La transición futura de Cuba a la democracia puede ser un éxito
Para entender la Cuba de hoy, uno tiene que estudiar más la historia de la Europa del Este bajo el comunismo que la de Latinoamérica. Tímidas pero insuficientes reformas económicas, control de los medios de comunicación, aislamiento de la población del resto del mundo y una elite aferrada al poder.
Es muy pronto para saber cómo afectará la muerte de Hugo Chávez a los procesos políticos en otros lugares de la región. Sobre todo la pregunta de rigor es cuáles serán las consecuencias fuera y adentro de Cuba. Al menos, les recordará a los hermanos Castro que el poder es efímero.
Cuba está lista para el cambio. Pese a los esfuerzos del régimen por pintar en rosa las condiciones de vida de los cubanos, los testigos cuentan una historia más triste. La situación no es buena, la economía sobrevive en base al apoyo de Venezuela. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su informe del 2012, habla de "violaciones permanentes y sistemáticas de los derechos fundamentales de los ciudadanos cubanos". Irónicamente, mientras el pueblo cubano sufre, el régimen está más fuerte que nunca antes.
Músicos progresistas como Gorki y su banda Porno para Ricardo no tienen, como muchos artistas, la libertad de escribir o actuar. La presión externa para que Cuba respete los derechos humanos es débil e ineficiente. Pareciera que la conciencia ética del Occidente estuviera cómoda en esa situación. No debe ser así. La solidaridad con los pueblos sometidos a violaciones de los derechos humanos es un imperativo moral. Felizmente, la oposición interna y externa tiene una voz cada vez mas fuerte. La oposición ya no está confinada a Miami o Madrid, hoy está en Pinar del Río, en La Habana, Bayamo o en Santiago de Cuba. Aunque Oswaldo Payá ha muerto en circunstancias extrañas, otros, como Yoani Sanchez, Elizardo Sanchez o las Damas de Blanco han tomado la antorcha. Gente de coraje, que desafía las amenazas de la policía política y denuncia cada vez más fuerte el verdadero estado de la sociedad cubana. Ellos merecen todo nuestro apoyo. Cuba está madura para el cambio.
Para entender la Cuba de hoy, uno tiene que estudiar más la historia de la Europa del Este bajo el comunismo que la de Latinoamérica. La semejanza es sorprendente. Las manipulaciones internas del régimen son similares a las de los países más conservadores del ex bloque comunista en 1989. Tímidas pero insuficientes reformas económicas, control de los medios de comunicación, aislamiento de la población del resto del mundo y una elite aferrada al poder. Al mismo tiempo, una población desencantada, incluyendo una parte de miembros del partido, que ya no cree ni en la ideología ni en el futuro del sistema. Cuba se parece más a Alemania del Este o a Rumanía que a la Hungría o Polonia de esa época. Sin embargo, los líderes cubanos seguramente entienden que el deseo colectivo de cambio en una sociedad puede acabar con los regímenes más duros del mundo.
La sociedad cubana está fracturada entre los que apoyan el sistema y los que ya no creen en éste, cerca de 25 a 30% cada bando. Es, sin embargo, el resto de la población silenciosa, 40 a 50% de la población, que puede definir el éxito o el fracaso de la transición. El Gobierno juega con los miedos de esa parte de la sociedad. Tenerlos a ellos en el lado del cambio es decisivo para el futuro de Cuba.
La actitud de Europa y sobretodo de Estados Unidos es fundamental. La Unión Europea necesita ser mucho más enérgica en derechos humanos. Los Estados Unidos deben tener una política exterior que tenga en cuenta los diversos intereses de todos los interesados en el cambio democrático. La primera prioridad debiera ser los cubanos que viven en la isla y apoyar a esos líderes genuinamente democráticos, como se hizo con Europa del Este, en una forma abierta y transparente. En ese empeño, debe incluir a esa vasta, exitosa e influyente comunidad Americano-Cubana. Los intereses de ambos grupos deben alinearse en una generosa e inteligente visión de futuro. La comunidad cubana en Estados Unidos y España puede ser una parte importante y decisiva, aunque no dominante, de la transición cubana. Ellos tienen que ser generosos y magnánimos y su rol puede ser el de acelerar la transición hacia una economía basada en el conocimiento y las nuevas tecnologías. Ellos tienen que ganarse la confianza de la mayoría de los cubanos.
Hay valiosas experiencias a ser consideradas. Ahora sabemos cuán difíciles fueron las transiciones de dictaduras a democracia en España, Europa del Este, África del Sur o Chile. Hay importantes lecciones aprendidas. Cuba no debería repetir los errores de otros. Es fácil erigir instituciones democráticas, tener una prensa libre, un poder judicial autónomo. Es mucho más difícil mantener esas instituciones. Hay que estar prevenidos contra las tentaciones del populismo en manos de astutos y carismáticos líderes.