Naomi Osaka, un talento japonés sin miedo
De ella dice Martina Navratilova que se parece a Serena Williams cuando era joven y que tiene potencial para ganar un Grand Slam. Nada menos. Es del año 1997, o lo que es lo mismo, tiene solo veinte años. Su nombre es Naomi Osaka y en el Premier Mandatory inaugural de la temporada 2018, Indian Wells, dio el primer gran aviso. Lo ganó quemando, ronda a ronda, a algunas de las mejores jugadoras del planeta instaladas en la jerarquía nobiliaria que avala el top ten.
Si solo escuchan su apellido deducen que es japonesa. Si la ven en persona y lo desconocen, quizá tengan alguna duda. Porque Osaka heredó de su padre Leonard Francois el color de su piel morena. Mide 1.80 metros y los rasgos asiáticos que atesora tienen raíz maternal. Tamaki, su madre, se los proporcionó. Además, a los tres años se marchó a Estados Unidos, donde se formó tenísticamente.
Esta amalgama fabulosa ha cuajado dentro de la particular coctelera jovial de una tenista cuyo debut en el circuito WTA (Women's Tennis Association) se produjo hace tres temporadas. El torneo WTA de Stanford 2014 alumbró a la nipona, que sobrepasó la fase clasificatoria para meterse, por primera vez, en un cuadro principal. Allí dio la primera machada. Desbarató a la australiana Samantha Stosur, campeona del US Open 2011 y, por aquel entonces, decimonovena raqueta mundial, en la primera ronda. Esa fue su carta de presentación.
Llama la atención que ni siquiera domine su lengua materna. Se comprobó en el pasado curso, durante el Abierto de Australia, cuando doblegó a la ucraniana Elina Svitolina y confesó, en la rueda de prensa a la que acudieron numerosos periodistas nipones, que intenta estudiar japonés pero se pone nerviosa al escucharlo. Dentro de una pista, la cosa cambia.
Osaka hace de su servicio su principal sustento para construir los puntos. Luego, con su derecha, ancla el tanteo y zarandea a la rival desde el fondo de pista, donde las embestidas que salen de su raqueta son fuego de mortero. "Tiene talento. Puede ser muy peligrosa", afirmó la propia Serena Williams después de que la joven la despidiera en su debut, en Miami, antes de caer ante Svitolina en la siguiente ronda; el peso de dos semanas soñando en California.
En el desierto de Palm Springs rompió dos récords. Fue la primera campeona no cabeza de serie desde la belga Kim Clijsters en 2005 y la ganadora más joven de un evento Premier Mandatory desde la danesa Caroline Wozniacki en Pekín 2010.
No se bajó del sueño ni con su primer gran entorchado bajo los brazos. Un triunfo que le aupó a las puertas del top 20 WTA (número 22), su puesto más alto. Comenzó 2018 desde el 68º escalafón.
Números que avalan una proyección fabulosa de cara a una de las citas más importantes para su país de origen: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Quien sabe si por entonces la habremos visto o no con un Grand Slam en brazos. Lo que parece claro es que el talento de este diamante a pulir vale su peso en oro.