Egipto: La invasión de las hormigas voladoras
La revolución, ¿ha fracasado o no? ¿Cómo al menos 10 millones de egipcios votan por el enemigo de esta revolución o por el candidato islamista cuya formación política le ha hecho tanto daño?
A lo largo de un año y medio se ha mantenido la pregunta del millón, a la que todo el mundo ha estado dándole vueltas: la revolución, ¿ha fracasado o no?
Muchas lecturas se han hecho a este respecto, hasta que pasó a un segundo lugar la tarde del día 25 de mayo de 2012, el primer día del recuento de votos en las primeras elecciones presidenciales egipcias tras la caída de Mubarak.
Esa tarde surgió otra pregunta: ¿Cómo la gente, después de la revolución, puede votar a favor de las dos peores opciones que existen? ¿Cómo al menos 10 millones de egipcios votan por el enemigo de esta revolución o por el candidato islamista cuya formación política le ha hecho tanto daño?
En otras palabras, ¿cómo se puede votar a los candidatos del "Tramadol"?
Para el lector que no sepa qué es el "Tramadol", hay que especificar que se trata de un tipo de analgésico opiáceo, fácil de adquirir y que en Egipto se consume como alucinógeno.
El año pasado, en diferentes momentos de las protestas contra el régimen militar, la maquinaria propagandística a la que pertenecen cada uno de los dos candidatos que han pasado a la segunda vuelta tacharon a los jóvenes manifestantes como los jóvenes del "Tramadol".
La respuesta en el caso de los Hermanos Musulmanes es fácil. Cuentan con una alta popularidad en la calle y en realidad son la primera fuerza política en Egipto. Todo ello sin pasar por alto el descenso de apoyo en las urnas respecto a las legislativas, con una pérdida de votos de casi la mitad en solo unos meses.
En el caso de Shafik, el último primer ministro nombrado por Mubarak, un hombre lo suficientemente cercano a la planificación de la famosa "batalla de los camellos y de los caballos" del 2 de febrero de 2011; exmilitar y gestor salpicado en casos de corrupción y el candidato del régimen de Mubarak y de los militares, así como de un sector importante de los hombres de negocios y de los intereses internacionales, en este caso, la respuesta se encuentra en el propio apoyo con el que cuenta, en la maquinaria propagandística muy potente que tiene, en el terror de una franja de la sociedad egipcia a los Hermanos Musulmanes - cristianos coptos o sectores laicos - y también, y lo más importante, en la política del agotamiento.
La política del agotamiento se ha podido ver en las actuaciones del régimen durante este año y medio, desde el estallido de la revolución. Empezó con la apertura de las cárceles, el día 28 de enero de 2011, sacando a las calles a los delincuentes comunes y ha ido afectando a todos los aspectos de la vida diaria de los egipcios a nivel social y económico. También con ataques contra los sectores revolucionarios: enfrentamientos, asesinatos y condenas ante tribunales militares por expresar opiniones políticas.
Solo un ejemplo de la situación económica. Los precios de los productos de primera necesidad se han duplicado y se han abierto diferentes crisis en sectores diversos: cualquier familia ha de esperar durante horas para conseguir una bombona de butano; o quien tenga un coche, un taxi o un microbús de transporte de pasajeros, tendrá que hacer cola en las gasolineras durante toda la noche para conseguir gasolina, si es que la encuentra.
Todo esto ha ido acompañado de una maquinaria propagandística cuyo principal contenido ha sido el de culpar a la revolución de cualquier problema que surgiera en el país.
En mitad de esta situación, surge este candidato firme, que promete estabilidad y mano dura contra los revolucionarios o contra cualquier persona que proteste. Declara en su primer discurso tras el anuncio de los resultados de la primera vuelta de las presidenciales que "la revolución ha terminado".
Es el segundo verano caluroso y agobiante que vive la revolución. El primero, el de 2011, estuvo marcado por la energía y la esperanza. El segundo ha llegado en medio de este debate: jugamos a hacer política, jugamos a las elecciones o jugamos a la revolución. Todo ello acompañado de un tipo nuevo de hormigas. Son grandes, vuelan y se parecen a las cucarachas pequeñas.
Hormigas que invaden las casas antiguas o las que no están muy bien aisladas. Y los egipcios que las sufren todavía no saben cómo combatirlas. En el mercado aparecen algunos productos químicos tóxicos, que todavía no se sabe si son eficaces o no.
Las casas de los ricos tienen aire acondicionado, están aisladas y protegidas de las hormigas. Si trasladamos esta imagen al terreno de la política, también sus habitantes están protegidos contra las hormigas políticas. Saben que gane quien gane, ellos se mantendrán en sus comunidades cerradas, aisladas, protegidos con sus estilos de vida.
Pero, ¿qué pasa con los que no están protegidos? Están buscando los productos eficaces para destruir a estas hormigas, intentan limpiar repetidamente sus casas e intentan salir a la calle para protestar contra las hormigas políticas.
Nota final del autor: Este texto se escribió el 3 de junio de 2012, el segundo día de protestas contra la sentencia en el juicio a Mubarak y contra el proceso electoral. Cuando todavía no se sabe qué camino tomarán estas protestas.