Alianzas que trazan los intereses
La amalgama ideológica que se concentra en el equipo de Juan Espadas dibuja un terreno pantanoso a la hora de afrontar ciertos debates.
Es normal que un debate interno como pueden ser las primarias de un partido político, se visualice como la rivalidad entre quienes aspiran a la victoria. Un duelo entre personas. Fulanito contra menganito. En el recién abierto proceso de elección de candidato del PSOE-A a la Junta de Andalucía, la pugna se simplifica en Susana Díaz contra Juan Espadas y viceversa (dicho con todo el respeto al resto de candidaturas). Y ahí parece acabar el debate. Como si el asunto fuera tan simple como decidir entre dos personas por su aspecto corporal o su color de pelo.
Propongo, como militante socialista, una reflexión más profunda. Hablemos de política más allá de los nombres propios. Dialoguemos, cada candidatura con sus propuestas, de cómo se pretenden construir nuevos modelos de convivencia o de cómo se puede reforzar el estado del bienestar a la salida de una crisis tan dura como la que nos deja esta pandemia. Debatamos, cada cual con su visión, del papel que queremos para Andalucía en el debate territorial que algunos siempre tienen inmersa a España. Rivalicemos, bajo unos códigos de respeto, sobre la agenda de políticas sociales y económicas que cada cual impulsará para devolver a la sociedad andaluza la equidad arrebatada por el gobierno de la derecha.
No se me ocurre otro espacio más propicio para el análisis de los diferentes proyectos de socialismo andaluz que el terreno abonado de estas primarias. Sin duda, la propuesta de Susana Díaz es conocida. A menudo, sus detractores le acusan de hablar con vehemencia, de ser dura en sus planteamientos. Yerran. Porque en nuestra secretaria general se observa más bien una rotundidad en la defensa de sus convicciones a prueba de latigazos. Por eso nunca dudó en mantenerse en pie, con sus principios, por mucho que cargaran contra ella. Y si no, acudan a esa galería de sambenitos que se le han colgado y que tan alegremente han comprado estos días algunos de los que trabajaron codo con codo con ella hasta hace dos días, literalmente.
La entereza ideológica de Susana Díaz está fuera de toda duda. Su candidatura abandera una manera de afrontar los retos futuros completamente identificable, sin dobleces ni volantazos. Qué es Andalucía en España y qué necesitan los andaluces, son preguntas fácilmente de responder en su pensamiento político. No hace falta que recordemos aquí la de veces que ha alzado la voz en defensa de su tierra, contra insultos, injerencias y estereotipos absurdos, algunas veces procedentes, incluso, de otras federaciones socialistas.
El reto de la candidatura contrincante pasa, precisamente, por igualar ese nivel de credibilidad de su proyecto, sea cual fuera, para conseguir presentar ante la militancia una propuesta convincente. Llevemos el debate por ese camino. Aunque percibo que a algunos nos les interesa. Es preferible deambular por palabras como desgaste, renovación, ilusión… Y eso que hay quienes las pronuncian, sin sonrojo, pese a acumular hasta tres décadas en primera línea.
Con todo, no es esa realidad de “las nuevas viejas caras” la que más me preocupa. Les hablaba de la capacidad para ofertar un proyecto fiable. La amalgama ideológica que se concentra en el equipo de Juan Espadas dibuja un terreno pantanoso a la hora de afrontar ciertos debates. Y eso se debe, en mi opinión, a un solo motivo, bien descrito en una reflexión que cojo prestada del malagueño Cánovas del Castillo: “no hay más alianzas que las que trazan los intereses”.
Sería deseable que una candidatura pivote sobre un entramado de principios e ideas sólido, único, estable. Si no es así, pronto esa concentración de personalidades políticas tan diferentes podrá derivar en una cacofonía de mensajes que solo acarreará desconcierto en el electorado.
Sirva como ejemplo que muchos de los orgullosos inventores de aquel “Con Rivera no, con Rivera no...” hoy se abrazan a un alcalde que gobierna con Ciudadanos. O una cosa o la otra, pero las dos al mismo tiempo es complejo de encajar. Solo es un ejemplo de lo que se ha formado más como un incoherente gazpacho de intereses que como un programa político uniforme. Y no será precisamente en Andalucía donde vengan a engañarnos con un mal gazpacho.