A los que piensan que los maestros tienen dos meses de vacaciones en verano
Lo de que los maestros se benefician de dos meses de vacaciones en verano es un hecho.
Ya veo desde aquí a los que se ensañan y adoran atacar nuestra profesión (la verdad, me cansa, yo no me permitiría criticar las ventajas de tal o cual trabajo, pero eso ya es otro debate...), soltando comentarios críticos y displicentes en los que nos imaginan durante ocho semanas idílicas sin hacer nada más que viajar a lugares remotos, holgazanear y ocuparnos de los niños.
Se dice que todo el mundo barre para casa, pero las vacaciones de los profesores siempre han hecho correr ríos de tinta.
Como ahora es época de ello, me gustaría dejar un par de cosas claras sobre el tema. Me baso en mi propia experiencia como maestra y en mi propia forma de organizarme (escuela versus familia reconstituida versus vacaciones).
Para empezar, o mejor, para terminar, el año escolar suele acabar a toda prisa
Entre las fiestas de fin de curso, las presentaciones diversas a los padres o a las demás clases de los proyectos realizados, la entrega de boletines o de cuadernillos, las reuniones con padres, las despedidas de los alumnos y celebraciones varias... Toca cerrar el año escolar, toca ordenar la clase (y más si vas a cambiar de aula o de nivel), así que, a menos que poseas poderes sobrenaturales, hay que dedicar parte de esos dos meses a arreglar, ordenar y tirar.
Ese tiempo podría compararse con la travesía de un combatiente. Fue justo lo que viví el año pasado, que entraba a una nueva escuela y apertura de clase, con un cambio de programa, lo que implicaba revisar todos los documentos pedagógicos de base (cuaderno diario, programación, progresiones, fichas de preparación y sigue contando): ¡una maravilla!
Este año, dedicaré una parte del mes de agosto a esta ordenación, reajuste y clasificación, mientras mis hijas se van de vacaciones con su papá y yo me quedo con Oscar (mi hijo, de 19 meses), dando por hecho que él también contribuirá al desorden de la clase.
Además, suelo emplear este período para documentarme
Para leer obras que puedan enriquecer mi práctica o aclararme en temas que no domino del todo (como enseñar a niños que presentan problemas específicos, en caso de conocer la composición de la clase).
Por otro lado, hay una buena parte de carga mental
(Ay, esa carga mental que también nos persigue.) A diario trabajamos cara a cara con seres en ciernes, por lo que debemos interrogarnos —de forma regular— por nuestras prácticas frente a las dificultades que nos encontramos con nuestros alumnos.
Por último, la preparación de la vuelta al cole y de las clases también ocupa una buena parte de las vacaciones estivales
Efectivamente, no pienso llegar el 1 de septiembre con las manos en los bolsillos (como un día, que me preguntaron si era verdad que llegaba a las 7:30 a la escuela, que eso era muy temprano. Pues sí, una clase también se prepara cada mañana —o cada tarde— antes de la llegada de los alumnos).
La vuelta al cole también consiste en reflexionar, en poner en marcha la clase (y el equipo), en currárselo mucho las primeras semanas (y todo el curso), ya que el comienzo de curso suele estar plagado de reuniones y de organización, así que no me va mucho lo de empezar las clases reventada.
Por eso, habiendo pasado una semana de vacaciones, os puedo asegurar que ya he estado trabajando (por no dejarlo todo para finales de agosto) y ya estoy esperando que me llegue el pedido de obras pedagógicas.
Pero, tranquilos, también encuentro tiempo para relajarme y para aprovechar los momentos más dulces del verano con mis tres muchachos y mi familia.
Y vosotros, ¿cómo disfrutáis de este período?
Este post fue publicado anteriormente en el 'HuffPost' Francia y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano