59 millones de sueños en riesgo
Nacer y vivir en una emergencia humanitaria implica depender de la ayuda para sobrevivir.
Después de casi nueve años de guerra en Siria, cerca de 5 millones de niños necesitan ayuda humanitaria, y 2,5 millones más viven como refugiados fuera del país. Esto significa que millones de niños, desde bebés hasta niños y niñas que ahora tienen 9 años, han nacido en guerra y solo conocen el miedo y la inestabilidad.
Más de cuatro años de conflicto en Yemen han generado la mayor crisis humanitaria del mundo. Millones de niños experimentan cada día violencia, enfermedades y hambre.
El conflicto y la violencia en Asia y en Latinoamérica han forzado a niños y familias a migrar. Se han visto desarraigados de su tierra y de todo lo que les resulta familiar, para llegar a lugares nuevos donde, en ocasiones, no son bien recibidos.
Enfermedades como el ébola y el sarampión están reapareciendo en lugares donde el acceso a atención sanitaria sigue siendo un reto. Por ejemplo, en República Democrática del Congo, cuyo actual brote de ébola es el segundo mayor y más mortífero del mundo; en ese mismo país, más de 5.000 personas –el 90% de ellas, niños menores de cinco años- han muerto durante 2019 debido al sarampión.
Y, por si todo esto no fuera suficiente, los fenómenos meteorológicos extremos están generando desastres naturales cada vez más frecuentes y destructivos. Más de 500 millones de niños viven en zonas que se inundan a menudo, y casi 160 millones habitan en áreas con sequías severas. Regiones como el Sahel, donde los medios de vida dependen de la agricultura, la ganadería y la pesca, son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático.
Esta es la realidad hoy para millones de niños de todo el mundo. Este es el mundo en el que UNICEF y sus aliados están trabajando hoy. Un mundo en el que las emergencias son más complejas que nunca antes debido al conflicto, la violencia, las enfermedades, el cambio climático y las migraciones.
Y, sin embargo, a pesar de todo, los niños son supervivientes. A pesar de la realidad a la que millones de niños se enfrentan cada día, ellos siguen teniendo esperanza, continúan deseando algo distinto y soñando con un futuro diferente. Y nosotros, con el apoyo de toda la sociedad, estamos trabajando para ayudarles hoy, pero también para crear un futuro mejor para todos ellos.
En 2019 hemos respondido, junto con nuestros aliados, a emergencias ocurridas en 61 países. En los ocho primeros meses del año proporcionamos ayuda humanitaria a cerca de 51 millones de personas, incluidos 29 millones de niños.
En República Democrática del Congo, más de 25 millones de personas en riesgo de contraer el ébola recibieron mensajes vitales para prevenirlo. En Yemen, cerca de 400.000 niños traumatizados por los horrores de la guerra accedieron a apoyo psicológico. En Venezuela pudimos vacunar a más de 280.000 niños contra el sarampión. En Mozambique, que sufrió el paso de dos ciclones devastadores, se ha mejorado el acceso a agua segura para 1,5 millones de personas.
Desgraciadamente, queda mucho por hacer. Las complejidades de las crisis implican una mayor necesidad de recursos, pero también de soluciones técnicas e innovadoras.
Así, para garantizar que 29 millones de personas tendrán acceso a agua segura el año que viene, ya no basta con llevar agua en tanques al comienzo de una emergencia o en su fase más aguda; ahora hay que construir pozos que funcionen con energía solar y rehabilitar las redes de agua. Se trata de proporcionar servicios más efectivos y eficientes a corto y largo plazo, para beneficiar a cada persona de la comunidad.
Para lograr que más de 4 millones de niños accedan a servicios de salud mental, no solo tendremos que ofrecer formación a los orientadores y trabajadores sociales, sino también brindar a los profesores y otros cuidadores las habilidades necesarias para dar apoyo a los niños traumatizados, mientras ellos mismos lidian con la crisis que están experimentando.
Tendremos que innovar las medidas para que los niños y niñas afectados por conflictos o crisis sigan estudiando. Más de 10 millones de niños no pueden esperar a que una crisis termine para reanudar su educación. Por eso proponemos, por ejemplo, soluciones alternativas para que puedan estudiar a distancia.
Queremos tratar a 5,1 millones de niños con desnutrición severa aguda, y vacunar a 8,5 millones contra el sarampión. Pero no basta con eso. También queremos fortalecer los sistemas sanitarios, mejorar la formación de los trabajadores de la salud e involucrar a las comunidades para comprender las causas de la desnutrición crónica y de las bajas coberturas de vacunación. Solo así podremos abordar las causas profundas de los problemas.
No se trata de salvar, proteger y mejorar las vidas de los niños. Se trata de ir más allá y darles la oportunidad de recuperar su ilusión y soñar de nuevo. Y, para ello, dependemos de la confianza, el compromiso y el apoyo de cada persona que quiera lograr cambios reales para los niños y jóvenes. Cada acción, cada donación y cada solución marcan la diferencia.
Nuestro llamamiento aumenta cada año, porque también se incrementan las necesidades de los niños afectados por crisis humanitarias cada vez más urgentes y complejas. Es fundamental que, hoy más que nunca, los niños estén en primera línea, en el centro y en primer lugar de cada cosa que hagamos. Sus vidas y sus futuros están en juego.