Ahora que la fractura en Oriente Medio se ahonda, el proyecto mediterráneo es más urgente que nunca
"El Mediterráneo, donde la inteligencia es hermana de la dura luz, guarda el secreto". Así es como el gran escritor franco-argelino Albert Camus definió el Mediterráneo en su Libro El hombre rebelde. En este Mediterráneo del absurdo, para continuar con el pensamiento camusiano, necesitamos más instituciones y especialmente la visión y la voluntad política para enfrentar a los múltiples desafíos que este espacio frontera nos presenta.
El otro gran mediterráneo, Fernand Braudel, empleó otros términos para resaltar la complejidad y las contradicciones de este "Mare Nostrum". El Mediterráneo es una antigua encrucijada donde múltiples civilizaciones se han fusionado, complicando y enriqueciendo su historia.
Si estos grandes hombres del pensamiento mediterráneo nos han descrito los envites de esta realidad heteróclita, es natural que los políticos hayan intentado a lo largo de nuestra historia construir un modus vivendi para las poblaciones que han vivido y que viven en su perímetro.
En realidad, este espacio siempre se ha visto sumergido en dialécticas existenciales. Pero esta tensión entre la unidad y la diversidad siempre debe ser considerada como una riqueza.
Por lo tanto, no debemos "descubrir" de nuevo el Mediterráneo, sino que hay que construir el nuevo proyecto sobre lo que ya existe, y en particular resaltar los logros del pasado.
Soy muy consciente de las críticas a las últimas iniciativas lanzadas, ya sea el Proceso de Barcelona o la Unión por el Mediterráneo (UpM). Es cierto que se necesita un nuevo impulso político sin el cual no podremos recuperarnos para responder ante la nueva cita histórica. Hay que tener una visión estratégica clara para reiniciar la dinámica de cooperación y de solidaridad.
En esta perspectiva, sólo cabe la posibilidad de insistir sobre la urgencia y la necesidad de reactivar un proyecto mediterráneo donde el Mediterráneo recupera la centralidad de toda acción estratégica.
En este sentido, necesitamos una nueva puesta en escena donde los principales actores políticos declaren y se comprometan a un nuevo capítulo euromediterráneo.
La novedad de nuestros tiempos exige una visión más amplia del campo político de la nueva estrategia europea. Una "vertical" África, Mediterráneo, Europa parece la mejor respuesta a sus nuevos desafíos.
Los países más comprometidos y los más sensibles a esta nueva demanda deben convocar lo antes posible una cumbre donde Francia, España, Alemania, Italia y el resto de los representantes de la Unión Europea proclamen esta nueva iniciativa.
Se debería construir sobre lo que existe y en este sentido la Unión por el Mediterráneo (UpM) tiene un papel vital que jugar. Asimismo, es este órgano el que tendría la tarea de organizar una reunión ministerial de todos estos países para explicar el nuevo enfoque.
A continuación, hay que desarrollar un plan de acción que podría basarse en algunas acciones ya realizadas por la UpM y que están en desarrollo.
Se debería seguir desarrollando los logros de la UpM, su capacidad para federar las diferentes redes sociales, los múltiples actores que reclaman desde la sociedad civil más compromiso, ya sean las ONG, las mujeres, los jóvenes, el sector privado; hay que identificarlos y movilizarlos. Asimismo, hay que estimular la realización de proyectos concretos. La UpM ya ha logrado certificar más de cuarenta y siete proyectos regionales. Hay que realizarlos sobre el terreno.
En última instancia, se necesita un impulso político y una hoja de ruta bien definida que sean entendidos y compartidos por la sociedad civil.
En todas estas circunstancias, la nueva agenda euromediterránea y africana debe cuidar y comprometerse con los grandes desafíos de la región.
Pero no podremos comenzar un proyecto mediterráneo sin un claro compromiso a favor de la paz.
Existe una prioridad que sigue siendo inevitable: la reconciliación entre israelíes y palestinos. La decisión del presidente Trump de transferir la Embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén demuestra la situación de extrema fragilidad debida al estancamiento del proceso diplomático. Europa no puede permanecer indiferente. Debe actuar y la UpM puede desempeñar un papel de apoyo en la creación de condiciones favorables para el diálogo.
Pero al mismo tiempo, los europeos no pueden seguir ausentes a la hora de proponer una solución a la crisis siria. Pagamos muy caro las consecuencias de esta desestabilización en Oriente Medio. La llegada de refugiados, los atentados terroristas son la prueba del interés que Europa debería tener a toda esta región. La paz y la seguridad van juntas, no podemos descartar una a favor de la otra.
Los mismos argumentos serían válidos para los múltiples retos que se presentan en el Norte de África, pero que tienen sus raíces en la profundidad del continente africano.
La pobreza, el subdesarrollo, los desafíos climáticos y de gobernanza son las profundas razones de una emigración que no dejará de crecer en las próximas décadas, salvo si tomamos medidas urgentes para crear un nuevo eje de cooperación y de solidaridad entre África, el Mediterráneo y Europa.
La UpM podría trabajar con otros organismos regionales africanos, la CEDEAO y las diversas instituciones subsaharianas, para enfrentarse a los múltiples desafíos.
Se debe hacer un esfuerzo especial para encontrar el apoyo financiero para cualquier plan de acción. Una institución financiera ad hoc nueva y diferente de los tradicionales bancos regionales podría salir a la luz.
Debemos ser capaces de proponer la complementariedad de las acciones del banco privado que ya está presente en el Mediterráneo y en África con un poder financiero público y regional que pueda promover mejor las inversiones y el apoyo a pequeña y mediana empresa, garantizar los riesgos financieros y asegurar el capital necesario para el desarrollo económico.
La UpM podría llevar a cabo un estudio sobre este proyecto.
Finalmente, no podremos construir un nuevo eje de cooperación y de solidaridad sin la cultura y la educación. El "choque de civilizaciones" debe ser reemplazado por una "Alianza de Civilizaciones" y todos debemos trabajar en este sentido.
En el Mediterráneo, siempre tenemos tendencia al ensueño, a imaginar un futuro mejor. Todavía me acuerdo del día después de haber obtenido para Barcelona la sede de la Secretaría de la UpM, en Marsella. Teníamos esperanzas reales de intentar construir una región en paz y en prosperidad. Hasta ahora no lo hemos conseguido, pero eso no significa que tengamos que renunciar a nuestro objetivo. Actualmente, este objetivo es más urgente que nunca.