Premio Sájarov contra la yihad sexual
Se estima que más de 3.200 mujeres y niñas siguen retenidas, principalmente en el norte de Siria, por los yihadistas de Daesh. Todas ellas sufren "niveles inimaginables de violencia", según las Naciones Unidas. La impunidad ante esta otra yihad, la que somete a las mujeres y niñas a la más cruel explotación sexual, es casi absoluta. Por eso tenemos que darle potencia al mensaje de Lamya y Nadia.
Foto de Nadia Murad, una de las mujeres yazidíes premiadas/Mark Wilson/AFP
En las montañas del norte de Iraq limítrofes con Siria y Turquía viven -o más bien luchan por vivir- los yazidíes, un pueblo de origen preislámico, cuyas raíces se remontan más allá de 2000 ac.
Perseguidos casi desde sus orígenes, los yazidíes representan el primer caso documentado de genocidio en el siglo XXI.
El autodenominado Estado Islámico (EI o Daesh), aberración violenta y pseudo-religiosa que ha instaurado un régimen de terror en toda la región, ha hecho de la comunidad yazidí la víctima principal de su crueldad sin límite y se propone exterminarla. En una sola noche -la fatídica del 3 de agosto de 2014-, los yihadistas de Daesh asesinaron a más de 5.000 hombres y niños y secuestraron a más de 7.000 mujeres y niñas en la ciudad de Sinyar. Unas 200.000 personas consiguieron huir de la ciudad y otras miles morirían de hambre y sed en los días posteriores tras quedar acorralados en un monte cercano a Sinyar.
Dos mujeres increíbles, Nadia Murad y Lamya Aji Bashir, consiguieron escapar del dominio y la brutalidad de Daesh. Su valentía y capacidad de superación, la batalla que han emprendido por la libertad y la dignidad de su pueblo y su fuerza heroica las han hecho merecedoras del Premio Sájarov 2016 que otorga, cada año, el Parlamento Europeo.
Nadia, que hoy tiene 23 años, presenció el asesinato de todos los hombres de su aldea, entre ellos seis de sus nueve hermanos. Fue en la masacre de Kocho, cerca de Sinyar. Nadia fue secuestrada junto al resto de mujeres para ser convertida en esclava sexual de los soldados de Daesh. A su madre la ejecutaron junto a otras 80 mujeres de más edad por carecer de valor sexual a ojos de los agresores. A Nadia la compraron y vendieron hasta cinco veces, y durante su cautiverio sufrió constantes y brutales violaciones y vio cómo algunas de sus compañeras de esclavitud optaban por el suicidio. Ella intentó una primera fuga fallida. Su castigo fue la violación colectiva por un grupo de soldados, lo que ellos mismos denominan la "yihad sexual". A la segunda ocasión, Nadia lo consiguió, se escapó y emprendió un peligroso viaje a Europa en busca de refugio. Y hoy, afortunadamente, está aquí.
Lamya comparte con Nadia su aldea, su tragedia, su dolor y también su valentía. En Kocho perdió a su padre y dos hermanos. A ella, que sólo tenia 16 años, y a sus hermanas, las secuestró Daesh. Esclava sexual de varios miembros del Ejército de EI, tuvo que fabricar bombas y chalecos suicidas en la ciudad de Mosul. El pasado mes de abril, Lamya logró escapar junto a dos amigas que morirían delante de ella al estallarles una mina en su camino... Lamya sobrevivió, aunque su rostro y su cuerpo han quedado heridos y grabados por el horror para siempre. Ahora recibe tratamiento en Alemania. Su madre, en cambio, sigue cautiva, esclavizada, bajo la "yihad sexual" contra la que estas dos mujeres se han levantado a pesar de las torturas y el miedo.
Se estima que más de 3.200 mujeres y niñas siguen retenidas, principalmente en el norte de Siria, por los yihadistas de Daesh. Todas ellas sufren "niveles inimaginables de violencia", según las Naciones Unidas. La impunidad ante esta otra yihad, la que somete a las mujeres y niñas a la más cruel explotación sexual, es casi absoluta. Por eso tenemos que darle potencia al mensaje de Lamya y Nadia. Ellas han salido del infierno, pero saben que miles de mujeres siguen allí. El Premio Sájarov debe servir para rescatarlas.