Cambiar el mal estado de la UE
Las decisiones adoptadas por la UE se toman al paso de los acontecimientos, con una visión cortoplacista que asusta. Eso lo notan la ciudadanía, las instituciones y los mercados, cada cual en los efectos que le implica respectivamente: el desempleo, la bajada de salarios y la precarización de las condiciones laborales; el desgaste; y el beneficio especulativo. La inexistencia de competencias de la UE para hacer frente a la crisis ha abierto la puerta a una deriva en la que el interés comunitario y las instituciones han ido desapareciendo o limitándose a aplicar lo decidido por los Ejecutivos nacionales y, en particular, por el alemán.
Que desde que comenzó la crisis económica los europeos vivimos de susto en susto no es noticia. El último lleva el nombre de Chipre. Y después de este vendrán otros, me temo. El problema es que constatar esa realidad no ha conllevado hasta la fecha demasiados esfuerzos por analizar el por qué de la misma y, sobre todo, por ofrecer soluciones para, al menos, recuperar la tranquilidad.
Más bien al contrario, las decisiones adoptadas por la UE se toman al paso de los acontecimientos, con una visión cortoplacista que asusta. En particular, los Gobiernos que forman el Consejo de la Unión no han sido capaces de ofrecer un relato coherente de lo ocurrido y, menos aún, una visión a medio y largo plazo de lo que pretenden con sus acuerdos.
Eso lo notan la ciudadanía, las instituciones y los mercados, cada cual en los efectos que le implica respectivamente: el desempleo, la bajada de salarios y la precarización de las condiciones laborales; el desgaste; y el beneficio especulativo.
Por eso no podía ser más oportuna la salida a la calle del II Informe sobre el estado de la UE, elaborado conjuntamente por la Fundación Alternativas y la alemana Friedrich-Ebert-Stiftung (en un mensaje hispano-alemán más que necesario) que lleva como título una frase contundente: "El fracaso de la austeridad".
¿Por qué la UE está fallando tanto en su respuesta a la crisis?
El Informe apunta una doble respuesta: primero, porque se ha empeñado en una política restrictiva del gasto público que está impidiendo la recuperación económica; segundo, porque las decisiones se están aprobando en función no ya de los intereses de tal o cual país, sino de las necesidades políticas del Ejecutivo de alguno de los Estados miembros.
Por una parte, que la contención en el gasto es imprescindible no lo duda nadie, como tampoco que tratar de reducirlo exageradamente (hasta el déficit cero) en tiempos excesivamente cortos está teniendo consecuencias dramáticas al alimentar la caída de la demanda, el decrecimiento -o, en el mejor de los casos, el estancamiento- y el paro en un círculo vicioso que parece no tener fin.
Por otra, la inexistencia de competencias de la UE para hacer frente a la crisis ha abierto la puerta a una deriva intergubernamental en la que el interés comunitario y las instituciones que lo encarnan -empezando por la Comisión Europea- han ido desapareciendo o limitándose a aplicar lo decidido por los Ejecutivos nacionales y, en particular, por uno de ellos: el alemán, encabezado por Angela Merkel y confrontado a las elecciones generales del próximo mes de septiembre.
Por eso -junto con propuestas como la necesidad de acompañar la austeridad con planes de crecimiento, flexibilizar los plazos temporales para reducir el déficit, situar la creación de empleo en la primera línea de los objetivos comunitarios, mutualizar la deuda, aumentar el presupuesto, reformar los estatutos del Banco Central Europeo, crear un Tesoro de la Unión, promover la armonización fiscal y definir una verdadera Europa social para, en resumen, crear un círculo virtuoso en el que el mantenimiento del Estado del bienestar es clave-, la gran propuesta del Informe es avanzar hacia la Unión Política.
De forma que, a través de un proceso constituyente que comience con las elecciones europeas de 2014, se dote a la UE de una Constitución que profundice y amplíe su democracia y evite que las decisiones que importan -como las que tienen que ver con la crisis económica- se tomen sin perspectiva, sin participación y únicamente en función del interés particular de uno u otro.
Solo así conseguirá la UE recuperar la confianza ciudadana perdida y ser plenamente útil a las europeas y los europeos.