EEUU y la década del terror: torturas, mentiras y cintas de vídeo

EEUU y la década del terror: torturas, mentiras y cintas de vídeo

Ocurre a menudo en las películas de mafiosos. Cuando la familia ha sido duramente golpeada, las represalias no deben conocer límites. No puede haberlos para el castigo, ni por supuesto para dar con los autores de la ofensa. Es algo más peculiar cuando esta deriva alcanza a un país democrático que además es el más poderoso del mundo. Sí, Estados Unidos perdió la cabeza el día en que derrumbaron sus Torres Gemelas. Para los norteamericanos, el 11S cambió el mundo; para los europeos, cambió a los norteamericanos.

Ocurre a menudo en las películas de mafiosos. Cuando la familia ha sido duramente golpeada, las represalias no deben conocer límites. No puede haberlos para el castigo, ni por supuesto para dar con los autores de la ofensa. Es algo más peculiar cuando está deriva alcanza a un país democrático que además es el más poderoso del mundo. Admirado por tantas cosas y tan primario para otras. Sí, Estados Unidos perdió la cabeza el día en que derrumbaron sus Torres Gemelas. La fotografía de lo ocurrido, pasada una década, muestra las cloacas de una agencia de inteligencia, la CIA, dispuesta a todo para castigar de manera ejemplar a sus enemigos. Aunque con poco éxito para ganar su batalla. ¿Era una venganza, un sucio método de defensa o las dos cosas a la vez?

Bin Laden, un demonio con barba y turbante, ha sido quien más ha contribuido en la desfiguración de los valores morales más elementales de los Estados Unidos. Aun muerto, en el fondo del mar, continúa influyendo más en la formulación de la política exterior norteamericana que el más sanguinario de los terroristas vivos.

Para los norteamericanos, el 11S cambió el mundo; para los europeos, en realidad, cambió a los norteamericanos. Lo dijeron hace mucho dos autores, Philip H. Gordon & Jeremy Shapiro, y les tenemos que dar hoy todavía más la razón. El Comité de Inteligencia del Senado acaba de publicar un informe sobre el programa de interrogatorios aprobado tras el 11S. Una rotunda muestra más de que los norteamericanos cambiaron y su umbral de lo aceptable para vivir más seguros (o para percibir estarlo, pues no ha sido el caso) se multiplicó por mil. Los derechos humanos fueron mutilados por el afán o la obsesión por la seguridad.

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Imagen de un prisionero en Abu Ghraib, Iraq | GTRES

Merece la pena detenerse un instante en algunas de las revelaciones más impactantes del informe:

1. Las técnicas de interrogatorio de la CIA eran más brutales de lo que la agencia admitió y fueron utilizadas más de lo que se pensaba. La técnica del "waterboarding" o "ahogamiento simulado" (vaciar agua directa al estómago provocando una sensación "virtual" de asfixia) fue empleada con frecuencia. Y otras técnicas más siniestras como dejar sin dormir a un detenido durante una semana, o la alimentación (médicamente innecesaria) por vía rectal de los detenidos también fueron empleadas. Gul Rahman murió el 20 de noviembre de 2002 por congelación, encadenado al suelo y desnudo en una prisión secreta en Afganistán llamada "Salt Pit". Por si fuera poco, un profesor norteamericano que participó en las torturas de Abu Ghraib, acaba de relatar en el New York Times que los métodos de tortura eran más crueles de lo que cuenta el informe.

2. El programa de la CIA estuvo mal dirigido y no tuvo escrutinio adecuado. El informe revela insatisfacción entre oficiales de la CIA sobre la competencia de los interrogadores. Quienes se excedieron - si es que puede haber grados en el ejercicio de la tortura - rara vez respondieron por ello.

3. La CIA engañó a los miembros del Congreso norteamericano, la Casa Blanca y el Director de Inteligencia Nacional sobre la eficacia y el alcance de sus técnicas brutales de interrogatorio. El informe cuestiona la relación entre los éxitos anti-terroristas y la información obtenida mediante la tortura. Incluso la captura de Bin Laden no está relacionada con estos métodos. Tampoco facilitó la captura de otros líderes de al-Qaeda.

4. Dos psicólogos fueron los encargados de diseñar el plan de interrogatorios. No sólo no tenían experiencia en interrogatorios con miembros de al-Qaeda, sino que ganaron mucho dinero por dicho encargo. Llegaron a facturar 81 millones de dólares por sus servicios.

5. Los agentes de inteligencia que quisieron poner fin a las técnicas brutales de interrogatorio fueron repetidamente ignorados por los mandos superiores de la CIA.

6. La CIA mintió sobre el número de detenidos que padecieron las brutales técnicas de interrogación. La CIA aseguró que sometió a este programa a menos de cien detenidos, pero parece que en realidad fueron 119. También mintió sobre el número de detenidos sometidos a tortura.

7. Al menos 26 detenidos fueron detenidos de manera totalmente arbitraria y fueron retenidos sin cumplir las reglas estándar de detención.

8. La CIA filtró a periodistas información clasificada que mentía sobre el éxito de los métodos de interrogación con vistas a ganar apoyo popular. Las filtraciones manipulaban datos importantes para lograr más apoyo del público norteamericano.

No olvidemos que la tortura, en cualquiera de sus formas, está prohibida por las leyes internacionales y debe ser perseguida por los tribunales. Ironías de la historia, Estados Unidos juzgó a soldados japoneses que habían torturado a norteamericanos con la técnica del "waterboarding" durante la II Guerra Mundial.

No hace falta haber visto todas las películas de mafiosos para saber lo que pasa cuando uno intenta responder a un ataque en caliente. Sí: se miden mal los efectos de tus acciones. Pueden reportar una pasajera satisfacción, como el padre que venga la muerte de un hijo y descubre pasado el tiempo que éste no volverá. Pero desde luego no suelen tener carácter estratégico. Estados Unidos - o para ser justos, la administración de George Bush Jr sobre todo y su CIA - estuvieron muy calientes y no midieron sus respuestas. Los resultados han sido desastrosos, para la seguridad mundial y americana y para su reputación internacional.

Reflexiona sobre esta década David Rothkopf, Director de Foreign Policy, en su reciente libro "National Insecurity: American Leadership in an Age of Fear."

"El 11S fue un golpe emocional de tal calibre que en un instante cambió nuestra mirada sobre el mundo. Acentuó nuestra vulnerabilidad... No solo sobreestimamos la amenaza contra nosotros sino que además reordenamos nuestro pensamiento de forma que el 11S fuera el elemento nuclear de nuestra política exterior".

Situar las emociones en el corazón de la estrategia no fue buena idea. La mejor estrategia (adecuar los medios más adecuados para conseguir los fines deseados) suele ser reflexiva y ajena a los sentimientos más primarios. Pero a Estados Unidos le pudo su sed de venganza y, pienso, lo ha pagado caro.

Las guerras de Afganistán e Iraq, impulsadas en la resaca del 11S, fueron un desastre desde el punto de vista estratégico. La primera fue una guerra de necesidad, porque los talibanes se negaron a cooperar para encontrar a Bin Laden y habían convertido Afganistán en un santuario terrorista. La segunda fue una guerra de elección, innecesaria, plagada de mentiras para ser justificada y además absorbió recursos militares de Afganistán, contribuyendo a que la guerra allí no tuviera fin. Ambas no tuvieron la planificación adecuada y no calcularon los desafíos del día después. Son la metáfora del final de una era en la que, desde la caída del muro, EEUU había disfrutado de un poder hegemónico y presumía de poder dibujar el mundo a su medida.

Por si fuera poco, el Califato Islámico, el temido grupo terrorista que ejerce su dominio sobre crecientes partes de Iraq y Siria, es en cierta medida herencia de una política exterior hecha con el corazón y no con la cabeza.

Los programas de interrogatorios, como hemos visto, llevados a cabo en cárceles secretas, que eran más bien mazmorras, no han hecho sino aumentar el odio hacia Estados Unidos en la región. Por cierto en una zona muy permeable para el fanatismo.

No conviene perder de vista que la nueva batalla contra el terrorismo islamista no tiene tanto que ver con golpear duro (como en las guerras tradicionales entre dos ejércitos) como con reducir el número de fanáticos que abracen la violencia. La batalla central contra al-Qaeda y el Estado Islámico se juega en los corazones y las mentes de los públicos participantes, sobre todo en Oriente Medio. Cuanto más odio despiertes por tus conductas, más individuos estarán dispuestos a sumarse a la Yihad.

Hay otro asunto vergonzoso, heredero de esa década oscura y muy conectado con este programa de interrogatorios. La cárcel de Guantánamo, que lleva abierta 13 años albergando prisioneros sin acceso a ninguna instancia judicial en condiciones miserables y que ahora Obama trata de cerrar, ha protagonizado un escándalo alrededor de unos potencialmente explosivos vídeos. En ellos se muestra a los funcionarios y doctores de Guantánamo alimentando por la fuerza a varios de los huelguistas (mediante sondas nasales y estomacales). Hay una pelea judicial en la que el gobierno está tratando por todos los medios que los vídeos no se hagan públicos. Es probable sin embargo que los veamos pronto.

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Base de Guantánamo

La senadora Feinstein, presidenta del Comité de Inteligencia en el Senado, ha declarado: "el informe da cuenta a los norteamericanos y al resto del mundo de que América es suficientemente grande para reconocer cuando se ha equivocado y tiene la confianza suficiente de aprender de sus errores". De manera similar, Obama, que anuló el programa a su llegada a la Casa Blanca en 2009, ha dicho: "(la tortura) ha hecho un daño significativo a la imagen de EEUU en el mundo y nos ha dificultado perseguir nuestros intereses con nuestros socios y aliados".

Creo que debemos reconocer a Estados Unidos el ejercicio de limpieza y autocrítica en el que se haya inmerso. Naturalmente la publicación del informe no exime las responsabilidades, a las que deben hacer frente quienes han participado en el programa de torturas, pero nos obliga a hacernos una pregunta a este lado del Atlántico:

¿Qué hay de la complicidad y participación de los europeos en este programa de torturas? ¿Vamos a mirar para otro lado?

A la hora de realizar un juicio ético y político sobre este siniestro periodo de la CIA no podemos dejar de lado los vuelos secretos, las cárceles ocultas sin ningún control, la base de Guantánamo que ahora se empieza, muy tarde, a desalojar. Los países que dieron un cheque en blanco a la tortura tendrán que dar un respuesta por sus acciones.

La CIA contó con una red europea de aeropuertos a su servicio, que fueron clave para los traslados e interrogatorios de los detenidos relacionados con el terrorismo. Algunos gobiernos europeos colaboraron para llevar a cabo secuestros, otros (Lituania, Polonia y Rumanía) incluso albergaron cárceles secretas donde se llevaban a cabo torturas e interrogatorios sin ningún tipo de garantías. La lista de gobiernos cómplices es amplia: además de los tres mencionados, Reino Unido, Alemania, España, Portugal, Austria, República Checa, Finlandia, Chipre, Bélgica, Dinamarca, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Albania.

Suecia es el único país europeo que ha pagado compensaciones a algunas de las víctimas e Italia el único caso en que se han perseguido judicialmente a funcionarios de la CIA (e incluso juzgado y condenado in absentia).

El Parlamento Europeo creó en 2005 una comisión especial de carácter temporal para investigar los escándalos sobre los vuelos secretos de la CIA en territorio europeo. En una resolución aprobada en febrero de 2007 se menciona de manera singular la participación de España (además de otros países), donde los aviones de la CIA realizaron hasta 68 escalas. Al menos tres de esos vuelos tenían destino u origen Guantánamo.

Dadas las revelaciones del informe del senado norteamericano, se dan las circunstancias para que el Parlamento Europeo retome de nuevo este asunto, en el que los gobiernos europeos harán todo lo posible por sacarlo de la agenda. ¿No será que el 11S también nos cambió un poco a los europeos, o a nuestros gobiernos y agencias de inteligencia? Necesitamos saber toda la verdad. Y necesitamos rearmar a las sociedades democráticas para conseguir que la obsesión por la seguridad no mutile nuestros derechos.

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