Fascismo en mi querida Universidad Autónoma

Fascismo en mi querida Universidad Autónoma

¿Qué puede haber de revolucionario en negar la palabra a un ex presidente democrático en un lugar como una universidad? Unos individuos, estudiantes presumo, han organizado un boicot en la Universidad Autónoma para impedir que Felipe González participara en unas jornadas.

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Foto: Agencia EFE.

¿Qué puede haber de revolucionario en negar la palabra a un ex presidente democrático en un lugar como una universidad? Unos individuos, estudiantes presumo, han organizado un boicot en la Universidad Autónoma para impedir que Felipe González participara en unas jornadas. Tras máscaras y bajo pancartas con insultos, se han agolpado a las puertas del aula Tomás y Valiente - la coincidencia que lo resume todo - y han cumplido con su objetivo: silenciar voces que no les agradan, como si la universidad pudiera tener sentido con una sola dimensión, como ocurre en las facultades de los países que no son libres, donde uno aprende a memorizar los pensamientos monolíticos de los elegidos por unos dioses con bastón.

El calendario ha querido que se cumplan esta semana 11 años de un hecho similar que viví de cerca en esta misma universidad. Entonces yo estaba terminando mis estudios de Derecho y Ciencia Política y, en un día como hoy, 20 de octubre, asistía a la ceremonia de investidura como Doctor Honoris Causa de Santiago Carrillo. Era un día soleado y el acto transcurrió con la solemnidad y la calma que caracteriza a este tipo de celebraciones académicas, hasta que un grupo de unos 20 individuos, sutilmente esparcidos entre los asistentes, comenzó a lanzar insultos hacia Carrillo. Trataron de reventar el acto, pero se impuso la calma de Ángel Gabilondo, entonces rector de la Autónoma y encargado de dirigir la ceremonia. Los alborotadores salieron del aula y el acto pudo concluir con normalidad.

La Autónoma que yo conocí, la que conozco, no es la de la intolerancia y el pensamiento monolítico. Sí es la de los estudiantes que se pintaron las manos de blanco porque ETA había asesinado a uno de sus profesores, Francisco Tomás y Valiente, en su propio despacho.

¿Qué diferencia a aquellos que hace once años pretendían expulsar a Santiago Carrillo de los que ayer lograron evitar la participación de Felipe González y Juan Luís Cebrián en unas jornadas universitarias? Presumo pertenecen a bandos opuestos, pero les une mucho más de lo que les gustaría reconocer: la visceralidad, el rencor y la pretensión aglutinadora que caracteriza a los fascismos.

El hooliganismo, cuando es ejercido en un lugar como la universidad, centro de conocimiento por excelencia y vacuna contra el fanatismo, produce especial perplejidad. Pero como ocurre a menudo, las voces que más gritan no son las mayoritarias. La Autónoma que yo conocí, la que conozco, no es la de la intolerancia y el pensamiento monolítico. Sí es la de los estudiantes que un día de 1996 se pintaron las manos de blanco porque ETA había asesinado a tiros a uno de sus profesores, Francisco Tomás y Valiente, en su propio despacho. Y también la de los estudiantes y profesores que, armados con la palabra pero con respeto, por muy indignados que estuviéramos, marchamos pacíficamente en marzo de 2003 para protestar contra la guerra de Irak.