Al chico racista que recogió mi lápiz en clase
Me oíste decir "ups" cuando se me cayó el lápiz, y entonces dejaste de escribir tus apuntes para ayudarme a cogerlo. Te dije "gracias" con una sonrisa; tú me devolviste la sonrisa y dijiste: "De nada". Cuando falté a clase porque estaba enferma, me prestaste tus apuntes para que me pusiera al día. Incluso me sujetas la puerta cuando salimos juntos del edificio. De verdad, agradezco las veces que me has ayudado cuando lo necesitaba.
... Pero también soy consciente de que en realidad no te importa si deportan a toda mi familia.
Somos amigos en Facebook. He visto todos tus estados sobre "construir el muro". Compartes los posts de #AllLivesMatter (un movimiento crítico con el anti-racista Black Lives Matter). Empiezas tus comentarios con el típico "No soy racista, pero...". De vez en cuando, discutes en Facebook con otros alumnos sobre cómo los inmigrantes indocumentados "deberían, simplemente, hacerse legales", de que los negros "deberían haber escuchado las órdenes de los policías" y de cómo "no se puede distinguir qué refugiados son terroristas". Todos los días entro a clase de Historia, me siento detrás de ti y hago como que no lo he leído, como si leer todas esas palabras no me machacara un poquito cada vez. Yo, como otros estudiantes pertenecientes a una minoría dentro de unas instituciones predominantemente blancas, he decidido dejar de malgastar mi tiempo tratando de enseñar a personas que no me van a escuchar. Por desgracia, tú no eres la única persona que dice cosas de este estilo, ni en este campus ni en esta clase de Historia.
Esta carta abierta va dirigida a todas las personas racistas que han recogido alguna vez mi lápiz del suelo; que han dicho "¡salud!" cuando he estornudado; que se han parado a preguntarme qué tal lo pasé en vacaciones; que han escrito "Feliz cumpleaños" en mi muro de Facebook; que me han dado los buenos días al cruzarse conmigo en la universidad, o que me han preguntado de dónde me compré esa falda "tan mona". Ninguna sonrisa, cumplido o favor borrarán el hecho de que sé que no me queréis ni a mí ni a mi familia en este país.
"¿Vas a dejar que la política arruine una amistad?" En primer lugar, sí. En segundo lugar, esto no es cuestión de política; es cuestión de mi existencia como persona de color en este país. Y en tercer lugar, sí.
Ser educado no disculpa tu racismo.
No lo ha hecho nunca y nunca lo hará. Cuando era más pequeña, los comentarios racistas me daban igual porque quería hacer amigos. Quería que alguien se sentara conmigo a la hora de comer. Quería que me escogieran para el equipo de kickball en el campamento de verano. Cuando estaba en algún sitio rodeada de gente con una apariencia distinta a la mía, era lo bastante ingenua como para pensar que tenía que sacrificar mi identidad para encajar. Me convencía a mí misma: "A estas chicas les gusto, porque me han elegido para su equipo de kickball". A esas chicas no les gustaba (lo cierto es que era buena en deportes). Crecí, maduré y me di cuenta de que me había pasado años haciendo demasiado esfuerzo mental para defender a gente que no me defendería. Hoy me duele en el alma al pensar en todas esas niñas negras o morenas que siempre tienen que achicarse para hacer que sus "amigas" blancas se sientan cómodas.
Ya estoy harta de ceder. No me voy a reír de tus bromas racistas. No voy a ser tu amiga sólo para que puedas salir y usarme con tu "Yo no soy racista, tengo una amiga mexicana". No me pondré a discutir contigo sobre la raza por el bien del debate o para que tú hagas de abogado del diablo. Simplemente, me sentaré en el pupitre detrás de ti, como hago cada día, y cuando se acabe la clase cada uno se irá por su lado.
Así que, gracias por ser lo bastante educado como para hacerme pequeños favores, pero no puedo decir esto más claro: No somos amigos. Eso no es suficiente.
Un saludo,
La chica que se sienta detrás de ti en clase de Historia. Y todas las chicas morenas que están hartas y que sólo intentan sacarse su título.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano