Los riesgos que debe evitar el PSOE: una reflexión

Los riesgos que debe evitar el PSOE: una reflexión

La oposición del PSOE debe ser contundente y alejada de pactos como norma. No es nuestro papel. Las decisiones es mejor que vengan de la mano de la exigencia parlamentaria y de la soledad del gobierno, que de la ocupación de un espacio de entendimiento y gestión con el gobierno del PP que no corresponde al PSOE como norma, porque la centralidad que nos otorga es un vano espejismo en términos de rendimiento electoral posterior.

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Escribí en este mismo medio con motivo de la celebración del comité federal del 23 de octubre, y que finalmente aprobó la decisión de abstenerse ante la segunda investidura de Rajoy. Entonces defendí que la responsabilidad es la coherencia y defendí el voto contrario a la investidura a Rajoy.

Pero el PSOE se abstuvo, Rajoy gobierna y toca no sólo hacer oposición, sino ejercerla con liderazgo y constituirse en la alternativa a la derecha desde la izquierda.

También he defendido en varios artículos la necesidad de que el PSOE tenga cuanto antes un debate congresual que elija una nueva dirección, reconstruya nuestro proyecto y orientación política y actualice, para fortalecerla, nuestra relación con los socialistas catalanes, con el PSC.

Hoy quiero dedicar unas líneas reflexivas sobre los riesgos que corre el PSOE si transita demasiadas veces entre una oposición dura y contundente, que sume y obligue al gobierno, y otra pactista, aún exigente, reivindicativa y útil, con el gobierno del PP. Un ejemplo es la negociación del techo de gasto y objetivos de déficit, acompañada de la gran noticia de la subida del salario mínimo.

En todo caso, el enfoque estratégico del ejercicio de la oposición parece adecuado y correcto. Consiste en articular mayorías que obliguen al gobierno a reaccionar en los distintos temas que de momento han protagonizado las sesiones parlamentarias y la agenda política. La educación, la seguridad ciudadana, la violencia de género y el debate previo presupuestario. En este último caso, con una medida magnífica auspiciada por el PSOE, como es la subida del SMI de un 8 %, aunque quizá poco compartida con los sindicatos, nuestros aliados de referencia en la oposición social.

Desde luego que la oposición que ha de ejercerse tiene que ser pragmática y muy posibilista, pensada y ejecutada desde las prioridades nacionales, y debe tener un componente claramente diferenciador con la derecha.

Va a ser un tiempo de diálogo, consenso y pactos. Debe serlo y el PSOE debe estar. Eso es la centralidad. Pero debe forjarse también una posición clara y tajante como alternativa a la derecha, que el juego de exigencias y logros (pactadas) del PSOE con respecto al gobierno puede, aunque parezca paradójico en ocasiones, colocar en una posición dudosa al partido ante el electorado de izquierda, ya de por sí disgustado con el PSOE, como están indicando todos los datos demoscópicos disponibles.

Así, la pregunta a resolver, los riesgos a superar, desembocan en una decisión de fondo, sobre la posición en la que el partido puede ser percibido por el electorado, una parte muy importante, si percibe que las maneras, más allá del denominado nuevo tiempo pluripartidista, pueden tornarse en un adelanto, ensayo o versión suave de la llamada gran coalición. Es decir, y hablo siempre de posibles percepciones, el dilema puede plantearse acerca de si la línea de oposición del partido, útil y pactista en ocasiones, hace que para una parte del electorado a recuperar (en la abstención grosso modo) para ser mayoritarios de nuevo, deje de percibir al PSOE como esa alternativa de izquierdas con fuerza, capacidad y proyecto autónomo y diferenciado para sustituir y ganar en las urnas a la derecha.

No tengo elementos para decir ahora que esto esté siendo así, o que vaya a ser así. Pero sí me atrevo a adelantar este dilema como nuclear en las próximas decisiones de fondo, a largo plazo, que adopte el PSOE, sobre todo en el órgano y proceso que corresponde, su congreso federal y la elección mediante sufragio universal de los militantes de su secretario general. Es un dilema que puede plantearse en forma de riesgos. Que la derecha y otros grupos a la izquierda (su electorado al menos) del PSOE confronten, diluyéndose la autoría de muchas mejoras y progresos impulsados por el PSOE, y que nuestra útil oposición convierta en inútil el esfuerzo por ser percibidos por la mayoría social como aquello que motivó nuestra fundación como partido en 1879: una alternativa a la derecha.

En mi opinión, la oposición debe ser contundente y alejada de pactos como norma. No es nuestro papel. Las decisiones es mejor que vengan de la mano de la exigencia parlamentaria y de la soledad del gobierno, que de la ocupación de un espacio de entendimiento y gestión con el gobierno del PP que no corresponde al PSOE como norma, porque la centralidad que nos otorga es un vano espejismo en términos de rendimiento electoral posterior. Porque la utilidad puede ejercerse desde la oposición sin que pueda percibirse como otra cosa, que tampoco será buena para el funcionamiento general del sistema por otro lado.

Termino. Debemos ser decisivos y sacar partido de la conformación de la cámara, pero en nuestro sitio. Y ya se sabe que en esto, además de serlo, hay que parecerlo.