85 años de Gernika: los supervivientes lanzan ahora un mensaje de esperanza a los ucranianos
"Saldrán adelante como hicimos los demás", confían Crucita y Mari Carmen, que ven cómo el drama de su niñez se sigue repitiendo en el mundo.
Supervivientes del bombardeo de Gernika, del que se cumplen 85 años, ven “con mucha tristeza” cómo el “horror” que vivieron en su niñez se repite ahora en la guerra de Ucrania y muestran su empatía hacia los refugiados de ese país: “Que tengan esperanza. Saldrán adelante como hicimos los demás”, animan.
En ese mensaje han coincidido las supervivientes Crucita Etxabe y Mari Carmen Aguirre, ambas de 91 años, en sendas entrevistas con Efetv. Las dos eran unas niñas de corta edad cuando el 26 de abril de 1937 la aviación alemana al servicio del general Franco bombardeó y arrasó Gernika.
Cientos de personas murieron entonces en un ataque aéreo indiscriminado contra la población civil que convirtió a la villa foral en símbolo de los horrores de la guerra e inspiró a Pablo Picasso para pintar su emblemático cuadro Guernica.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, evocó el bombardeo de Gernika en su intervención ante el Congreso de los Diputados del pasado día 5: “Estamos en abril de 2022, pero parece que estamos en abril de 1937”, señaló.
A Crucita Etxabe la guerra en Ucrania por la invasión rusa del país le recuerda “muchísimo” lo vivido por ella y sus vecinos hace 85 años: “No sabes qué emoción me dio que Zelenski se haya acordado de nosotros”, confiesa.
A punto de cumplir 92 años el próximo uno de mayo, mantiene vivos en la memoria el día del bombardeo y sus vivencias posteriores como refugiada en Francia: “No me acuerdo con quién hice la primera comunión, pero del bombardeo me acuerdo. Fue durísimo”, asegura.
Crucita, la menor de seis hermanos y cuya familia tenía una tienda y un taller de carrocería, relata que las bombas convirtieron su casa en escombros: “Cuando terminó el bombardeo mi madre decía: ‘¡Dios mío, tengo las llaves y no tengo casa!’”, recuerda.
A primera hora de la tarde del 26 de abril de 1937, la niña que era entonces y sus amigas estaban jugando en la zona conocida como “Cuatro Bancos”, en la ruta Gernika-Lumo, sobre la que los aviones pasaron “tan bajos que hasta veíamos al piloto”, detalla.
Las niñas se metieron en una cuneta y la muchacha que cuidaba a una de ellas se quitó el delantal blanco que llevaba aconsejada por unos milicianos que pasaron por allí, ya que la prenda “llamaba mucho la atención” y delataba la presencia del grupo.
Desde la cuneta las niñas veían “cómo caían las bombas”, una de las cuales impactó cerca y causó ocho muertos, según explica Crucita, que tras el ataque, casi de noche, se reencontró con su familia -excepto con dos hermanos, que estaban en el frente- y pasó la noche en casa de una amiga de la madre antes de ir al día siguiente a casa de unos familiares en Bilbao.
De allí marchó con sus hermanos y otros niños a Gordexola (Bizkaia), por iniciativa de Segundo Olaeta, promotor del grupo de danza vasca Elai-Alai de Gernika.
El grupo marchó después a Francia y tras desembarcar en Burdeos y permanecer y ensayar unos tres meses en Saint Jean Pied de Port, viajó a París, donde “bailamos -recuerda- en el teatro Trocadero (el Teatro Nacional de Chaillot, cerca de la Torre Eiffel y los Jardines del Trocadero) y tuvimos un éxito impresionante”.
Después, vivieron unos dos años y medio en Bry Sur Marne, antes de regresar a Gernika, donde fueron recibidos por la banda de música: “Fue muy emocionante y terrible. Todo estaba roto”, afirma la superviviente.
Todos los aniversarios del bombardeo Crucita se emociona mucho. “No lo puedo evitar”, dice antes de confesar que también lo pasa “muy mal” cuando ve ahora imágenes de la guerra en Ucrania. “Muchas veces” no puede hacerlo y apaga la televisión.
“Cuando les veo con las maletas escapando, me da una pena...”, dice en alusión a los ucranianos, a quienes envía un mensaje de esperanza: “Saldrán adelante, como salimos los demás”, indica.
Mari Carmen Aguirre, también muy emocionada, coincide: “Saldrán adelante como nosotros hemos salido, poco a poco, que tengan fe, que todo va a salir y todo pasará”, anima.
Esta superviviente era una niña de seis años que vivía con sus dos hermanos y padres cuando se produjo el bombardeo en 1937: “Yo veía cómo caían las bombas, cómo estaba ardiendo Gernika (...). Cuando comenzó a anochecer se veía todo el cielo rojo, rojo...”.
Las calles “se estaban quemando” y “todo el pueblo quedó arrasado”, evoca. “Aquello era de horror”, al igual que hoy lo es en Ucrania, según considera.
“Nosotros -cuenta, hablando de su familia- no fuimos refugiados”, pero “salimos al monte. Seguimos adelante gracias al trabajo de mi padre, que era carpintero”.
Mari Carmen afirma que todas sus vivencias de entonces le volvieron al recuerdo cuando Zelenski mencionó el bombardeo ante el Congreso y asegura sentirse identificada con los ciudadanos ucranianos.
Cuando a principios de abril llegó a Gernika un grupo de refugiados de ese país fue a verles movida por “un impulso”.
“No hablé con ellos, pero me dieron mucha pena”, dice acordándose de la mujer “con un niñito de unos dos años” que se bajó la última del autobús que trasladó al grupo a la villa foral.
Mari Carmen, también una niña pequeña cuando las bombas destruyeron su localidad, afirma terminante: “Gernika entiende lo que está pasando en Ucrania. ¡Cómo no!”.