70 años de la OTAN: la pelea EEUU-Francia tensa la cumbre del aniversario
Esta vez, la polémica no llega tanto de Trump como de Macron, que ha denunciado la "muerte cerebral" de la Alianza y exige un cambio de rumbo radical
Los días 3 y 4 de diciembre, la OTAN celebra en Londres la cumbre de su 70º aniversario, pero de cumpleaños feliz, nada. Los aliados llegan a esta cita en un momento de profunda crisis de identidad, afrontando la peor transición de la organización desde el final de la Guerra Fría. Ya no es que sufra dolores de crecimiento -que acabaron hace mucho-, ni roces entre naciones -ocasionales y variados en tantos años-, sino que se juega la esencia. La Alianza Atlántica tiene que decidir qué quiere ser, qué camino debe tomar.
Esta vez, la polémica no viene dada, como en las últimas cumbres, por la presencia exigente del presidente norteamericano Donald Trump, imponiendo agenda y reclamando a sus socios que pongan más dinero sobre la mesa, sino que el hombre que ha pegado la patada al tablero es el francés Emmanuel Macron, el que dice que la OTAN está “en muerte cerebral”. La pelea entre dos modelos de entender la Alianza, salpicada por la presencia del turco Recep Tayyip Erdogan, cuya ofensiva en el norte de Siria ha escandalizado a buena parte de sus socios, amenazan con llevarse más titulares que la tarta.
Discrepancias insólitas
La cumbre viene rodeada de unas discrepancias entre socios como no se han visto en décadas. Básicamente, hay una división clara entre los que aún defienden un esquema clásico de defensa colectiva, con Rusia como principal enemigo, y los que entienden que esa fase pasó y que hay que convertir la OTAN más en una organización de seguridad global que de defensa colectiva.
A EEUU ya le va bien el modelo actual, eso sí, con más compromiso económico de los demás (Trump les exige el 2% del PIB en defensa, porque se niega a seguir siendo “muleta” del resto), porque tiene defendido el flanco ruso y puede dedicarse a su verdadera obsesión desde hace años, Asia y, sobre todo, China. Sin embargo, Francia entiende que el tiempo es otro y que hay que abordar cambios de calado, porque tras el fin de los bloques a finales de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo sólo hubo reajustes formales en la OTAN.
En una reciente entrevista con la revista The Economist, Macron dijo aquello tan polémico de que que la OTAN está en una situación de “muerte cerebral” y cuestionó la vigencia de la cláusula de defensa colectiva, en la medida en que considera que Trump ofrecido muestras de “dar la espalda” a Europa en momentos de dificultad. La ayuda al colega en apuros es la base de la OTAN, reflejada en el artículo 5 del Tratado de Washington que ahora cumple años.
Macron entiende que más allá de Moscú y Pekín hay nuevas amenazas que la Alianza Atlántica no está afrontando y que van más allá de las tensiones de bloques conocidas: habla de la lucha contra el terrorismo internacional, la ciberseguridad, la proliferación de armas de destrucción masiva o incluso los efectos del cambio climático. Nadie sabe cómo dar respuestas a todo esto.
También se queja el galo de que EEUU centre el debate en el dinero que hace falta, pero no en la estrategia. El presupuesto, tras la bronca que echó Trump en julio de 2018, ha crecido notablemente, un 4,6% más entre los socios europeos y Canadá, lo que supone 130.000 millones de dólares.
La pasada semana, tratando de aliviar el enfado del presidente galo, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, viajó a París para verse con Macron. Cuando esperaba un lenguaje más suavizado, se topó con una rueda de prensa demoledora. No, Macron insiste y se espera que sea eso lo que haga en el encuentro de Londres.
¿Toda Europa piensa como Macron?
No, no todos los líderes comunitarios apoyan a Macron. De hecho, le han llovido fuertes críticas incluso desde Berlín, donde comparten por ejemplo con él el empeño de que la Unión Europea tenga más peso en la OTAN y más autonomía en su toma de decisiones defensivas, pero donde no comulgan con estas palabras gruesas sobre la Alianza.
La canciller Angela Merkel -que no es sospechosa, porque incluso ha criticado a EEUU por irse del acuerdo con Irán diciendo que Washington ya no es un socio confiable y que ha impulsado con Macron la idea de un ejército europeo- defiende que se deben hacer modificaciones y mejoras pero siempre en el seno de la OTAN, que una cosa es mejorarla y otra, dinamitarla. Es necesaria y, desde luego, no está muerta. “Preservar la OTAN es de nuestro interés ahora más que en la Guerra Fría”, dijo la pasada semana. “Europa no es capaz en estos momentos de defenderse por sí sola”, avisa. Es quien recuerda que, aunque no se vea, la actividad de la Alianza se ha multiplicado en los últimos años en suelo europeo, donde también crece la presencia de militares de EEUU.
Lo que el grueso de los países comunitario ve con buenos ojos es que se repiense la Alianza, se optimice, aumente en ella el peso de la voz europea y se mantenga el marco común de entendimiento que ha evitado guerras en el continente -a excepción de la Antigua Yugoslavia- desde 1945. “Ha sido una garantía de seguridad incuestionable y eso debe seguir siendo”, resumen Stoltenberg.
No obstante, hay cierto consenso en lo que se llama “autonomía estratégica”. Se trata de entender que Europa debe quitarse el lastre de la dependencia de EEUU en materia defensiva, hacerse más fuerte, tener más capacidades y, además, “europeizar” la OTAN. En eso, Macron y Merkel piensan igual, y muchos de sus colegas de club, como España. La UE ya está dando pasos en esa línea, declaraciones aparte, como demuestran la aprobación de la Revisión Anual Coordinada de la Defensa (CARD) y la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO).
Fuentes españolas en el cuartel general de Bruselas insisten en que “obviamente” los cruces de acusaciones y con palabras gruesas “no son deseables”, pero a la vez sostienen que “el debate que se está generando puede ser positivo y llevar a una adaptación real de la OTAN al siglo XXI”. “Las posturas varían: unos ven en las palabras de Macron una bomba, porque sobre todo en el este de Europa hay aún un miedo justificado a Rusia, con casos como el Crimea, y no entienden que pueda de ser la prioridad, no entienden que París pueda relajar la postura hacia Moscú. Y otros entienden que es la primera oportunidad seria de sacudir el avispero y lograr la modernidad de la organización”, señalan.
La clave turca
Esta cumbre, más allá del choque Francia-EEUU, se espera polémica por el papel que ha de jugar Turquía. La inmensa mayoría de la treintena de aliados ha rechazado con contundencia la ofensiva que Ankara lanzó en octubre contra las milicias kurdas del norte de Siria, aprovechando la retirada de EEUU de una zona en la que batallaba contra el Estado Islámico.
Dicen los socios de la OTAN que la misión militar liderada por Recep Tayyip Erdogan ha fortalecido al ISIS y ha facilitado la huida de sus combatientes. El despliegue también ha fortalecido a Rusia, de quien Ankara está cada día más cercano. La llamada operación “Fuente de Paz” ayudó a Moscú a consolidar su supremacía en Siria y a establecerla como un “Estado vasallo” del Kremlin, eliminando un serio problema con la autonomía y el poder kurdo.
Erdogan considera la operación como una lucha contra el terrorismo, sin más, por eso reclama un “compromiso de solidaridad” por parte de los miembros de la OTAN, tal y como recoge el tratado al que todos se adhieren de ayudar al socio en apuros.
Las tensiones entre Ankara y la OTAN han aumentado constantemente en los últimos meses, además, por la disputa sobre el sistema de misiles ruso S-400, comprado por los turcos pese al ser incompatible con la Alianza. Turquía decidió no proteger su espacio aéreo con un sistema de defensa antimisiles estadounidense, y por el contrario, compró el sistema de armamento a Rusia. Eso, temen los demás, puede causar problemas de seguridad, pues el Kremlin pueda acceder a información secreta a través de la tecnología de ese radar.
Macron ha puesto el grito en el cielo por ambas cosas, la operación y la compra del sistema ruso, pasos “unilaterales” que no casan con la unidad de acción que han de tener los que están en un mismo barco. Fue justo a raíz de esto que hizo sus polémicas declaraciones a The Economist. El Gobierno turco le replicó diciendo que sus palabras son las que denotan una “muerte cerebral”.
Está por ver hasta dónde se lleva este roce en la cumbre de Londres. Pese a las voces que incluso piden que se expulse a los de Erdogan, Merkel -que tiene 2,5 millones de turcos en su país- ha dicho ya que “Turquía debe permanecer en la OTAN”. En esa postura tendrá muchos a su favor, teniendo en cuenta, entre otras cosas, que en Turquía hay 3,6 millones de refugiados a los que no se les deja continuar hacia Europa gracias a un acuerdo millonario para que haga de cancerberos. Erdogan ha amenazado con abrir las puertas si siguen las críticas.
Turquía ha avanzado que lanzará “importantes anuncios” en la cumbre, aunque también amenaza con bloquear cualquier consenso final si no se incluye a las milicias kurdas en la lista negra de organizaciones terroristas de la OTAN.
Cara a cara
EEUU ha confirmado que Trump tendrá este martes encuentros bilaterales con el francés Emmanuel Macron, la alemana Angela Merkel, el italiano Giuseppe Conte y la danesa Mette Frederiksen (a la que le quería comprar Groenlandia). Sus asesores han dado a entender que no hay roces con Francia, pese a que al norteamericano no le gustó nada que el pasado verano, en el G7, Macron se erigiera en mediador por sorpresa con Irán; entre los dos líderes hay un “respeto saludable”, dicen.
No habrá cara a cara con el presidente español Pedro Sánchez, aunque fuentes estadounidenses han dicho a la Agencia EFE que el contacto con Madrid sigue “a un alto nivel”. Tampoco con el británico, el anfitrión Boris Johnson, con quien tiene una excelente relación. Parece que intenta no interferir en las elecciones de Reino Unido del próximo 12 de diciembre.