"La sociedad no tiene integrado que pueda haber mujeres y hombres con otros genitales"
Aitzole Araneta, técnica de Igualdad, sexóloga y activista responde a las últimas críticas hacia las personas trans en el feminismo.
“Mi colectivo ha sido históricamente echado de su casa, ha abandonado los estudios por acoso, ha tenido una alta tasa de desempleo o ha sufrido el tener que pasar por un psiquiatra y que te certificase una enfermedad mental si querías ser reconocido en los papeles. Y eso no son privilegios”.
Son palabras de Aitzole Araneta, técnica de igualdad, sexóloga, portavoz de Podemos en el Ayuntamiento de San Sebastián y activista por los derechos de las personas trans, aunque ella prefiere el término de “personas en situación de transexualidad”. Responde así a aquellos que argumentan que ha tenido “privilegios por el hecho de ser un hombre” parte de su vida.
En los últimos meses ha resurgido una polémica —“sobre todo en redes sociales”— sobre si las mujeres trans forman o no parte del sujeto del feminismo. Hay quien dice que no es así, como Lidia Falcón argumentaba a este mismo medio. Porque, entre otras cosas, al haber nacido con otros genitales, no han sufrido la misma opresión que las mujeres cis (no transgénero) y su lucha es otra.
“Es una polémica que cuando salió el autobús de HazteOír que decía ‘las niñas tienen vulva, los niños tienen pene’ no estaba en el aire”, señala Araneta a El HuffPost. Para ella, el problema es que hay un discurso en un “pequeño sector del movimiento feminista que defiende algo parecido a la extrema derecha” con las personas “en situación de transexualidad”. Ella prefiere utilizar este término porque “se trata de una situación, como ser rubia o alta”. Defiende que “nadie cambia de sexualidad” y que ellas siempre han sabido quiénes eran. “Pero en la sociedad no tenemos integrado que pueda haber mujeres y hombres con otros genitales diferentes”, asegura.
El discurso de las personas transexcluyentes, según la activista, “viene a decir que las mujeres que hemos nacido con pene no somos mujeres, sino hombres que nos apetece vestirnos con ropas femeninas o que queremos dinamitar el movimiento feminista por dentro. Es decir, niegan quiénes somos”.
Entiende que “es muy difícil ponerse en el lugar de alguien que haya estado en situación de transexualidad”, pero siente una continua sensación de “que te dicen quién eres”. “Hay poca gente que lo haya vivido y es difícil empatizar con algo tan complicado de explicar”
Y cree que estos discursos van “en contra de determinados discursos feministas”: “Si convierte a aquellas mujeres con capacidad de gestar en las verdaderas mujeres, va a haber muchas que no lo serán. Y no me refiero solo a las que están en situación de transexualidad”.
La operación de menores, otra de las críticas
Otra de las críticas que insiste en contestar Arendeta es la de las operaciones de los menores trans. “Dicen que se opera a niños de 4 ó 5 años por capricho de los padres y eso es mentira, no hay ningún niño de esa edad al que le suceda. Primero, porque es ilegal. Y segundo, porque a un niño que no se ha desarrollado se le introduciría hormonación exógena en balde, no se puede operar a los niños”, asegura.
Defiende que los niños y las niñas “quieren que se les reconozca y se les acepte y, si eso, para que los demás los vean como chicos o chicas, pueden recurrir a un bloqueo hormonal, que no son hormonas y que también se les da a otras personas como las atletas”. Aunque seguirá sin ser para los más pequeños “porque para eso tiene que haber una prepubertad o una pubertad que se pueda bloquear”.
Los puntos comunes
Araneta coincide con las mujeres que tienen un discurso transexcluyente en que hay “que abolir las normas de género no escritas que nos imponen una forma concreta de ser mujeres”. Y añade algo: “Una forma concreta también es ser una mujer femenina con ciertos genitales y apariencia”, dice.
Pero para ella, “otra cosa es que mi identidad sea algo que me venga impuesto de fuera”. La activista le dijo a su madre que era una niña cuando aprendió a hablar: “Es algo que nadie puede elegir, sino que se siente y se vive. Y no hay forma de abolir algo que tú sabes que eres”.
“No puedo ser un hombre, eso es así. Luego cada uno toma la decisión de cómo gestionarlo. Hay quien lo hace viviendo una vida que no es la suya, haciendo activismo o recurriendo a modificar sus caracteres sexuales”, señala. Pero hace énfasis en que hay personas trans que no recurren a cirugía ni hormonación: “Es una cuestión de saber quién eres y que los demás lo reconozcan”.
Los obstáculos que se encuentran
Araneta explica que esto se suma a los obstáculos que se encuentran las personas trans durante su vida: “Cuando te educan diciéndote que eres un hombre y no lo eres, el esfuerzo extra que tienes que hacer en la escuela, los estudios, el trabajo, legalmente, sanitariamente, en los aeropuertos... Todo ello tiene una serie de implicaciones que han derivado en que las mujeres como yo hayamos sido marginadas y maltratadas”. Este maltrato, según cuenta, se debe a “la negación de quiénes somos y sus derivadas de mobbing, bullying o exclusión laboral”.
“Yo en su día sufrí un acoso brutal porque era una niña y para todo el mundo era un niño. En mi adolescencia porque tenía un aspecto muy adrógino y la gente cuando me miraba veía a una chica y luego les decían que no lo era. Yo no tengo la percepción de haber sido hombre nunca”, cuenta.
Ella coleccionó matrículas de honor en la universidad. “Pero hasta que me cambié los papeles estuve dos años en paro porque cuando me iban a dar de alta en la seguridad social veían que tenía nombre de hombre y mágicamente ya no había puesto”, lamenta.
¿Una doble opresión?
Araneta cree que el apellido “trans” hace que estas mujeres sufran otros tipos de opresión: “Si ya ser mujer supone tener unas condiciones de vida más difíciles, si le añadimos el apellido es peor”. Pone de ejemplo cuando una mujer trans entra como reclusa en una cárcel de hombres: ”¿Va a vivir ahí bien o va a ser amenazada y violada en una cárcel de hombres como mujer?
Tiene una cosa clara. Y es que queda un “largo camino por recorrer para derribar estos estereotipos que nos afectan a todas las mujeres pero también a las mujeres en situación de transexualidad”. Le gustaría que “dentro de décadas o lustros” haya una sociedad “donde el ser mujer no arrastre una mochila de tanta lucha y tanto sufrimiento y que las mujeres, sea en situación de transexualidad o no, puedan desarrollarse en libertad y vivir lo más seguras posibles”.