Réquiem por el maestro, en la muerte del sistema
Quiso irse de manera sencilla como había vivido, porque la muerte, su muerte, es parte de la vida. Falleció sobre la 1:30 de la madrugada del pasado lunes en su casa de la calle Cea Bermúdez de Madrid. Sólo hoy lo hemos sabido. Se ha ido sin la pompa que rehuía. Que la música y las palabras le acompañen, maestro.
Escucho el de Wolfgang Amadeus Mozart, seguro le gustaría: larga vida allá donde vayas, tan necesario maestro.
Llegaba hace unos días desde México DF (qué lejos tienen que ir hoy los buenos periodistas para poder ejercer, lejos de este podrido país). Era una soberbia crónica de Juan Ramón Iborra sobre el estado de las cosas y la actualidad cultural en la geografía que transitaba, España. La primera parada era el 96 cumpleaños de José Luis Sampedro. "Viajo a Madrid a celebrar el noventa y seis cumpleaños del escritor y economista José Luis Sampedro. Tantas velas sobre su tarta no cabrían. Lo resuelven dos números de cera. Él giraría su cifra por un sesenta y nueve, no para restar décadas imposibles, sino por su lúdico icono, más próximo al autor de El amante lesbiano. Lo encuentro más débil que hace un año, flaco hasta los huesos, sordo cuando quiere, su corazón cansado de cardiólogos, barbicano ralo, rostro quijotesco, lucidez cervantina. Generoso, apasionado y libre, en el buen sentido machadiano de la palabra, Sampedro es un hombre bueno. En la etapa hostil que vivimos, este brillante predicador de la Economía Social es el báculo en que se apoyan los Indignados. Rehusó abanderarlos por edad y humildad. Sin pretensión de faro, anima desde su butaca a que las nuevas generaciones den batalla. Tras soplar, pronunció emociones. Elogió la amistad como quien glosa el alma y repitió lo que siempre le oímos: "He luchado durante toda mi vida por ser yo mismo, por ser quien soy, como soy." Le pido opinión sobre lo que nos pasa, traca de chalaneos que fluyen con la incontinencia de una bebida espumosa, cuyo insensato derrame nos acerca al borde del abismo social y deja la botella sin apenas contenido. Su mirada clara es esperanza, optimismo, y dice: "Pero si todo está muy bien, está pasando lo que tenía que pasar, ¡por fin se está hundiendo el sistema! Ya era hora".
Llevábamos años celebrando lo más alto posible cada uno de sus aniversarios. Porque sabíamos que el tiempo de Sampedro era un regalo para todos. Recuerdo mi crónica de la última de estas celebraciones, un Sant Jordi que los Premios Terenci Moix le trajeron hasta aquí acompañado de su amada Olga Lucas, contagiada ella de la debilidad de él, utilizando un bastón contagiada por él. ("Utiliza Sampedro una imagen de campo para ilustrar su andar con la poeta Olga Lucas. Le llama "la teoría de los bueyes", y dice así: "¿Nunca has visto dos bueyes tirando de un carro? Van los dos casi tumbados, el uno contra el otro, formando una especie de pirámide. Pues así es como andamos nosotros: yo me apoyo en ella, y ella, en mí"). Qué bella teoría me regaló el maestro para El oficio de amar, el libro sobre parejas que finalmente ilustré buscando una imagen ad hoc a cada una de ellas, como estos bueyes eran la de Sampedro-Lucas, como los bueyes en la carreta.
Poco después de aquel aniversario le visité en su playa de Mijas. Sería la última entrevista, pero nada me hizo sospecharlo: su lucidez, su sabiduría, su generosidad y humildad supremas, su humanidad, continuaban superando a cualquiera. "Podrían cortarme a la altura del gaznate y servirme sobre una bandeja, entonces estaría bien, porque el resto ya no funciona", le dijo al compañero de la 1 de TVE hace sólo 20 días.
Así arrancaba aquello que publiqué en las páginas de Cultura de El Mundo, hace 3 cumpleaños:
José Luis Sampedro se ha comprado una playa.
- ¿Te gusta?
- Sí, pero, ¿cómo que se ha comprado una playa?
- Ahí está, puedes pasearla todo lo que quieras, ¿qué más da que sea mía o de todo el mundo?
Él la prefiere de todo el mundo. Cala de Mijas, donde Sampedro y su mujer, Olga Lucas, se han retirado para seguir resistiendo. Una broma, ésta de la playa, que ilustra la lucidez del escritor, catedrático de Estructura Económica, ante la hecatombe del sistema democrático que ha entregado el poder a la oligarquía financiera. Exactamente la hecatombe de hoy, que él y otros cuantos sabios predijeron hace décadas. "Y esto no tiene arreglo. La única reforma posible es quitarle el poder a los bancos y restaurar la democracia". JLS, Barcelona, 1917, ex subdirector general y asesor del Banco Exterior de España.
Murió. No, no, se fue; con una copa de Campari entre los labios. Lo ha contado hoy Olga, ahora viuda: "Nos dijo que quería beberse un Campari, así que le hicimos un granizado de Campari. Me miró y me dijo: 'Ahora empiezo a sentirme mejor. Muchas gracias a todos'. Se durmió y al cabo de un rato se murió". Quiso irse de manera sencilla como había vivido, porque la muerte, su muerte, es parte de la vida. Falleció sobre la 1:30 de la madrugada del pasado lunes en su casa de la calle Cea Bermúdez de Madrid. Sólo hoy lo hemos sabido. Se ha ido sin la pompa que rehuía. Que la música y las palabras le acompañen, maestro.