Kaspar Hauser: un símbolo de los problemas sociales y generacionales

Kaspar Hauser: un símbolo de los problemas sociales y generacionales

Kaspar es la metáfora del aislamiento de toda una generación; apenas habla y su vida se reduce a escuchar música techno y a bailar de forma compulsiva, totalmente sumido en un mundo interior que se reduce a una caja de mezclas. La palabra que más repite el protagonista es la onomatopeya "Yeah!".

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A veces la historia nos brinda el ejemplo de personas que han vivido situaciones extraordinarias y cuya vida parececiera que se interrumpe sólo con el fin de inspirarnos a los que seguimos en la tierra y obligarnos a cuestionarnos nuestra propia evolución como humanos. Aparecen y desaparecen como jesucristos contemporáneos, sacrificados sin saberlo por el bien común. Es el caso de Kaspar Hauser, un personaje que podemos seguir utilizando como metáfora para aprender de su tragedia, que sigue siendo, pese a que han pasado dos siglos, la nuestra.

Para los que no conozcan la historia real, ésta se remonta al siglo XIX: Kaspar Hauser fue un adolescente de dieciséis años que se presentó en comisaría con un papel en el que estaba escrito su nombre. No sabía hablar ni escribir y se descubrió que había vivido toda su vida en una cueva, en completo aislamiento. La incertidumbre de su procedencia dio lugar a muchas conjeturas, pero las más plausibles apuntan a que era hijo de una aristócrata alemana que había tenido un hijo bastardo con Napoleón Bonaparte. Un día, el joven apareció apuñalado, lo que despertó la curiosidad de la comunidad científica e inspiró numerosas creaciones artísticas en torno al enigma: películas, libros, estudios.... Eso contribuyó a exacerbar aún más la leyenda en torno al personaje. En 1974, el genial cinesasta Werner Herzog dirigió una película narrando esta historia, ahondando en la crueldad humana, capaz de imposibilitar la evolución de otras personas, adueñándose de su libertad, privándolas de la oportunidad de ser educadas, de estar en contacto con seres racionales y de poder desarrollarse espiritualmente. En este sentido, ha servido para evaluar el desarrollo humano cuando se sufren carencias afectivas y educacionales severas.

Pero fue en el 2012 cuando se presentó La leyenda de Kaspar Hauser, una película dirigida por el italiano Davide Manuli y protagonizada por Vincent Gallo ¿Y qué tiene esta pieza de interesante ahora? El fantástico giro con que el director consigue reinterpretar a Kaspar, caracterizándolo como uno de los adolescentes de nuestra sociedad actual. Y lo hace de una forma brillante utilizando nuestro lenguaje contemporáneo, a ritmo de música electrónica marcada por Vitalic y utilizando el absurdo (al más puro estilo Becket) para mostrar las contradicciones más disparatas de nuestro sistema.

Los personajes son pocos y extremos, claramente representativos de la vida en un pueblo del mediterráneo, que sigue reduciéndose a clichés pese al paso del tiempo: el dealer, la puta, el cura, un aldeano a cargo de sacar a pasear a un asno, un hombre deforme con retraso mental que hace de sirviente, la duquesa, el sheriff (un americano que enfatiza el absurdo del ego de un alcalde en un lugar donde apenas hay habitantes, un caso tan común en nuestro país, que tiene una gravísima tasa de desempleo y sin embargo mantiene vigente el sueldo de numerosos cargos inútiles) y Kaspar Hauser, que llega semiahogado a orillas del pueblo, vestido completamente de Adidas y con unos cascos puestos.

No hay nada mejor que descubrir películas inesperadas. Películas contemporáneas cuyo estreno pasó desapercibido para el público mayoritario, de las que no oí hablar y que sin embargo llegan a mi vida en momentos puntuales como bombas inspiracionales. Fue una amiga la que trajo la película-medicina a casa convencida de que me iba a encantar la sorpresa, no sólo porque estaba protagonizada por Vincent Gallo (personaje que me obnubila por su carisma obsesivo), sino porque critica nuestra sociedad mediante la experimentación y una inteligentísima ironía que, además, en lugar de ser sesuda, nos divierte.

La fotografía es excelente y el blanco y negro le otorga la seriedad de un clásico y contrasta con el vestuario gótico-futurista-neoage de los personajes. La estética está sumamente cuidada pero la película está plagada de guiños al espectador. En alguna escena, incluso, asoma el micro. Lo más complejo es, a su vez, lo que la hace más interesante; las escenas son larguísimas, lo que exige que los actores sean absorbidos por su papel, para ser capaces de representar su personaje sin interrupciones a lo largo de hasta quince minutos. Los actores son salvajemente buenos; Vincent Gallo interpreta al sheriff y al dealer a un mismo tiempo y baila frente a sí mismo confrontando ambos personajes, que ejemplifican el principio y el fin de la misma espiral viciada de un sistema mal engranado. Pero esa no es la única parte de innovación de este peculiarísimo largometraje: el papel de Gaspar está interpretado por una mujer, la actriz Silvia Calderoni, cuya representación impecable resulta de lo más fascinante de la pieza. Los bailes del protagonista que sólo es capaz de decir su nombre (representación del egocentrismo, del egoísmo, de la patología) simbolizan también la esquizofrénica crisis de identidad a la que estamos sometidos.

Kaspar es la metáfora del aislamiento de toda una generación; apenas habla y su vida se reduce a escuchar música techno y a bailar de forma compulsiva, totalmente sumido en un mundo interior que se reduce a una caja de mezclas. La palabra que más repite el protagonista es la onomatopeya "Yeah!", que expone con claridad cuáles son los límites de su mundo. Davide Manuli consigue retratar el drama de una sociedad que se mueve cada vez a pasos más agigantados hacia una evolución tecnológica que es a su vez una involución espiritual y lo hace de una forma divertida en vez de trágica. Es esta representación de la dualidad de una forma tan genuina e inteligente lo que convierte la pieza en una obra maestra.

Hubo un tiempo en que los jóvenes invocaban la revolución y se enfrentaban a los problemas con la voluntad salvaje, clara y radical de solucionarlos; participaban así en la sociedad y lograban cambiarla. Ahora las nuevas generaciones optan por los márgenes. Desmotivadas por la realidad, no hacen el esfuerzo por formar parte de nada, ya no se lucha, se rinden a la batalla de antemano. No hay ni siquiera batalla. Se busca solo lo fácil, una existencia cómoda, basada en la abstracción; drogas, alcohol, fiestas, entretenimiento, la risa barata, sexo, moda, videojuegos, realities. Se elige el autismo, lo superficial. La involución.

The Legend of Kaspar Hauser (2012) Davide Manuli.