2020: ¿volveremos a creer en la política?
El verdadero cáncer de nuestro actual sistema es el infantilismo y la ausencia de sentido de Estado.
Son muchos años los que llevamos inmersos en una profunda crisis política en nuestro país. Algunos se equivocan y creen que el problema es haber roto con el sistema bipartidista, pero el verdadero cáncer de nuestro actual sistema es el infantilismo y la ausencia de sentido de Estado, lo cual no permite fraguar grandes acuerdos políticos. La política de tweets o los titulares fáciles nos separa en innumerables ocasiones del contenido de las propuestas que supuestamente deberían aportar soluciones a los problemas que tenemos en España.
Unos dirigentes excesivamente personalistas, la falta de diálogo y de espíritu crítico hacen que ciertas cosas que hace unos años eran impensables se consideren hoy meramente anecdóticas. Por ejemplo, la incoherencia o la mentira son conceptos que ya no parecen perjudicar al cargo público y se utiliza de forma habitual en nuestro país.
Posiblemente, muchos han perdido el respeto por la política al ver el espectáculo en el que se ha convertido. Para mí, esto solo muestra la inmadurez del sistema democrático español. Todavía necesitamos recorrer un largo camino para que no veamos a los partidos políticos como equipos de fútbol al que uno siempre apoya de forma incondicional y perdonamos todas sus desgracias.
Supondría un gran rayo de esperanza si PSOE, PP y Ciudadanos llegasen a un acuerdo para dar estabilidad a España durante los próximos años. Desde UPYD consideramos que sería lo mejor, y podríamos afirmar que supondría el triunfo de la política con el objetivo de frenar a los que pisotean derechos básicos o se saltan las leyes con tal de imponer su criterio frente al resto.
Un gran acuerdo entre la derecha, la izquierda y el centro nos permitiría soñar con un futuro próspero a muy corto plazo, pues nos daría la estabilidad que necesita España para tener peso en la Unión Europea y hacer frente a una posible nueva crisis económica. Sería un gesto amable, humilde y generoso por parte de una clase política que sabe mucho de confrontar y poco de aportar soluciones.
Apelar a la Transición para alguien que como yo nació en el 81, sería quizás irse demasiado lejos. No hace falta ir tan atrás para recordar épocas donde la palabra bastaba para otorgar a alguien credibilidad, o el respeto al adversario político te hacía cómo mínimo realizar un critica sosegada y comedida de los partidos con los que compartimos al menos los preceptos constitucionales básicos. Otros partidos, como EH Bildu, la CUP e incluso ERC no entran dentro de este ámbito de razón y entendimiento. Por tanto, no entiendo los maquillajes y compadreos que vemos actualmente.
Si bien el modelo de los partidos nuevos suele ir muy ligado al exceso de personalismo de sus líderes, partidos históricos como el PSOE carecen actualmente de procedimientos internos que permitan impedir que Sánchez nos lleve a todos a un pacto de consecuencias nefastas e incalculables para el futuro de nuestro país. ¿Qué fue del Comité Federal del PSOE? Ahora parece estar todo en manos de los afiliados y ya sabemos, gracias a Podemos, lo fácilmente manipulables que son las consultas a las bases.
Para los que nos dedicamos a la política, pero también a otra actividad profesional, como es mi caso, tenemos la suerte de no tener que estar únicamente en un terreno de juego donde cada vez hay más barro y menos juego limpio. Me gustaría que la situación cambiase, que aumentase el respeto entre las fuerzas políticas, que el interés general estuviese muy por encima de los intereses personales o partidistas, y que pensásemos más a largo plazo y menos en los titulares del mañana. Tenemos que dignificar la política. Sé que lo que pido es mucho, viendo cómo está el panorama. Ni siquiera los Reyes Magos serían capaces de atender dicha solicitud, pero no pierdo la esperanza. Así que me comeré las uvas de esta Nochevieja como paso al 2020 deseando volver a creer en la política y esperando que esta pesadilla acabe muy pronto. Este país vale mucho y no vamos a tirar la toalla nunca.