Munir el Haddadi y las alas de Ícaro
La renuncia automática de Munir a Marruecos tiene doble lectura: o su confianza en sí mismo es extraordinaria, o alguien de su entorno no le ha dicho que con el futuro no se juega. Delanteros como Soldado, Negredo o Llorente son algunos ejemplos de jugadores que no tuvieron excesiva continuidad en sus apariciones internacionales.
Cuenta la mitología que Ícaro quiso escapar del cautiverio del rey usando unas alas construidas a base de cera y plumas de pájaro, pero al acercarse demasiado al Sol, ignorando las prevenciones de su padre, perdió las alas y cayó al mar para no salir nunca más.
Faltaban 15 minutos para que #LaNuevaRoja se estrenara oficialmente con victoria cuando el Ciutat de Valencia parecía aplaudir una jugada insustancial del partido. Segundos después, la cámara enfocaba a Munir el Haddadi enfundándose la camiseta mientras escuchaba atentamente las últimas indicaciones de Vicente Del Bosque. Con poco más de 19 años y poca experiencia profesional, el aleteo de este madrileño volvía a superar otra barrera. Y van muchas.
Desde que Luis Enrique encontró en este jugador el perfil de atacante que estaba buscando, las cosas no podrían haber ido mejor, ni más deprisa. El debut con la absoluta es el último eslabón de una carrera que parece desarrollarse con exceso de velocidad. Y no por sus capacidades, innegables, sino por la necesidad de tomar decisiones definitivas en un período tan corto de tiempo. Es sencillo: su intervención ante Macedonia vincula eternamente el futuro internacional de este jugador al porvenir futbolístico español. Defender los colores de Marruecos ya es imposible.
Todos hablan del potencial del atacante y reviven su gol en la UEFA Youth League como carta de presentación, pero nadie puede asegurar que su futuro sea tan brillante como su presente. Si algo le falta al fútbol es memoria, y su participación en el partido hipoteca una posible carrera internacional más modesta, pero igualmente necesaria para su desarrollo y experiencia profesional.
España es una fuente de grandes talentos, y conseguir un hueco en la selección es algo de que pocos pueden presumir. Delanteros reputados como Soldado, Negredo o Llorente son algunos ejemplos que no tuvieron excesiva continuidad en sus apariciones internacionales, por lo que la renuncia automática de Munir a Marruecos tiene doble lectura: o su confianza en sí mismo es extraordinaria, o alguien de su entorno no ha sabido decirle que con el futuro no se juega.
Uno nunca sabe si es preferible ser cabeza de ratón o cola de león, pero la precipitada convocatoria de Munir responde únicamente a intereses federativos: que el futuro de Munir, triunfante o fallido, vista rojigualdo. Los mismos que hoy elogian al joven delantero serán los mismos que le criticarán mañana, y cuando eso ocurra, nadie de la Federación velará por sus intereses personales. Quizá por eso la paciencia es un valor tan escaso como preciado en el mundo del fútbol.
Si Munir se convierte en cisne, España le hubiera vuelto a llamar por necesidad; pero si acaba en patito feo, quizás Marruecos hubiera apreciando su plumaje. Fernando Amorebieta, fijo en Venezuela, y Bojan, imposible para Serbia son la cara y la cruz de la voluntad federativa. Que el Sol de La Roja no queme sus alas.