Abejas, ardillas, algas, carpas y gorriones
Con frecuencia nos despistamos de lo que realmente nos importa. Y lo que más importa de todo es la salud frágil de los pequeños y la salud quebradiza de los mayores. Se nos olvida que nuestras ciudades son poco saludables y que la contaminación nos envenena poco a poco. Se nos olvida lo importante que es convivir con el medio y la importancia de aquello que lo que lo estropea.
Las abejas polinizan. Greenpeace exige al Gobierno español que establezca un calendario para prohibir los plaguicidas más dañinos (imidacloprid, clotianidina, tiametoxam, fipronil, clorpirifos, deltametrin y cipermetrin), denunciando que todavía hay autorizados más de 300 productos peligrosos para las abejas; son 4 los insecticidas tóxicos prohibidos. Exige un plan de acción integral para proteger a las abejas y demás polinizadores y una hoja de ruta para incrementar a 7,6 millones de hectáreas la superficie dedicada a la agricultura ecológica en 2020.
Los nitratos y pesticidas no solo influyen en el campo, también acosan las ciudades, - con neonicotinoides, un tipo de insecticidas cuyo uso se considera responsable de la gran disminución de la población de abejas en el campo -, porque atacan el sistema nervioso de los insectos; se usan para luchar contra plagas y enfermedades en jardines, vía fitosanitarios. Las contaminaciones diversas de las tierras agrícolas y las aguas, hacen que este riesgo venga asociado al calor y a la indefensión sanitaria frente a la contaminación del aire que gesta tantas enfermedades. Por eso, nuestra atención a parques y jardines, lagos y estanques, debe ser cada vez más cuidadosa y atenta. Están de moda los huertos urbanos, pero hay que ser riguroso en decisiones estratégicas, combinando más elementos diversos, si queremos luchar contra el cambio climático; aquí si los árboles son los grandes factores de lucha, las ardillas avisan del bienestar en los ecosistemas locales de los parques urbanos. Los efectos benéficos de estos roedores no solo afectan a la psicología urbana o al disfrute de los bosques de ciudad, sino a la complejidad de los mecanismos de sana recuperación natural.
Los estanques son también sutiles indicadores de calidad de vida. Las láminas de agua disminuyen las islas de calor. El ciclo del nitrógeno es un proceso complejo, de interacción ambiental, interesante, que no solo sucede en el agua, sucede en todo el medio ambiente. la prioridad en estanques y lagos, es el ciclo del nitrógeno porque es el proceso biológico que transforma ciertos elementos que, de no interrumpirse, mantendrán de manera correcta el estado del agua, de la oxidación del amoníaco (NH3) a nitritos (NO2) y luego de nitratos (NO3) a través de diferentes bacterias nitrificantes, que serán benéficas o perjudiciales según los casos. En los estanques, a menudo se disfruta de los peces carpas, una de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, según la UICN. Además, están las especies colonizadoras que causan graves problemas ambientales de difícil y cara erradicación. Las algas son invasoras. El camalote es una especie amazónica invasora que se extiende por el Guadiana, entre Medellín y Badajoz. El mejillón-cebra afecta a las presas hidroeléctricas, a grandes embalses, a canales, a grandes ríos, - el Ebro, entre otros, a su paso por Sonsierra (Rioja) o en el meandro de Ranillas en Zaragoza y en más cursos fluviales de los deseables -, o en enclaves de extrema sensibilidad ambiental, como el Delta del Ebro.
Los fenómenos de transformación del carbono de la naturaleza para convertirse en CO2 son activos en el campo, donde la erosión acaba produciendo CO2; los fertilizantes nitrogenados contaminan las aguas. El NO2 que se deriva del uso de carburantes derivados del petróleo, se extiende por los hidrocarburos oxigenados de los motores de combustión. Ambos procesos confluyen. Los animales de ciudad respiran lo que los humanos, mascotas y aves padecen problemas de inhalación de sustancias contaminantes. Son, más que indicadores, víctimas solidarias de nuestra indefensión. Sesudos informes se posicionan sobre la influencia de los móviles y los fitosanitarios en nuestra vida y la de nuestros vecinos del reino animal, sin que sepamos si fiarnos de los optimistas o los agoreros, por ejemplo, a las ondas electromagnéticas..
Aunque nos ocupamos poco de lo que pasa con otros seres vivientes, que comparten con nosotros y nos alegran la vida con sus trinos o sus vuelos, las estadísticas son alarmantes. Igual que nos pasa con los árboles y arbustos, en el caso de la flora, ni siquiera por egoísmo sabemos qué ocurre con las aves de ciudad. Hoy desciende la población de gorrión "común" y el "molinero", que son los más afectados por el factor humano (urbano); porque el gorrión "alpino" se sabe que está desapareciendo por efecto del cambio climático: "en los últimos 18 años ha habido una caída del quince por ciento de poblaciones de gorriones. Entre 2015 y 2016, se registró una reducción de un 7% de la especie. Y para 2017 habrá otro siete por ciento menos de estos pájaros. Esto supone que 25 millones de gorriones han desaparecido en menos de dos décadas" (Naturahoy, 2017). Los gorriones son hermanos de sangre de los humanos y su capacidad de intoxicación corre pareja a la nuestra, cada una a su escala.
Antes, los urbanistas pensaban en cosas que parecían las más importantes, vivienda, equipamientos, tráfico o industria. Ahora, los ciudadanos y los urbanistas, tenemos que pensar, entre todos, en salud, alergias, calidad de aire, del agua o en el ruido, el stress, o el paisaje. Los animales de nuestro entorno avisan, más que los planes urbanísticos, de las tendencias de riesgo. Los impactos de la arquitectura deben medirse de otro modo. Sin duda, tenemos que revisar si la arquitectura nos ayuda a respirar o a contaminar, a nosotros y a nuestra fauna vecina.