Gobernanza y cocina
El viejo proverbio "demasiados cocineros dañan el puchero" es de clara aplicación en la crisis europea. Así lo reconoció el impasible Olli Rehn, comisario de Economía y Finanzas, ante el Parlamento Europeo, cuando señaló la existencia de "problemas estructurales en la toma de decisiones en la UE".
El viejo proverbio "demasiados cocineros dañan el puchero" es de clara aplicación en la gestión de la actual crisis europea. Así lo reconoció el impasible Olli Rehn, comisario encargado de Economía y Finanzas, ante el Parlamento Europeo en su comparecencia el 7 de este mes cuando señaló la existencia de "problemas estructurales en la toma de decisiones en la Unión Europea".
No le falta razón. En primer lugar, están los representantes del triángulo institucional (Parlamento, Comisión y Consejo con dos sombreros: el Consejo Europeo con su presidente y los 27 jefes de Estado y de Gobierno, y el Ecofin, compuesto por los ministros de Economía y Finanzas). De su seno emergió el Eurogrupo, compuesto actualmente por 17 de los Estados miembros con la fuerza que da compartir el euro como moneda. Todos con vocación de chef, pero a la vista está que todos son iguales pero unos más que otros, como ocurre también en las clasificaciones de grandes virtuosos de los fogones. En todo caso, nadie quiere ser pinche.
Además, está como gestor monetario el Banco Central Europeo (BCE), gran Chef como cúspide del sistema de Bancos Centrales de los 27 con sus respectivos gobernadores. En la gestión de la crisis han nacido otras autoridades, la Autoridad bancaria europea, un tanto relegada, y dos Fondos, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEDE), cuya característica más clara es no constituir ni un deseable Fondo Monetario Europeo (FME) ni una Agencia Europea de Deuda que pudiera conducir a un Tesoro Europeo.
Por último, está la troika, un nombre con resonancias soviéticas de un terceto formado por la Comisión, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) como comisarios que hacen temblar en sus visitas de inspección a gobiernos y ciudadanos.
No es de extrañar que una parte sustancial del menú, desde la escena de la playa de Deauville en 2010 del tándem Merkozy para hacer frente a la crisis, se haya decidido al margen del método comunitario, multiplicando niveles de decisión, vetos cruzados y dietas forzosas con nocturnidad y alevosía. Todo lo contrario de un buen policy mix, la mezcla de políticas económicas sensata para gestionar la economía, que equivale al menú equilibrado.
Las consecuencias de este disparatado sistema son, en primer lugar, que el resultado es un bodrio ("Guiso mal aderezado" o "Cosa mal hecha, desordenada", según la RAE). La manifiesta mala gestión de la crisis europea y su agravamiento ahorran argumentaciones. Más grave es que las decisiones fundamentales sean adoptadas por instancias que funcionan al margen de todo tipo de control y rendición de cuentas democráticos, lo cual plantea la necesidad de culminar la Unión Económica y Monetaria.
No es solo una cuestión técnica, hay que insertarla dentro de una Unión Política en la que toda transferencia de poderes de decisión se acompañe con claridad por un control correspondiente. El Presidente Hollande ha propuesto fortalecer el Gobierno económico europeo; para empezar tiene que compatibilizar su refinada gastronomía con la sólida dieta alemana. Hace falta imaginación y trabajo para conseguir al pasar del bodrio a un menú equilibrado que nos permita reponernos. Por su parte, España podría aprovechar su nivel gastronómico para aportar algo creativo y no limitarse a engullir pasivamente su ración.