Nuestros amigos de verde
No podemos ser condescendientes con nuestros amigos de verde, aun suponiendo nuestra victoria el más que seguro adiós de Eire.
España, que siempre ha sido un país importante en Europa (para lo bueno o para lo malo, y sin ir más lejos me remito al plano económico actual), acumula ciertas rivalidades con los países de su entorno que son difíciles de soslayar cuando entramos en terreno deportivo. A las históricas rencillas entre España y Francia, Portugal e Inglaterra, el fútbol ha añadido nuestra rivalidad con la siempre incómoda Italia y más recientemente y a causa del último Mundial, con Holanda y Alemania. Pero también tenemos aliados en Europa. Y el segundo acto de la presencia de España en la Eurocopa nos trae un enfrentamiento contra uno de ellos.
Sí, amigos, Irlanda, Eire, la vieja Isla Esmeralda, está unida a España por lazos históricos cuyo origen está en diferentes factores. En primer lugar, que durante años ambos, irlandeses y españoles, tuvimos como enemigo común a Inglaterra. En segundo lugar, y en relación con el anterior, la religión. El catolicismo ha sido bandera de ambos países durante siglos y como bien sabemos, eso de ir a misa une mucho. Los afamados Tercios españoles contaron incluso con dos unidades de irlandeses y esta especial relación la plasmó incluso el escritor Patrick O'Brien con el personaje del doctor Stephen Maturin, el irlandés de origen catalán que compartía aventuras con el capitán Jack Aubrey en la saga de aventuras marinas que llevó al cine Peter Weir en 2003 con Master and Commander.
A todo esto hay que sumarle la indudable relación entre la España celta, su folclore y su música, con la propia de la Isla Verde. No en vano, a los irlandeses los llaman los latinos del norte por su cultura de hacer la vida en el bar y esa especial facilidad que tenemos ambos de afrontar nuestras no pocas desgracias con humor. Y todo esto sin entrar en el terreno de las leyendas: Desde los celtas cuyo supuesto origen está en la Península Ibérica, hasta los marineros náufragos de nuestra Armada Invencible que fueron acogidos con cariño por la población costera de Irlanda, hasta tal punto de que allí se quedaron para siempre (leyenda totalmente falsa; la mayoría de los náufragos españoles en Irlanda o bien fueron ajusticiados o enviados a Londres para ser juzgados).
Sea como fuere, en la ciudad portuaria de Gdansk no podemos ser condescendientes con nuestros amigos de verde, aun suponiendo nuestra victoria el más que seguro adiós de Eire a la competición. Hay antecedentes de sobra para estar tranquilos: desde aquel doblete de Julio Salinas en el viejo Lansdowne Road en 1993 para clasificarnos al Mundial del año siguiente, hasta la eliminatoria de octavos en 2002 en Corea, en la cual los apeamos en los penaltis (de aquellas dos selecciones, por cierto, sólo 'sobreviven' Casillas en España y Shay Given, Robbie Keane, Damien Duff y Richard Dunne en Irlanda).
Procedentes de un país en el que la gente sigue más el fútbol gaélico y el hurling que el propio fútbol (deporte que junto al rugby, sigue teniendo para muchos cierto aroma a colonialismo británico), no parece que los irlandeses, como vimos ante Croacia, estén ni siquiera a la altura de aquella combativa generación de principios de los 90 (los Aldridge, Bonner, Houghton o McGrath). El buen trato del balón no está entre sus virtudes (excepción hecha del extremo Aiden McGeady, al que los hinchas del Celtic llamaban 'Aidinho') y es un equipo más basado en la fe y el empuje que en el juego.
Y un dato más: sigue pasando el tiempo y la Federación Irlandesa tiene que seguir 'pescando' en la isla rival. De los 23 hombres que Trapattoni ha llevado a Polonia, 9 nacieron en Inglaterra, Gales o Escocia y están en la selección por tener ancestros irlandeses. Al menos, esa estadística ha mejorado mucho en los últimos años: En 1990, en el Mundial de Italia, 16 de los 22 seleccionados por Eire habían nacido en el Reino Unido, con casos flagrantes como el del espigado delantero Tony Cascarino, nacido en Kent, que años más tarde revelaría en su autobiografía que era "un fraude, un falso irlandés", ya que accedió a la selección a través de su abuelo materno... con el que no tenía ningún vínculo de consanguinidad, ya que su madre era adoptada.
Así las cosas, ante Irlanda, los de Del Bosque deben encarrilar sin dificultad su pase a cuartos. Y cuando acabe el partido, a seguir llevándose bien, que no hay disgusto que no se pueda sobrellevar con un par de pintas de Guinness... o con una misa.