"Algunos huyeron del fuego tirándose al mar y se han ahogado"
Un griego cuenta cómo está viviendo los incendios en su barrio de las afueras de Atenas.
"No puedo verlo", dice por teléfono el griego Manolis Tyrakis; que lleva desde anoche sin creer lo que pasa en su barrio: calles llenas de coches quemados, casas destrozadas, personas huyendo hacia el mar... Vive en Nea Makri, uno de los barrios más devastados por los incendios que están teniendo lugar en el este de Atenas desde este lunes por la noche y que han dejado ya 80 muertos y 187 heridos en todo el país.
Las primera llamada que hizo cuando empezó a percatarse de las llamas alrededor de su barrio fue a su hijo. "Le dije que no volviese a casa, está en una isla con sus amigos", cuenta. A su mujer le ha dicho lo mismo: que se quede en el centro de Atenas, donde está su centro de trabajo.
Después de pasar toda la noche en vela y sin luz, Manolis ha logrado encender la tele esta mañana y al ver lo que pasaba ha decidido salir de su casa. Lo que ha encontrado le ha "roto el corazón": "Había aún llamas, deben haberse quemado mil casas, coches vacíos porque la gente los ha abandonado y ha salido corriendo... Nunca había visto un incendio así, que quemase barrios enteros".
El foco del incendio que está cerca de su barrio también está junto al mar. En la carretera, los coches quedaron parados cuando comenzaron las llamas: "Algunos huyeron del fuego tirándose al mar y se han ahogado". Cuenta que el desnivel de la carretera al mar "es de 30 ó 40 metros" y que algunos han huido tirándose al agua y no han sobrevivido a eso. Cuando empezó el fuego, Manolis también estaba junto al mar: "Pero cuando vi que a la gente que huía hacia allí les tragaban las olas, decidí ir contra el viento y volver a casa".
Cuenta que hay varios factores en contra como el viento, que ha arrancado árboles de al lado de su casa y ha ayudado a que el fuego se propague rápido y que los aviones que transportan el agua no sean efectivos. También es importante el hecho de que los árboles que hay en la zona son en su mayoría pinos, propensos a arder con facilidad. "Además, son árboles altos que, en cuanto arden, alcanzan las terrazas de las casas".
Mientras cuenta esto por teléfono con la voz rota, Manolis ve otro helicóptero pasar cargando agua e intenta hacer una broma en medio de esa tragedia: "Espero que no me echen el agua encima, que me matan". A pesar de intentar tomárselo de la mejor forma posible, se siente impotente y "muy triste": "Veo toda esa gente que ha muerto, personas de mi barrio... Ardían casas conocidas que veo cada día cuando voy en moto al trabajo y en las que "seguramente hubiese alguien dentro". También se ha quemado un recinto que se utilizaba antes para los niños que iban de campamento y que ahora servía para alojar refugiados: "Esa gente se ha quedado ahora sin nada".
Manolis sigue en su casa a la espera de noticias, pero no cree que vayan a ser buenas: "Las cifras van a crecer, porque aún no se ha entrado en todas las casas quemadas y porque hay desaparecidos. Hay gente que está por la calle buscando a sus familiares enseñando fotos en el móvil". Mientras tanto, seguirá atento a la televisión y con la impotencia del que ve su tierra quemarse sin poder hacer nada. Al menos tiene la certeza de que su mujer y su hijo están a salvo.