Los 100 días de Pedro Sánchez
Espero que Pedro se siga equivocando en ocasiones, porque de lo contrario demostraría que se ha convertido en un robot, y creo que estamos faltos de políticos normales, que unas veces se equivocan y otras aciertan, y que cuando lo hacen lo reconocen sin que se les caigan los anillos.
La semana que viene se cumplen 100 día desde que Pedro Sánchez llegó a la dirección del PSOE. Esa unidad de medida utilizada universalmente para medir el margen que se le da a alguien para valorar inicialmente su gestión al frente de una organización o un Gobierno no tiene la misma validez en todos los casos; depende de lo compleja de la tarea encomendada, del tamaño de la organización y del margen de maniobra, entre otros elementos.... ¿Se imaginan que al director general de una gran compañía se le valorara su gestión en los primeros 100 días? Seguramente la mayoría estarían en la calle, porque en 100 días es imposible hacer un cambio que afecte a toda la organización y a todos los departamentos, algo que se complica más en las organizaciones, políticas porque los cambios en escalones inferiores no son decididos por el responsable de la organización. Y más en este caso, donde se ha renovado la dirección federal pero no las direcciones territoriales.
Leyendo algunos artículos que se lanzan estos días sobre la gestión de Pedro Sánchez, da la impresión de que algunos están escritos incluso desde antes de que Sánchez tomara las riendas del PSOE. Me recuerdan a aquellos padres que están esperando a que sus hijos pequeños tropiecen y se caigan para decirles: "Ya te has caído, te lo dije".
Permítanme que yo también haga una valoración, que como el resto, no será objetiva, porque es la mía y está influida por mis condicionantes personales, mis percepciones, mis deseos y mis vivencias, como el resto de análisis que se hacen estos días.
Entre los objetivos prioritarios de Pedro debe estar que los ciudadanos tengan una percepción de cambio en el PSOE que vaya más allá del cambio en la cabeza del partido, y si nos regimos por los hechos, Pedro ha trabajado intensamente para que esto sea posible: publicando las cuentas del partido y las declaraciones de todos los miembros de su ejecutiva, poniendo en marcha asamblea abiertas, participando en programas de televisión donde antes era impensable ver al secretario general del PSOE, expulsando sin dudarlo a los que han tenido actitudes poco éticas..., entre muchas otras.
Si nos fiamos de lo que dicen las encuestas la valoración de los ciudadanos sobre Pedro Sánchez es buena, algo que todavía no se traslada de la misma forma a la imagen general del partido, donde los ciudadanos no nos han devuelto "el derecho a volver a ser escuchados", como cuenta Michael Ignatieff en su libro: "Fuego y cenizas". Y aunque es cierto que los ciudadanos no van a volver a confiar en la marca PSOE solo a través del cambio de actitud de Pedro Sánchez, esto sí lo puede conseguir, en parte, ejerciendo el liderazgo dentro de la organización y consiguiendo impregnarla del cambio que esperan todos los ciudadanos. Y hablo más del cambio de actitudes que del cambio de cara, que en un partido democrático como es el PSOE no depende de su secretario general.
Y como es lógico que algunos desconfíen de mi análisis por considerarlo falto del reconocimiento de errores en esta etapa, diré que claro que se han cometido: en algunas de las propuestas lanzadas, o mejor dicho, en la formulación de algunas propuestas, porque en el fondo las comparto. Pero dicho esto, también debo reconocer que me gusta los políticos que se equivocan, porque personalmente estoy cansado de los que no tienen margen de equivocación porque no opinan de nada o casi nada, y hay que reconocer que Pedro ha sido valiente al enfrentarse a entrevistas en todos los medios de comunicación, incluso a las más incomodas.
Espero que Pedro se siga equivocando en ocasiones, porque de lo contrario demostraría que se ha convertido en un robot, y creo que estamos faltos de políticos normales, que unas veces se equivocan y otras aciertan, y que cuando lo hacen lo reconocen sin que se les caigan los anillos.