimos años con la ley de Dependencia. “Se deben retribuir esas cargas con ayudas. El trabajo no productivo, el reproductivo, que hacen las mujeres en el mundo no está valorado y produce pobreza en las mujeres, lo que hay que evitar es que conlleve esa situación de pobreza”.
Entre las amas de casa entrevistadas para este reportaje no hay ni un mínimo asomo de resignación, han “tirado para adelante” cuidando a sus hijos, a sus padres, a sus nietos, la casa y organizando todas las rutinas diarias durante años. Hoy, muchas no tienen nada salvo las pensiones de sus maridos para seguir lidiando con el día a día.
Evitar esas dependencias es una “tarea de todos” que hay que combatir desde el ámbito laboral en primer lugar, según Vidal. Son necesarias políticas que igualen la responsabilidad de todos y todas para conseguir la independencia de todas las personas, y especialmente de las mujeres: “Necesitamos cambiar para que las nuevas generaciones tengan una vida laboral que les dé independencia, una mujer dependiente no podrá huir nunca de una situación que la oprime”.